Año de pandemia: dos negaciones, y no hay negación de la negación
Lo que caracteriza a los humanos es el uso inteligente del coco.
Rafael Laguardia, en una clase de Análisis
Una opinión personal
El 28 de marzo se ha cumplido un año de la primer muerte por CoVid-19 en Uruguay.
Hace 20 días el país ingressó por segunda vez a la “zona roja” según el criterio epidemiológico de Harvard, o sea: cuando se superan los 250 contagios por millón de habitantes como promedio de la semana. La primera fue hace 100 días, pero se descendió casi de inmediato. Esta vez ha sido un empuje mucho más virulento. En 20 días ese índice de contagios se ha casi triplicado, es hoy 675. Lo mismo el número de muertes por semana atribuidos a esa enfermedad, y lo mismo el número correspondiente de camas de CTI, que es el número que más sostenidamente viene creciendo. Siempre tendiendo en cuenta que, últimamente, las cifras del SINAE se divulgan más tarde, fuera del “horario central”, y siempre faltando datos que no llegan a tiempo.
Si hemos estado un año en “emergencia sanitaria”, lo que tenemos hoy es un desborde. Un elemento clave es la saturación de los CTI.
Al cumplirse este año las muertes con diagósitico CoVid-19 superan las muertes por cáncer de próstata. Si acaso (no lo sabemos todavía) la vacunación pudiese llegar a la inmunidad de rebaño, al ritmo actual (que muy difícilmente pueda superarse) eso no ocurriría antes de que esta causal (con las relatividades del diagósitico pretendidamente monocausal que tienen también todas las otras causales) ande igualando en cifras al cáncer de pulmón, por el tercer lugar entre todas. Comparando la semana que cierra con el promedio de la semana correspondiente en los 5 años previos, tenemos un exceso de mortalidad general de un 16%. En toda epidemia eso tiene dos causas: la causa directa de esa enfermedad, y la causa indirecta sobre todas las otras por la sobrecarga del sistema de atención médica.
Estaba previsto por el análisis estadístico, aunque no hubo una enfática advertencia hasta que la presión de estos hechos sobre la comunidad científica la hicieron salir públicamente. Un diario, vocero de la rancia derecha burguesa, escandalizado por semejante atrevimiento, editorializó diciendo que los que mandan no son los científicos sino los políticos. ¡Precisamente!
Los números de contagios arrojados por los análisis PCR han sido puestos en cuestión por las características de la técnica y la forma en que se usa, en gran parte con razón. Pero las deficiencias del indicador son razón para mejorar la evaluación del problema, no para ignorarlo. Por dudoso que sea ese indicador su crecimiento exponencial ha sido coherente con la tendencia ascendente de los otros elementos. La cantidad de camas de CTI es algo imposible de poner en duda. Puede discutirse la exactitud de cada diagnóstico, pero eso es un viejo y conocido problema para todas las enfermedades.
También las causas de las muertes han sido puestas en duda, “por” o “con”. Pero no hay otra forma de explicar su crecimiento en relación a las muertes en general. De otra forma, si son muertes por otras causas en que la CoVid-19 no tuvo nada que ver, habría que suponer que hay otra enfermedad, u otras, creciendo exponencialmente.
Las comorbilidades existen en todos los casos, los errores de diagnóstico también, la falta de asistencia también, la yatrogenia también, la malpraxis también. No es este un problema específico de esta enfermedad, y si se comparan cifras o situaciones de una contra otra u otras, siempre comparamos dentro de la duda relativa de cada cosa que se compara. Lo que hay de diferente en este caso es el desconocimiento que todavía se tiene. La gripe estacional la conocemos de sobra, pero no podemos comparar lo conocido con lo desconocido, por esa misma razón.
Las muertes de algún lado salen y de alguna forma crecen, sean “por” o “con”.
Pero no es ese negacionismo el que más acá nos interesa.
La exponencial en Uruguay arrancó recién hacia el 10 de octubre, la emergencia se había declarado el 13 de marzo. Hubo 7 meses para prepararse. Cava el pozo antes de tener sed, dice un proverbio chino. No fue así.
Y no estamos seguros de qué pasará con las nuevas variantes del virus.
La pandemia, en sí misma, no ha provocado la recesión de la economía capitalista mundial; ésta venía gestándose ya desde antes por la propia dinámica de la economía en tanto capitalista. Pero sí ha actuado como detonador para un agravamiento profundo de lo que se venía gestando.
La pandemia, a su vez, no cayó de la nada como un rayo venido del cielo. Esta y las otras pandemias zoonóticas que la precedieron una tras otra en las últimas décadas, son resultado del quiebre de las barreras inmunológicas entre los ecosistemas naturales, y ese quiebre es resultado de la producción agroindustrial intensiva, el hacinamiento animal para comida, quebrando además sus sistemas inmunitarios con antibióticos para engorde, y las muchas otras formas del modo de producción predatorio. Es lo que se conoce como brecha metabólica, provocada por el modo capitalista de producción en busca de la maximización de la ganancia.
A su vez la pandemia no pudo ser contenida. Y en ese no pudo un factor crucial es la destrucción de los sistemas de salud universal, públicos, cubriendo a toda la gente, y a cargo del Estado. Esa destrucción sistemática es el producto de la tendencia a transformar la a atención la salud en mercancía, y no en derecho. El rendimiento comercial es contradictorio con la universalidad. Y la pérdida de la cobertura universal, en una pandemia, es suicida.
Por poner un ejemplo, y más que eso, lo que se ha revelado como un problema acuciante, la saturación de los CTI. En nuestro país tiene dos causas. Considerar la salud como una mercancía tiene sus consecuencias dentro de la corporación médica y distorsiona la distribución de especialidades, y la escasez de especialistas. La otra causa es el desmantelamiento de la industria nacional, aplicando la teoría imperialista de las “ventajas comparativas”.
Pero es también un problema mundial. Se ha extendido a las camas hospitalarias el criterio de gestión “just in time”. Si necesitás una cama más, ponela justo en ese momento y no antes. Y esto resultó ser Just in time of deth. Y con la pretensión del encierro socialmente discriminado no se hace otra cosa que representar el libreto de Edgar Allan Poe en “La máscara de la muerte roja”.
Tenemos también el caso de los geriátricos, que son focos de insalubridad. Se les da “prioridad” en la vacunación, en vez eliminarlos y buscar otra solución para esa población.
Las vacunas, así, en abstracto, no son el problema. El problema lo es la propiedad intelectual sobre el conocimiento científico, para que el conocimiento pueda ser capital. Eso sustrae esa producción al control de la gente que va a ser vacunada.
Parafraseando aquella vieja y muy cuestiona frase podríamos decir: “Una vacuna es una vacuna. Sólo bajo determinadas condiciones se convierte en capital. El capital es una relación social”. Y esta pandemia permite ver cuales son esas “condiciones”. Posibilidad de abuso de la situación de emergencia para maximizar las ganancias y minimizar los riesgos. Aquí, el retorno del capital “en corto” significa guerra comercial descarada para lucrar con la muerte.
La estrategia del gobierno uruguayo era “colarse” en la cola de las vacunas, una estúpida muestra de “viveza criolla”. Es la estrategia de no tener estrategia. Ese es el verdadero negacionismo.
La primer actitud negacionista ante la pandemia vino del “triunvirato” de ultraderecha en el mundo: Trump, Johnson, Bolsonaro. Los amigos de Lacalle.
Pero Uruguay siempre es “moderado”, y también lo ha sido el negacionismo de la “libertad responsable”. Una burguesía estructuralmente débil y completamente dependiente, un capitalismo sin una base productiva que le permita otra cosa, ha sido siempre la causa histórica de ese comportamiento cipayo de compensar esa debilidad pescando en río revuelto y arrimándose al sol (colonial) que más caliente. En este caso el gran plan del gobierno multirreaccionario era hurgar en la burguesía argentina buscando evasores de impuestos Para eso, el “modelo uruguayo” de derrota de la pandemia fue una bandera, más o menos por junio. Duró diez días.
El gobierno multi se negó a obtener recursos para enfrentar la pandemia gravando al capital para, porque ahí esperaba encontrar al “malla oro” para mantener “los motores” de la economía. Pero la economía capitalista es la economía de la explotación del trabajo vivo, y esos motores implican mantener el riesgo sobre la vida. Importa más el lucro que la vida. Entonces, no se aprovechó el tiempo de relativa tranquilidad para ningún plan estratégico, como reforzar el sistema de salud, o para atender a los sectores vulnerables, o prevenir los contagios en zonas insalubres. Se mantuvo el pluriempleo en trabajadores de la salud, la cobertura del desempleo fue subsidiar a las empresas empleadoras, no se rescató siquiera una humilde textil fundida para fabricar tapabocas. Podría haberse rescatado la industria de tecnología médica para fabricar localmente vacunas apoyando el movimiento mundial por el acceso libre al conocimiento médico. Nada de eso.
En plena “primera ola” la preocupación del gobierno fue reabrir las fronteras para que no termine de colapsar el turismo, ya en profunda depresión. Porque el turismo ha sido siempre la forma de compensar la baja inversión productiva del capital uruguayo y buscar alguna forma liviana de reproducción ampliada. Y aunque ese camino ahora signifique aumentar el riesgo en salud, ante el nudo de la bolsa o la vida: la bolsa.
Por lo tanto, la conclusión evidente es que “los políticos que mandan” son los responsables, por su irresponsabilidad criminal, de esta crisis. Lejos de nuestro pensamiento hacer de la ciencia un fetiche, un dogma, otra forma de religión. La ciencia siempre ha sido un terreno de la disputa de pensamiento, y de esa forma, de la disputa social. Pero si podría esquematizarse la cosa de “políticos vs científicos”, las veces en la larga visión de la historia en que esas dos comunidades, elencos, o como se los considere, en todos los casos los hechos hablaron. Nunca tuvieron razón los “políticos”, nunca.
Si tuviésemos que tomar un signo de la época, sería la guerra comercial por las vacunas. Difícilmente pueda encontrarse un ejemplo mayor de inmoralidad. Como suele ocurrir, la literatura de ciencia-ficción se adelantó, y en cierta forma lo predijo.
Frente a esto, nosotros, los que tenemos o deberíamos tener sería un proyecto social alternativo, contra la explotación de los seres humanos y contra la depredación de la naturaleza, por la liberación, la igualdad y la justicia, por la construcción en solidaridad y conciencia ¿qué deberíamos plantear y hacer?
Crisis no es lo mismo que oportunidad, pero puede serlo. Si es que tenemos la capacidad.
Esta crisis trae la oportunidad de poner sobre la mesa los intereses y las urgencias de los explotados y oprimidos por el capitalismo, y mostrar y poner a prueba nuestra capacidad de levantar una plataforma inmediata de lucha, y a través de eso la perspectiva. Esa es nuestra negación de la negación. Algunos intentos se han hecho.
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Sistema universal publico y gratuito de salud, sin sobre-explotación de los trabajadores de la salud porque eso es poner en riesgo la salud de todos. Libertad de conocimiento, abolir la propiedad privada del conocimiento científico en general, y del conocimiento médico en particular.
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Plataforma básica y gratuita de servicios, agua, electricidad, teléfono, internet, transporte. Renta básica universal, monetaria y no monetaria.
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Poner la seguridad social al servicio del trabajador, seguridad de empleo y contra la precarización del trabajo. Seguridad del salario. Libertad de sindicalización.
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Libertad de información, libertad de decisión. Acabar con el secretismo.
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Libertad de auto-organización en todas las formas de ayuda mutua. Democracia directa y participativa.
Son ideas simples, y viejas conocidas. La oportunidad es ponerlas en la calle. Y además no hay otra forma.
Y es aquí que encontramos de nuevo una vieja dificultad: nosotros mismos.
El negacionismo ha prendido también en gran parte del elenco de la rebeldía social.
Hemos encontrado hasta la objeción a las restricciones a la movilidad porque esa movilidad es necesaria para que los sectores precarios, carenciados, desesperados por un peso, puedan salir a trabajar. A seguir siendo superexplotados.
Pongamos este ejemplo. El ejercicio de la prostitución está restringido por controles sanitarios para evitar contagios de enfermedades de trasmisión sexual. Para gente que se prostituye por necesidad de tener algún ingreso de alguna forma, esas restricciones podrían ser un problema ya que obstaculizan su trabajo. ¿No vamos, entonces, a atacar las causas sociales que fuerzan a la prostitución?.
Entonces, de lo que se trata en este caso es de atacar las causas de ese trabajo desesperado, con riesgo de vida.
Y esos planteos disparatados y pro-esclavistas son resultado de una causa: el vacío de pensamiento político alternativo. Un curioso vacío que no es vacío, porque estamos llenos de pensamientos políticos alternativos unos disputando con otros. Tenemos una voluntad de alternativa, pero sumida en caótica confusión. La confusión es el enemigo interno. Es el vacío lleno de cosas para tirar.
No quiere decir que no haya pensamiento fecundo. Lo hay. No partimos de cero. Pero hoy la urgencia es cualitativamente diferente. Y siempre el pensamiento racional encuentra al final el camino.
Hace 150 años nació alguien que lo resumió en una frase: Socialismo o barbarie.*