Uruguay: nuevo punto de inflexión en la “sociedad amortiguadora”


Una opinión personal


(Nota: Este artículo ha sido escrito expresamente para la publicación rusa Rabkor, y quiere ser explicativo para el lector extranjero)

Habrá elecciones generales en Uruguay el domingo 27 de octubre. El mismo día también los habrá en Argentina. Dos países vecinos, similares y a la vez diferentes.

En Uruguay, después de tres períodos de gobierno durante 15 años, el Frente Amplio, una izquierda que ha ido diluyendo cada vez su propuesta inicial de cambio, enfrenta una muy probable derrota ante la derecha. En Argentina, el gobierno de derecha de Mauricio Macri, que desplazó en 2015 al supuesto populismo de centroizquierda de Néstor y Cristina Kirchner que había gobernado durante 12 años, seguramente será derrotado y entonces el kirchnerismo regresará. La onda muestra fase y contrafase en cada margen del Río de la Plata.

Argentina es 15 veces más que Uruguay en territorio y 12 veces en población, Uruguay está un poco mejor en PIB per cápita y en índice de Gini pero al final en IDH están casi igualados. Los países con fuerte inmigración europea han vivido mirando a Europa y haciéndose pasar por Europa, Buenos Aires más que el resto de Argentina pero en Uruguay es casi la huella en la orilla. Un país que se inauguró con una masacre de su población originaria y que presume erróneamente de ser un "país sin indios". Argentina sería un "país sin negros" por razones similares.

Pero la realidad ha sido obstinadamente latinoamericana todos estos años. Para ver sólo la historia reciente: golpes de Estado y sangrienta dictadura militar en los años 70, luego apertura controlada por la burguesía a finales de los 80, y crudo neoliberalismo en los 90 que desembocó en una profunda crisis en 2001, 2002; todo está acompañando al continente. Uruguay, la periferia de la periferia, recibió, además de su propia crisis, el rebote argentino, porque como dicen por aquí, si Argentina se resfría, Uruguay estornuda. Aquella crisis de 2002 abrió el camino a la izquierda.

El Frente Amplio es un fenómeno uruguayo único. Nació apresuradamente en 1971, en vísperas de la dictadura militar que ya se encontraba en plena fase preparatoria. La "colcha de retazos", como se la llamó, tuvo una gran amplitud dictada por la urgencia. Socialdemócratas, democristianos, estalinistas, castristas, simpatizantes de la guerrilla e incluso portavoces de superficie de ella, escisiones de izquierda de los partidos burgueses tradicionales e incluso algunos grupos trotskistas. "Coalición y movimiento", sus Comités de Base agrupan por igual a militantes de los distintos partidos e independientes no incluidos en ninguno. La dictadura militar llegó en 1973 y quebró la vida política del país, y también la del Frente.

Si desde el principio las corrientes reformistas fueron las dominantes en el Frente, al reprimir la dictadura de toda la izquierda pero mucho más duramente a los sectores combativos en la reconstrucción de la apertura de finales de los 80, el predominio reformista fue aún más claro. También por el cambio cultural posmoderno, el impacto del colapso de la URSS, etc.

Sin embargo, fue esa izquierda armada, equivocada en su metodología, derrotada, reprimida y diezmada, ahora integrada a la legalidad y al Frente Amplio, la que cimentó un prestigio diferente sobre el que se basó la reconstrucción de la izquierda uruguaya. Paso a paso, lo que inicialmente tuvo su músculo en el país culto, el sindicalismo organizado y el movimiento estudiantil, empezó a ganar también el cinturón de pobreza de Montevideo e incluso el campo. El Frente Amplio llegó al gobierno de la ciudad de Montevideo en 1989, estableciendo el "país de los tres tercios", en el que igualó a cada uno de los dos partidos burgueses tradicionales aliados entre sí, el Partido Colorado y el Partido Nacional. En 2001, una reforma constitucional que implementó el sistema de votación para impedir la victoria del FA sólo logró retrasarla hasta 2004, cuando superó el 50% en la primera vuelta. Desde entonces se han sucedido tres gobiernos frentistas con mayoría parlamentaria propia.

Pero antes y después de su llegada al gobierno ha habido un proceso continuo de mimetización de esta fuerza política con la derecha que desplazó. El primer gobierno de Tabaré Vázquez fue posible convenciendo a diferentes clientes políticos para que compraran simultáneamente tres productos que fueron ensamblados para ser efectivos. Para la clase dominante, "para que todo siga como está, es necesario que todo cambie", ya que la crisis ha desgastado demasiado a la derecha tradicional. Para las clases populares era preferible el mínimo y conciliador "cambio posible", sacrificando aspiraciones mayores que no podían alcanzar. Y a las internas de una misma fuerza política, la disciplina vertical y homogénea renunciando a cada perfil particular, a cambio de cuotas en el reparto del botín. Tengamos en cuenta que en el pequeño Uruguay la debilidad de la base económica exige el predominio del Estado, y los sectores medios, profesionales, burócratas, pequeños y medianos empresarios, toda la base social del aparato político frentista -aunque sus principales el electorado es la pobreza- gira en torno al Estado; el botín del acceso al gobierno fue clave.

En esa dualidad de su base social está la clave para entender las contradicciones de la dinámica política del Frente Amplio. Si para las clases populares el sistema capitalista dependiente ya está completamente agotado y no hay alternativa dentro del capitalismo (menos aún para un país de la periferia de la periferia), para los sectores medios se trata de seguir encontrando nichos de acomodamiento parcial en el "lumpendesarrollo". Pero esa dinámica depende del ciclo de su economía sustentadora.

En esta primera parte del siglo XXI, América Latina ha experimentado el llamado "ciclo de gobiernos progresistas", una gama heterogénea de casos que van desde una débil izquierda socialdemócrata o social-liberal hasta el populismo bonapartista. La base que ha hecho posible esta laxitud en las relaciones de dependencia capitalistas ha sido el aumento circunstancial de los precios de las materias primas para estas economías exportadoras. La contrapartida, sin embargo, fue profundizar su carácter primario, su dependencia de la inversión extranjera directa y el peso de la deuda externa. Y estos gobiernos, por su propia naturaleza de clase, no han aprovechado los "años de las vacas gordas", y ahora el ciclo está llegando a su fin. Pero no se cierra de la misma forma.

En Uruguay todo es más lento, mientras que en Argentina las cosas se precipitan. La izquierda uruguaya en un país racionalista y conservador no tiene nada que ver con el peronismo ni con otros fenómenos populistas del continente. A su vez, la cultura aprendida del batlistmo uruguayo (un proceso político liberal y conciliador apoyado por el Estado que abarcó la mayor parte del siglo XX) frenó y retrasó las privatizaciones características del ciclo neoliberal de los años 1990, al punto que, cuando las condiciones estaban maduros para su plena implementación, el modelo ya estaba en crisis en el resto del continente. De esta manera, la izquierda en el gobierno no tuvo que recurrir a giros bruscos. y se acomodó a la dialéctica de las conquistas parciales, que es lo que más le conviene.

Al desgaste inicial del primer gobierno le siguió un intento de recuperación en el segundo, por parte del exguerrillero José "Pape" Mujica. Conocido como "el presidente más pobre del mundo", vive en una modesta propiedad rural en las afueras de Montevideo donde cultiva flores, conduce un viejo Volkswagen escarabajo de los años 70 y dona su sueldo presidencial a causas sociales. El cineasta serbio Emil Kusturica rodó sobre él la película "El último héroe".

Pero, si bien su gobierno logró algunos avances en la agenda de derechos, legalización del cultivo y comercialización de marihuana, matrimonio igualitario, aborto legal (que Tabaré Vázquez había vetado anteriormente), continuó por otro lado la política económica neoliberal: aumento de la deuda externa mediante emisión de bonos para pagar los intereses, privatizaciones parciales en empresas estatales, concesiones a empresas privadas, exenciones fiscales para inversiones extranjeras directas, etc. Se ha seguido expandiendo el cultivo de soja transgénica con agrotóxicos, y la forestación para la producción de celulosa con la instalación de grandes plantas de capital extranjero con efectos contaminantes. Fracasó en su "buque insignia", un megaproyecto minero de hierro a cielo abierto altamente contaminante, porque era una mera empresa especulativa, y dejó un reguero de costosos proyectos complementarios fallidos, como una planta de regasificación de gas licuado importado, que por sí  sola no es sostenible. 

El tercer gobierno frenteamplista, nuevamente con Tabaré Vázquez, ha mostrado aún más crudamente los límites de una economía que depende de la exportación de productos primarios y de la inversión de capital transnacional. Los "analistas políticos" carlyleanos han visto el contraste evidente entre el fuerte liderazgo de Váquez en el primer gobierno y la debilidad del actual, y lo atribuyen a aspectos personales o políticos. Pero la causa fundamental es obvia: el agotamiento de esa coyuntura histórica del "punto Nash" que lo hizo posible.

Uruguay ha tenido durante diez años, 2004-2014, una importante tasa de crecimiento anual promedio acumulado del PIB de alrededor del 5%. Pero en los últimos cuatro años ha caído al 1,5%. La restricción ha sido desigual según los sectores, afectando principalmente a la agricultura, ganadería, minería, industria manufacturera, construcción y la casi total desaparición de la pesca. Son los sectores terciario, financiero y de servicios los que han sostenido el débil crecimiento general. La tasa de desempleo cayó de alrededor del 11% en 2006 al 6% en 2011-2012, y ha vuelto a subir al 9%. Una evolución similar tiene la tasa de subempleo, aunque la regularización del empleo ha aumentado continuamente a lo largo del período como consecuencia del mayor control del Estado. A pesar de las monótonas quejas de los empresarios sobre la carga fiscal que consideran insoportable, en realidad ha sido el impuesto al consumo y al trabajo asalariado el que ha subido; el impuesto sobre la propiedad y la renta empresarial ha bajado. Y si la empresa privada capitalista nacional tiene problemas notorios y cada vez cierran más pequeñas o medianas empresas, incluso grandes, y filiales de empresas transnacionales, la causa hay que buscarla en la debilidad estructural del capitalismo en Uruguay. No podemos hablar de recesión, sino de estancamiento paulatino.

Con el fin de la bonanza de las exportaciones primarias, la conciliación de clases encuentra sus límites; las partes tienen cada vez menos que ganar en un mal acuerdo. Es entonces cuando los socialdemócratas, como dijo una vez Rosa Luxemburgo, "descubren con tristeza que la burguesía ya no los necesita".

Para el Frente Amplio, el problema político central ha sido el desencanto, la pérdida de entusiasmo y motivación de su núcleo militante. A partir de ahí, baja la convocatoria para el segundo o tercer círculo. Y es en los cinturones de pobreza y sectores vulnerables donde se ve ese retroceso.

La pequeña, fragmentada e incoherente izquierda anticapitalista que está más a la izquierda del Frente Amplio no tiene ninguna posibilidad de capitalizar este descontento. Dos pequeños nuevos partidos verdes que tal vez podrían lograr por primera vez un escaño de diputados, han hecho el ridículo en un debate televisado peleándose groseramente entre sí. Un partido trotskista aún más pequeño hace lo poco que puede. Una coalición ligeramente mayor de estalinistas, chavistas, maoístas y algunas corrientes reformistas, que ganó un diputado en las elecciones anteriores, parece haberse estancado allí y no logró salir del gueto. En general, los mismos bandazos que vemos en las nuevas expresiones de la izquierda en el mundo.

Así, el descontento es explotado por la derecha. Se suma la vieja derecha neoliberal de los partidos burgueses tradicionales, y ahora un nuevo partido militar con vínculos con el presidente brasileño Bolsonaro. Pero los problemas de la derecha a aprovechar esta situación favorable para ella provienen de su propia naturaleza, su tendencia a luchar por distribuir la piel del oso antes de cazarla, su incapacidad para renovarla, su estrechez de miras, los conflictos y la competencia desleal. Todo tiene la misma base social: la debilidad de la burguesía uruguaya y su resistencia a la adaptación. Durante este último período mostraron al gobierno argentino de Mauricio Macri como una ventana; ahora descubren que compraron un billete para el Titanic.

Si el programa de la derecha burguesa es el ajuste neoliberal que les resultará difícil tragar e incluso anunciar como el plato del día, lo único que el Frente Amplio ofrece de su lado es "no perder" el ya empañado de mejoras parciales que pudo preservar de su gestión No hay planes para cambiar la orientación general de su política, y sus diferencias con la derecha son en términos de ritmo y grado de ajuste, no de orientación.

Las jubilaciones y pensiones son un tema en discusión. Uruguay cuenta actualmente con un sistema estatal de pensiones solidarias que es el principal, complementado con una privatización parcial que ha causado varios problemas. El déficit del sistema se agrava con las exenciones a las empresas y lo que quita el sistema privado, pero tanto la derecha como el Frente Amplio proponen, con matices, ampliar la edad de jubilación en detrimento de los trabajadores.

Uruguay tiene unas fuerzas armadas caras que todos saben que serían totalmente inútiles en un enfrentamiento militar que además es sólo hipotético: Uruguay no tiene problemas internacionales con nadie. Además, las jubilaciones militares -muy privilegiadas respecto al resto- son otro peso muerto adicional. Pero nadie (y recalquemos, NADIE, ni siquiera esos pequeños casos de izquierda radical ubicados fuera del Frente Amplio), propone la eliminación de las Fuerzas Armadas. Hay un proyecto de reforma constitucional de derecha para poner militares en las calles para "combatir el crimen", junto con toda la política punitiva que se está impulsando en general ante el aumento de la delincuencia y la violencia que, si bien no llega en Uruguay ni a acercarse a los niveles de otros países del continente, provoca un estado de alarma.

El Frente Amplio se opone a esta reforma punitiva, pero también coloca a los militares en funciones policiales de forma algo más limitada.

Para compensar en cierta medida el coste de las fuerzas armadas, se las obligó a participar muy activamente en las llamadas "misiones de paz" de las Naciones Unidas. La intervención en Haití ha sido particularmente vergonzosa por la deuda histórica que tiene toda América Latina con la primera revolución social del continente. Provocó la dimisión de tres diputados del Frente Amplio, pero la dirección del partido impuso una estricta disciplina para obtener la autorización parlamentaria incluso a ese coste. ¿Con qué resultado? Todos pudieron ver en YouTube el bochornoso caso de la violación de un joven haitiano por cuatro soldados uruguayos, porque a la ignominia se le suma la estupidez. Muy tarde, Uruguay retiró sus tropas de Haití, luego lo hizo también la ONU y dejó allí una misión policial "asesorativa". La "estabilización" hizo que Haití sea hoy un polvorín.

Lo más triste es que el pensamiento antimilitarista tiene una larga y hermosa tradición en la izquierda uruguaya. El primer diputado socialista en el parlamento, Emilio Frugoni, propuso hace casi cien años eliminar las fuerzas armadas. Veinte años después hubo otra iniciativa similar de Carlos Quijano, quien luego sería director del prestigioso semanario independiente de izquierda "Marcha". El famoso texto de Ernesto Che Guevara "El socialismo y el hombre" fue originalmente una carta suya a Quijano.

El fundador de nuestra ciencia política moderna, Carlos Real de Azúa, propuso hace 40 años la interpretación de Uruguay como "una sociedad amortiguadora". La relativa debilidad de sus clases polares y de la propiedad de la tierra, el enclave entre dos países mucho más grandes, el capitalismo "sin sector 1", los lazos de dependencia algo más débiles que el resto del continente, el mayor peso relativo del Estado, las formas de La amortización de la disidencia social, la cultura laica y racionalista, son lo que llamó "invariables" históricas que se van sumando como capas unas sobre otras para explicar la singularidad de Uruguay en el continente latinoamericano. Allí también se sustenta la ilusión de no pertenecer a ese continente, de poder dar la espalda y “abrirse al mundo”. La paradoja es que lo más conocido en el mundo del pensamiento social uruguayo es su vocación de integración latinoamericana, como en "Las venas abiertas de América Latina" de Eduardo Galeano.

Las invariables de Real de Azúa permiten comprender que Uruguay va a un ritmo algo más lento en el desarrollo de las agudas contradicciones que hoy tensan al continente. Pero podríamos darle la vuelta a la frase de Marx: El país más destruido y afectado por la desindustrialización y el extractivismo muestra quién está detrás de la imagen de su propio futuro.

Uruguay tiene ante sí el dilema de dos callejones sin salida. Cerrando su etapa de “ciclo progresista” y entrando en una catastrófica restauración neoliberal con consecuencias que se ven al otro lado del Río de la Plata. O continuar la agonía del "mal menor" sin siquiera considerar ningún cambio en el futuro.

Podrías sacar provecho del experimento en la cabeza ajena. Pero no siempre se tiene esa inteligencia.


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