Mi Vieja votaría por Sartori
¿Quién hizo sonar nuevamente el viejo tambor destemplado?
¿En manos de quién fue encendido aquel redoblante apagado?
Rascá la cáscara.
Jorge Lazaroff
Porque si entre los tuyos ya no hay nada que valga la pena, el “voto útil” puede ser pegar en el otro bando en lo que más daño le haga, y ligar de carambola. En una interna colorada votó a Batlle para cagar a Tarigo. Salió Batlle. Ganaron los blancos. Al FA todavía le faltaba. Hoy sería dañar a los blancos y que el truco compense la horrible decadencia del FA. Los tiempos han cambiado.
La cita de Lazaroff la usé hace diez años también como copete en una nota para la revista argentina Herramienta que llamé “Hermano, ha muerto una esperanza”, analizando la interna del 2009 al final del primer gobierno del FA. Explicando la cosa al lector argentino, empezaba así, después de Lazaroff:
“En Uruguay es usual hablar del 'carnaval electoral' para referirse al espectáculo mediático e incluso al ritual que regularmente aparece y moviliza las energías de la sociedad. Desganada, escéptica, incluso indignada ante tanta mentira descarada, pero la moviliza, captura su atención, logra renovar por un tiempo más el crédito que la sociedad concede al sistema político metiendo de nuevo en el paquete, refinanciando, las promesas incumplidas, aceptando ridículas excusas para justificar los incumplimientos. En 'El país de la cola paja' (1960) Mario Benedetti señala que el humor irónico y cínico característico del uruguayo es una forma de mostrar y mostrarse a sí mismo que no ha sido engañado, mientras acepta ser engañado. De alguna forma el carnaval electoral renueva el mito del 'como si' del régimen político democrático burgués. Como si se discutiesen los problemas del país, como si los integrantes de cada comparsa realmente creyesen en la letra que recitan, como si hubiese habido un cambio desde el carnaval pasado o si nos esperase otra cosa en el futuro que no sea un nuevo desfile de carnaval. La competencia por la mejor forma de la representación desplaza a la disputa sobre contenidos, porque al fin de cuentas todos sabemos que no hay verdadero contenido”. Seguía después con George Balandier sobre la representación que exorciza la carga del conflicto social, transfiere al escenario la rebeldía permitida para que la protesta social haga periódicamente su catarsis. Y con Carlos Real de Azúa y su concepto de Uruguay como “sociedad amortiguadora”.
Eso es Uruguay en general, y su carnaval político. Pero en el tiempo del FA en su primer gobierno la coyuntura de la relación entre las cases era una. Y hoy es otra.
“Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi”. Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie. Eso es en definitiva lo que dijeron las clases dominantes cuando aceptaron al FA en el gobierno. El cambio para que no cambie. Pero es evidente que ese era solamente un factor de la coyuntura. Hubo otros.
Las derrotas acumuladas de nuestra clase y la incapacidad de superadas, fue creando el ambiente ideológico y espiritual. “A los sectores populares subalternos -decíamos en nuestro trabajo citado-, imponer la idea de que es preferible abandonar los proyectos de transformación radical en favor del cambio mínimo (ni siquiera el cambio 'posible' sino absolutamente mínimo) que no 'desestabilice' el sistema capitalista, y de que si se intentase otra cosa serían ellos, los sectores populares subalternos, los que llevarían las de perder.”
A su vez era necesario imponer en el FA una disciplina vertical (o “consenso” vertical) con una autoridad central dura, o no se podrían ofrecer garantías para esa transacción. Ese fue el papel de Tabaré Vázquez, y su instrumento para eso, al comienzo, fue el control de la caja, el reparto del botín del botín esperado del aparato del Estado en la forma de las “cuotas políticas”. Es lógico que luego, cuando cada fracción hizo rendir su parcela, la tortilla se diese vuelta. Pero eso ya es anecdótico, aunque ha servido para ver la nula comprensión de nuestros politólogos actuales sobre el acontecer político, cuando salieron a hablar del “desgaste del carisma de Tabaré Vázquez”. Hoy ya se olvidaron de ese tema porque es impresentable.
Tampoco el “agotamiento del tiempo de bonanza” es una explicación, ya que oculta la verdadera causa. Los lazos relativamente laxos de dependencia -de nuevo Real de Azúa, del tiempo que había acá una ciencia política- explican el auge momentáneo, pero el no romper la dependencia es lo que trae luego la depresión cuando el ciclo entra en la baja. Y no se rompe porque se estaba allí no para romper sino al revés, adaptar profundizando y tratar de sacar allí una pequeña ventaja de corto plazo.
Lo que se agota es el “punto de Nash” o equilibrio del miedo, en que las dos partes asumen que mantener la cosa como está cada uno por su lado permite una ganancia pobre pero segura. El equilibrio socialdemócrata es eso, la burguesía y la clase obrera en una paz social relativa de “suma cero” en tanto la coyuntura lo permita. Pero cuando el margen de rentabilidad de la empresa privada se viene abajo la burguesía “patea el tablero”. Esa es nuestra coyuntura de hoy, y eso permite entender lo que le pasa al FA, la declaración de las Cámaras empresariales, el problema de la OIT, etc.
¿Por qué la empresa privada uruguaya deja de ser “competitiva”? Porque el capitalismo mundial está deteniendo su crecimiento, y varios países entrando en recesión. Uruguay no puede escapar de esa tónica general, y menos en estas condiciones. ¿Por qué? Porque no ha roto la dependencia, y al contrario, la ha profundizado.
Pero los capitalistas sostienen que el problema son las “excesivas regulaciones laborales” que les dificultan (en parte) profundizar la explotación de los trabajadores y sobrevivir así su propia decadencia, compensar la caída de la tasa de ganancia aumentando la tasa de plusvalor. Dicen que es para “crear empleo” mientras cierran empresas sin aceptar ninguna solución y provocan el desempleo, y además proponen “achicar el estado” y hacer retroceder el empleo en las instituciones y empresas públicas, que dicen a título expreso que son las únicas que funcionan. En realidad, lo que hace mal el sector público precisamente es financiar negocios privados.
Esa es la razón por la que la burguesía uruguaya patea el tablero de la frágil paz socialdemócrata que hizo posible el gobierno del Frente Amplio: su propia caducidad histórica como clase. Y ese es el elemento clave de la coyuntura.
Y eso es lo que le mueve el piso al “4to” del FA. No la “falta de carisma” ni la corrupción ni el fin del viento de cola ni los problemas de seguridad. Es que se agota lo que ha venido ofreciendo porque ya no existe, ese “equilibrio de Nash”.
Lo que ofrece el FA hoy a la clase trabajadora (con alguna variedad) ya no es el cambio mínimo, sino la pérdida mínima. Perder vas a perder, con nosotros perdés menos. Ajuste suave vs el shock que proponen los partidos de la oposición burguesa tradicional. Veamos primero esa oposición burguesa, luego las alternativas para nuestra clase dentro y fuera del FA. Y completaremos el panorama.
Las crisis internas de los partidos tradicionales son un reflejo de la decadencia de la burguesía, pero también de lo obsoleto de esas formas políticas en sí mismas y el debilitamiento de su ligazón con su base social. Es obvio, porque si en su momento esa clase social, en parte al menos, compró la oferta del FA, es porque sus proveedores tradicionales no tenían mucho que ofrecer. Más aun, en coyunturas en que en beneficio de una clase dominante en su conjunto hay que imponer una política que pueda entrar en contradicción con el interés inmediato de algunos de sus sectores, las formas de representación tradicional apegadas a esos sectores puede no ser lo mejor para los intereses de la propia clase. Así vemos roces del gobierno frenteamplista con sectores agropecuarios, mientras ocurre la concentración y extranjerización de la tierra.
Los partidos tradicionales no han logrado reponerse de tres sucesivas derrotas electorales, han florecido un montón de pequeños partidos -o intento de crecimiento de alguno pequeño ya existente, para terminar pasando vergüenza- que tratan de ocupar un lugar alternativo dentro del espectro burgués. Pero han sido un fiasco tras otro. Esa es otra cara del mismo fenómeno de crisis de representación.
Sartori es un síntoma de esa crisis. El continente ha visto paracaidistas que caen para llenar ese tipo de vacíos. El sistema político tradicional uruguayo es demasiado cerrado, pero si se lo monta sobre la demanda de una renovación pendiente dentro de un partido tradicional, el paracaidismo resulta menos imposible de lo que se pensaba. En vez de políticos de aparato financiados por burgueses, directamente un millonario, como han habido en otros escenarios.
También Sartori es un ejemplo de la crisis de la propia clase burguesa. Lo significativamente uruguayo es que la guita la hizo fuera, porque acá imposible. Otra confirmación la decadencia de nuestro capitalismo. Es cierto que los primeros verdes los hizo aquí pero totalmente a lo fantasma. Su primera empresa era para vender arándanos a EEUU, se la enchufó a un inversor y nunca exportaron un arándano.
Pero la carambola de mi vieja puede ser muy peligrosa. El principal escollo lo tiene Sartori en la interna. Ciertamente tendrá un grave problema en la campaña pero será cosa de invertir un todo y lo recupera al otro día, cuando salga a vender el país precioso en la vidriera (Astori se la armó) y que no funciona. Si algún apoyo le falta comprará diputados, hasta Lula lo hizo. De modo que, como dice la conocida letra de Chuch Berry, you never can tell.
Los partidos burgueses tienen un serio problema, sin duda no es el FA sino ellos mismos.
Tal vez Talvi haya tenido la idea más tonta con eso de “volver a Europa” y “dejar esta América llena de populismos”. Poniendo buena voluntad podríamos entender fascismo emergente en el continente, pero eso es precisamente lo que está un paso detrás de él mismo. No sabemos con qué remos irá hasta Europa, pero cuando llegue encontrará la Europa de ahora, de la que son los europeos los que quieren salir. Quiere revertir la ley que suprime coroneles porque eso agravará el déficit de la caja militar. ¡Economista! Ahorra una jubilación y sigue pagando un sueldo, con todos los costos adicionales.
Pero dejemos a los partidos burgueses y vayamos al FA. El agotamiento de su plan político de base es el problema, la sociedad amortiguadora va muriendo lentamente y no tienen un plan B. Lo único que pueden ofrecer es lo menos malo. Por cobardía, la burocracia política frentista no hizo su renovación a tiempo, cuando debió hacerla.
Todo forma parte de la llamada “dialéctica de las conquistas parciales” de la mentalidad burocrática (Roland Barthes, Ernest Mandel). Conservar lo poco que se ha logrado y no arriesgarlo, importa más que pelear por lo que falta.
Es fácil ver allí su actitud política general, pero también es su actitud instrumental. Por eso no se quiso arriesgar la elección pasada con una renovación de figuras, y se aceptó de nuevo a Tabaré y a los otros gerontes. Inútilmente, porque igual la ficha iba a caer, y ahora es el problema agravado de una renovación forzada, improvisada, mal preparada, con todas las deudas pendientes. Y por eso en esta nueva instancia siguen paralizados por el miedo y no se animan a mostrar variedad en el menú, es todo pan con pan.
Pero a medida que la crisis social avanza y la base del equilibrio se agota, algún cambio es inevitable. La decadencia es asimétrica, cada sector busca donde apoyarse, y vemos el colapso del ala expresamente social-liberal del astorismo, reducida a testimonial con Bergara, porque es el sector que más siente la pérdida de su base social. Pero entonces el “centro” y la “izquierda” se corren para allí a ocupar su lugar porque no se puede cambiar la política, muy empobrecidos también y con sus propias contradicciones internas. Hay un matiz con Andrade. Antes veamos a la izquierda extrafrentista.
¿Dónde está y en qué está? Quince años del FA, y otros treinta previos. ¿No hubo tiempo de prepararse para lo que se sabía cabalmente que iba a pasar?
Mi amigo Mario Jaunarena llegó a ver la caída de la URSS y los primeros años que siguieron; me decía: El capitalismo es tan horrible que los partidos comunistas van a volver al poder y demasiado pronto, sin tiempo para ninguna autocrítica, y van a cometer las mismas cagadas.
No fue así, las cagadas habían sido demasiadas como para eso, y el capitalismo horrible sigue ahí. Pero ese planteo puede servirnos para pensar lo que nos pasa hoy y acá.
Luego del capitalismo neoliberal nuestro continente vivió el ciclo de una amplia y variada gama de gobiernos de izquierda, o como se los quiera llamar. Duró un tiempo, y empezaron a caer, reconvertirse, o agonizar. Ese es el contexto nada favorable de la actual pelea del FA por conservar el gobierno. Reconvertirse más, ya no tiene espacio.
Aparecen en el continente gobiernos de ultraderecha. Pero resultan tan horribles que ya alguno se tambalea. Ahora bien, ¿pueden caer sin alguien que los tire? ¿Y quién los va a tirar? En los casos “progresistas” que fueron previamente tumbados, o en los que agonizan ¿hemos visto alguna autocrítica?
Nosotros, decimos, nos ponemos en otro lugar, no somos cómplices de la falsa izquierda.
¿Y?
¿Qué podemos ofrecer como alternativa al fascismo que sea diferente a la continuidad o al retorno -según el caso- de esa falsa izquierda? Hasta ahora, presencias testimoniales, no verdaderas alternativas. ¿Por qué no hemos podido salir de ahí?
Vamos a nuestro caso, tenemos un sector de izquierda extrafrentista que compite en estas elecciones con el Frente Amplio, Unidad Popular. Se dio hace unos días el debate Andrade-Talvi, Gonzalo Abella lo comentó. Hizo una extensa critica muy dura a Andrade, con toda razón, por el sometimiento de su partido a la política del gobierno. No dijo ni palabra de Talvi. Dos cosas.
Pregunta Gonzalo qué quiere decir “el cambio dentro del cambio”. Por supuesto que la propuesta de Óscar puede y debe ser criticada pero primero hay que entenderla, y por qué, más allá del lenguaje de “consenso” frenteamplista.
En algo Óscar se aparta un poco. Aumentar la carga impositiva a determinados sectores sociales pudientes (diferencia muy importante con otros sectores), eliminar la exoneración impositiva a los colegios privados, y matices y énfasis también en autonomía de la enseñanza, sistema nacional de salud, y otros. Y agrega dos puntos importantes: duplicar la inversión en vivienda social y bajar los alquileres por una ley de regulación. Plantea además mantener y extender la negociación colectiva.
No tiene mucho misterio la orientación de Óscar, son propuestas de tipo keynesiano. Su objetivo es aumentar el empleo y el poder adquisitivo de los trabajadores, y estimular el mercado interno para el crecimiento, inversión pública y regulación estatal del mercado. Dentro del capitalismo.
Si vamos al fondo la cosa queda clara. Es el desgaste de la base social de apoyo del FA donde está su gran debilidad en esta coyuntura. Y hay que “refinanciar las promesas incumplidas” para enfrentar la demagogia neo-fascista. Óscar es el intento de rescatar algo de ese apoyo social que se pierde.
Pero no sólo se juega esto desde arriba, ha habido un paro general muy grande a 5 días de las internas, y su historia es muy ilustrativa. Se fue armando desde abajo pese a las resistencias y vacilaciones del aparato sindical, y se dio precisamente porque la decadencia de esas instancias de negociación colectiva, porque son las patronales las que no quieren negociar. El paro en estas condiciones es totalmente insuficiente, pero nos muestra que esa brecha que se va abriendo entre el arriba y el abajo podría ser mejor aprovechada. Y no queda otra.
Lo primero que hay que decirle a Andrade es ¿ahora te acordás? ¿Por qué no se llevaron adelante esas medidas cuando había las mejores condiciones, y se ha esperado a las peores?
Muchas de las propuestas de Andrade son parecidas a las que propone Unidad Popular. Y algunas no están mal como medidas transicionales, aunque dentro de otro contexto de cambio social en que los socialistas apuntaremos a otra cosa. Pero ¿transición a qué? Los dos, Óscar y Gonzalo, nos hablarán de socialismo. Y es muy probable que la idea que tengan al respecto sea muy parecida, también sobre las experiencias pasadas o presentes de supuestos “socialismos”. Óscar y Gonzalo son vecinos.
Entonces, el otro aspecto que queríamos señalar en los comentarios de Abella, es que mientras le pega y le pega a Andrade, se olvida de Talvi y lo que propone y representa, él y toda su gente y su ofensiva de clase, con Sartori, Manini, y los demás. ¿Por qué? Porque Óscar y Gonzalo son vecinos.
Nicolás Maquiavelo lo explicó, se cumplieron hace poco los 500 años de “El Príncipe”. Mi vecino suele ser mi primer enemigo. Maquiavelo escribía muy bien y la craneaba, pero cuando quiso hacer política real se pasó de maquiavelo, iba tras un carguito y se mandó unas volteretas a un lado y otro pero siempre apostó mal y en mal momento, y al final de tan oportunista lo escupieron de todos lados.
La apuesta de Gonzalo es: A Talvi no le puedo sacar nada porque está muy lejos, es a Andrade al que le puedo arañar algún voto. Es el voto que el alma pronuncia.
¿Te creíste eso de la “caja de resonancia de las luchas populares”?
La crisis social tiene su correlato en la esfera política, en este momento es una crisis de las formas de representación de clase, de un lado y del otro. Pero lo que menos importa es tratar de pelear por un lugar en el barco que se hunde. Cierto, las elecciones son un estrado importante, un tablado al que viene la gente. Pero no perdamos la perspectiva. Si alguien nos dice “no te voto nada pero en la calle voy a estar peleando”, y otro nos dice “votaré a tu lista muy revolucionaria, llevaré a mi abuelita y a mi tía a que la voten, y después me voy a mirar la tele”, ¿qué les diremos?
Las instancias electorales y de representación parlamentaria pueden servir, pero primero hay que ver representación de qué, y cómo. Hay una lucha muy grande por delante, el tablado nos sirve para mirar más allá del tablado.
La UP llamó a una unidad amplia de todos los luchadores, y al día siguiente le cerró la puerta al PT. Y es apenas un ejemplo. Claus Offe habla de las instancias políticas de representación como un posible “brazo institucional” del movimiento social. Pero lo que vemos aquí en Óscar y Gonzalo, ambos, es todo lo contrario.
La UP, el PT, y las opciones extrafrentistas que haya en esta coyuntura electoral, son una carreta. No por eso hay que descartarlas, en la situación en que estamos hasta una carreta sirve.
Pero no la pongan delante de los bueyes.