Gabriel Boric: Una victoria crucial en Chile

Elías Jabbour

Por muchas razones, la victoria del izquierdista Gabriel Boric en las elecciones presidenciales chilenas puede considerarse uno de los eventos políticos más importantes del año.

En Chile, a pesar de que el gobierno de Augusto Pinochet respaldado por los Estados Unidos llegase al final en 1990, se estableció una secuencia de marcos institucionales para garantizar que el neoliberalismo se convirtiera en política de Estado. Es muy ilustrativo que desde la década de 1990, el país ha tenido una sucesión de gobiernos progresistas, pero nunca lograron cambiar los pilares que sustentan un "estado subsidiario", donde la salud, la educación y la seguridad social estaban bajo control privado, lo que llevó a una sociedad cada vez más desigual. Una verdadera bomba social lista para explotar.

Esto es el producto de un proceso histórico bien conocido. La dictadura chilena implementada tras un golpe de Estado organizado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en 1973, convirtió a Chile en el primer laboratorio de ideas neoliberales. Entre 1956 y 1961, alrededor de 25 estudiantes chilenos, conocidos como los "Chicago Boys", se formaron en la Universidad de Chicago, quienes luego regresaron a su país de origen con la intención de implementar lo aprendido en los Estados Unidos y crear una sociedad donde las principales decisiones de inversión fueran mediadas por la "mano invisible del mercado".

Sin embargo, la experiencia ha resultado desastrosa desde que se abandonó la política económica chilena de "industrialización por sustitución de importaciones (ISI)" anterior a Pinochet. El país ahora depende económicamente de algunos productos básicos, principalmente el cobre, y su lugar periférico en la división internacional del trabajo deja al país vulnerable a los ciclos de precios originados en el extranjero. Es bueno recordar que uno de los primeros bancos nacionales de desarrollo en América Latina, la Agencia Chilena de Desarrollo Económico (CORFO), fue fundada en el estado en 1939.

Las contradicciones de un modelo de desarrollo donde el mercado decide el destino de las personas pronto aparecerían en forma de un gran malestar social. Desde principios de la década de 2010, Chile se ha visto sacudido por una ola de huelgas y levantamientos populares, que alcanzaron su punto máximo en 2019. El gobierno del multimillonario Sebastián Piñera pudo salvar el momento en algo, incluido el llamado a una nueva Asamblea Constituyente, pero las contradicciones internas del país han llegado a un punto de no retorno, y la elección de un candidato de 35 años a la presidencia de Chile es el punto culminante de esta resistencia duradera.

Por otro lado, no hay que olvidar que el 44,13 por ciento de los votantes optó por el candidato de extrema derecha José Antonio Kast, y la mayoría parlamentaria sigue sin estar clara. Para eso, el equilibrio de fuerzas en Chile aún es desconocido y debería convertirse en un obstáculo para transformaciones más profundas.

Por lo tanto, el nuevo gobierno debe ser consciente de que hay muy poco margen de error y que Chile inmediatamente se puso en el punto de mira del imperialismo en la región. Por ejemplo, el presidente brasileño Jair Bolsonaro puso en setiembre en primer lugar junto con la CIA, y su agenda, según el propio Bolsonaro, la situación política en Chile.

Los desafíos son inmensos. Los necesarios cambios estructurales prometidos por el gobierno electo no solo requieren una mayoría política más clara en el Congreso, sino que el programa del gobierno que ganó las elecciones en sí debe ser más objetivo en algunos puntos. Por ejemplo, poco se sabe sobre lo que piensan los líderes del movimiento de Gabriel Boric sobre temas complejos como una estrategia de industrialización para el país, lo que permitiría las condiciones para la constitución de un gran sector público en materia de salud, educación y seguridad social.

Lo que no se produce no se distribuye y uno de los grandes problemas de América Latina ha sido la falta de una visión estratégica en materia de desarrollo económico. En este sentido, no solo para los chilenos, sino para todos los progresistas latinoamericanos, es muy importante el ejemplo que viene de China y la centralidad del desarrollo de las fuerzas productivas.

Creo que las relaciones entre China y Chile tienden a mejorar, siguiendo el ejemplo de las excelentes y estratégicas relaciones que China ha establecido con Bolivia, Venezuela y Argentina.

Ser progresista no es suficiente, ni garantiza que tal o cual fuerza política tenga suficiente inteligencia estratégica para percibir las tendencias de nuestro tiempo. Más que nunca, el gobierno chileno necesitará profundizar sus relaciones con China. China tiene mucho que ofrecer a Chile, al igual que Chile, con sus recursos y posición geográfica, es un país clave para China en América del Sur. Vivimos en un interesante ciclo histórico en nuestro continente.

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Elías Jabbour es profesor en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Estadual de Río de Janeiro.

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