Venezuela: lo que se ha aprendido no se olvidará fácilmente

Una conversación con Antonio Gonzalez Plessmann

- Antonio Gonzalez Plessmann, licenciado en universidades venezolanas y ecuatorianas, ha sido activista de derechos humanos y militante de izquierda desde los años ochenta. Ex vicerrector de la Universidad Nacional de Seguridad Experimental, participó en el proceso de reforma policial iniciado en 2006. Hoy en día, González Plessmann forma parte del colectivo SurGentes y trabaja con el proyecto Pueblo a Pueblo en el barrio de San Agustín de Caracas. En esta entrevista con Cira Pascual Marquina, presenta información importante sobre el potencial revolucionario que el chavismo desató durante el curso del Proceso Bolivariano. Es un potencial que, piensa, podría ponerse en marcha de nuevo.

La toma de poder de Hugo Chávez fue de la mano de una enorme ola de participación popular. Por ejemplo, el pueblo venezolano se movilizó y participó en la Asamblea Constituyente en 1999 (con sus sesiones en la televisión nacional), y se involucró con las campañas de alfabetización, los Comités de Tierras Urbanas y los Consejos Comunales. En efecto, las personas se convirtieron en sujetos activos de cambio. Hoy, en contraste, existe una lógica que es mucho más "de arriba abajo", como se ve claramente en proyectos no participativos como Gran Misión Vivienda Venezuela y una Asamblea Constituyente que se lleva a cabo a puertas cerradas. ¿Puedes explicar esta trayectoria histórica?

A partir de 1999, el protagonismo popular, junto con una distribución más equitativa de la riqueza y una mayor autonomía con respecto a las potencias hegemónicas del mundo, fue un pilar del proceso político. Los pobres salieron al escenario como agentes políticos. ¡Era la esencia de la Revolución, su vitalidad!

Entre 2009 y 2012, Chávez aumentó la apuesta inicial de ese proyecto, que resumió en 2012 con el eslogan “Comuna o Nada”. Repasando las experiencias anteriores de la organización popular, Chávez asumió que el éxito de la Revolución Bolivariana dependía de la expansión de espacios de Autogobierno territorial: espacios donde las personas estaban creando nuevos tipos de socialidad desde abajo, basados ​​en prácticas económicas y políticas más democráticas.

Todo esto formó parte de un proceso de construcción de lo que Chávez dijo que era una "tela de araña" de organizaciones territoriales, dirigida a una nueva democracia socialista de un tipo especial venezolano. Fue un gran experimento para promover el poder popular del estado, y logró movilizar y elevar la moral de una gran parte de la gente pobre del país. Todo esto se expresó de manera programática en Alo Presidente Teorico N ° 1 [2009], el Plan Nacional 2013-2019 [2012], y en el discurso "La huelga al timón" [2012].

En 2013, sin embargo, surgieron varias crisis que explican por qué el gobierno cambió de rumbo en muchos temas, incluido el poder popular. Por un lado, la muerte de Chávez marcó el final del liderazgo carismático y estratégico que había unido a diversos sectores en torno a un programa popular. Por otro lado, hubo una caída drástica en los precios del petróleo (que duró de 2014 a 2016), lo que dificultó nuestra capacidad para importar los bienes intermedios y finales que el país necesita.

Es importante recordar que, a pesar de todo lo que se hizo en términos de inclusión social, la Revolución venezolana no había modificado significativamente el aparato productivo del país durante los últimos 15 años. Es decir, la economía rentista no se transformó en la línea de un nuevo modelo de izquierda. Por el contrario, nos volvimos aún más dependientes de las exportaciones de petróleo, que representaron el 77% de las exportaciones totales en 1997, ¡y el 94% en 2014!

Otro problema estructural, que se ha hecho muy evidente hoy en día, ahora que el estado tiene menos recursos, es la corrupción generalizada de los políticos, y la mayor parte de la corrupción involucra el uso del acceso privilegiado a la moneda extranjera para realizar importaciones reales o falsas.

Sin embargo, más allá de estos problemas estructurales, también debemos analizar qué tan mal administró el gobierno la economía entre 2013 y 2017, principalmente a través de no hacer nada o tomar solo medidas a corto plazo. Además, vimos un ataque más radical en parte de la derecha local e internacional, que vio la crisis económica y política del país como una oportunidad no solo para lograr un cambio de régimen, sino, sobre todo, para enseñar una lección al pueblo venezolano. Su idea era "mostrar" el fracaso de la revolución y demostrar la imposibilidad de cualquier esfuerzo para superar el capitalismo por medios democráticos.

Con el declive de las fuerzas progresistas de la región, vemos las protestas violentas que se organizan concretamente en 2014 y 2017, rechazando los resultados de las elecciones en 2013 y saboteando la economía. Luego viene un bloqueo encubierto y luego uno abierto junto con la interferencia de los Estados Unidos y otros gobiernos de derecha. Todo esto ha debilitado mucho al gobierno de Maduro desde su creación en 2013. El gobierno logra mantenerse en el poder, pero no logra superar la crisis, por no decir nada sobre el mantenimiento del programa de transición democrática al socialismo.

Una parte de la dirección de Chávez tomó el control del aparato estatal y del PSUV cerró filas y llevó a cabo purgas, optando por una estrategia que implica la eliminación progresiva de los espacios democráticos. Ese grupo legitima sus acciones señalando la guerra económica y la conspiración de la derecha, que son muy reales, y luego procede a limitar varias formas de expresión de la voluntad popular.

Esto tiene lugar en relación con cuestiones de estado. Los ejemplos incluyen cancelar el referendo revocatorio promovido por la oposición, retrasar un año las elecciones de gobernadores, decidir no hacer un referéndum popular para convocar a la asamblea constituyente. Pero también tiene lugar en espacios organizativos populares. En 2016, suspendieron las elecciones de los Consejos Comunales en todo el país y, en 2017, la nueva línea fue que solo los miembros del PSUV podrían encabezar estas instituciones.

Paralelamente, la mayor parte de la acción social del gobierno se centró en los CLAP y en las bonificaciones [subsidios directos]. Los Consejos Comunales se quedaron en el camino en los espacios populares, porque los CLAP generaron una estructura organizativa capilar basada en lo que es más importante para las personas: el acceso a los alimentos. A diferencia de los Consejos Comunales, donde la comunidad elige a sus oradores y representantes, los voceros de CLAP son designados por el estado y el partido.

En la práctica, eso equivale a un sabotaje dirigido por el estado de los Consejos Comunales, debilitándolos como espacios de poder popular. Les quitó su papel como interlocutores que tratan con la comunidad y las instituciones y, en cambio, convierten a los militantes en personas que trabajan principalmente con el estado. En 2017, el propio Nicolas Maduro declaró que los CLAP eran "la mayor expresión del poder popular".

En resumen, la estrategia de supervivencia del gobierno equivale a optar por formas organizativas que se controlan desde arriba, que no tienen autonomía y que están atravesadas por los sistemas despolitizantes de patrocinio. Están abandonando el proyecto de construir el socialismo desde las bases. Esa dinámica, por supuesto, choca con muchos proyectos desafiantes chavistas, que existen en todo el país, que ahora saben que "solo la gente puede salvar a la gente".

Aunque la participación parece estar disminuyendo en el chavismo, todavía hay demostraciones maravillosas del poder popular y la autoorganización, expresiones de lo que Chávez llamó "socialismo territorial". Éstas van desde comunidades emblemáticas como El Maizal y El Panal hasta iniciativas autogestionadas como Como el Movimiento de Pobladores o el Ejército de Trabajadores Productivos. ¿Cómo podemos reactivar el potencial revolucionario latente del proyecto chavista, que seguramente es parte de nuestra memoria colectiva?

En medio de las muchas crisis que nos afectan como país, y como izquierdistas y chavistas, es importante que nos levantemos con orgullo para defender nuestra identidad chavista. Debemos recordar que, como personas pobres e izquierdistas que lideraron la Revolución Bolivariana, logramos cosas importantes: nos convertimos en sujetos políticos, con conciencia de clase y conciencia de justicia, distribuimos la riqueza nacional de manera más justa, mejoramos sustancialmente nuestras vidas, Conseguimos una política exterior autónoma y rompimos con el mito de que no hay alternativas a la democracia liberal y al capitalismo.

Pero no se trata de adoptar una actitud nostálgica hacia el pasado. En cambio, en función de lo que hemos experimentado en el chavismo, debemos interpretar la situación actual y pensar en una salida. Por ejemplo, podemos contrastar la política petrolera soberana de Chávez con las privatizaciones de facto que se están llevando a cabo ahora en PDVSA, y el cuestionamiento de Chávez sobre el carácter racista y de clase de las operaciones de seguridad de la Cuarta República se puede yuxtaponer a las ejecuciones extrajudiciales de las que se ocupa la Policía Nacional Bolivariana. Grupos y otras fuerzas de seguridad del estado se llevan a cabo en los barrios populares de hoy.

De esta manera, al levantarnos con orgullo como chavistas, podemos poner en tela de juicio las desviaciones políticas del proyecto al que firmamos, que nos pertenece como pueblo y que nos permitió mejorar nuestras vidas. Desde esa misma posición, también podemos salir para conocer a los sectores populares que están hoy en las calles reclamando sus derechos: por ejemplo, trabajadores que exigen sus derechos laborales, comunidades populares que insisten en los servicios públicos, personas enfermas que reclaman su derecho a la salud, campesinos. exigiendo su derecho a la tierra para producir alimentos y seguridad para sus vidas e integridad, etc.

Hoy en día, el programa de poder popular chavista ya no puede contar con el Estado como un aliado, como lo fue en el pasado. Reconoel eso es el primer paso. Depende de las bases chavistas promover ese proyecto y hacerlo desde abajo. Para desarrollar el poder popular, no se tiene que pedir permiso a nadie, ni es un requisito que cuente con el apoyo de las instituciones o su legitimidad. De hecho, en un contexto global, Venezuela fue una excepción, porque el poder popular es generalmente algo que se construye fuera del Estado o en oposición a él.

Una cosa que es clave para reavivar la participación hoy es que nuestras ideas programáticas estén conectadas a los resultados materiales. Los proyectos organizativos y los esfuerzos colectivos siempre deben asociarse con la solución material a los problemas cotidianos. Deben demostrar que es posible hacer valer sus derechos como resultado de la autoorganización, la solidaridad, la participación directa y plural, la movilización y la insistencia de que el Estado y los otros poderes cumplan con su deber.

En este momento, no hay espacio para un discurso político abstracto basado simplemente en propuestas globales, dirigidas a la sociedad o situación política, si no van de la mano de resolver nuestros problemas inmediatos. El poder político y la credibilidad giran en torno a la resolución de problemas concretos a través de la autoorganización y acompañados por procesos de enseñanza democráticos. En todo esto, es importante que las organizaciones populares logren una capacidad económica que mejore su autonomía.

Los proyectos que mencionas, junto con algunos otros, merecen ser los protagonistas, porque se basan en una práctica concreta real, no en plataformas o resultados a corto plazo que se derivan de financiamiento transitorio. Estos proyectos cuentan con un amplio apoyo social, ya que se trata de personas que están haciendo cambios profundos en su realidad cotidiana.

Finalmente, creo que es necesario crear vínculos horizontales a través del amplio espectro de proyectos que son expresiones del poder popular; Porque si permanecen aislados, serán derrotados. Vincularlos requiere humildad, madurez política y una lógica pluralista que nos permita abordar democráticamente nuestras diferencias. Debemos crear confianza entre los diversos sectores del chavismo popular e izquierdista, y debemos construirlo sobre la base de hacer cosas juntos, comenzando con cosas pequeñas y luego convirtiéndonos en otras más grandes.

Este sector de izquierda popular, aunque actualmente no constituye una fuerza política nacional, tiene una autoridad moral increíble. Eso significa que podría ser la base de una regeneración chavista que relanzaría el programa socialista, el programa del poder popular.

Eres un participante activo en una iniciativa popular autoorganizada en San Agustín, un barrio de clase trabajadora de Caracas. ¿Nos puedes contar sobre esta experiencia?

Soy parte del colectivo SurGentes, que durante los últimos cuatro años ha estado trabajando con organizaciones populares en San Agustín del Sur. Es un grupo de mujeres en el colectivo que hacen el trabajo directo en el barrio, y lo hacen con mucha pasión y espíritu revolucionario. Junto con personas (en su mayoría mujeres) de once vecindarios de San Agustín, construyeron la cooperativa Unidos San Agustín Convive, que distribuye verduras dos veces al mes, a más del 70% por debajo de los precios del mercado. Esto es posible a través de una alianza con productores asociados de la red Pueblo a Pueblo. De esta manera, sorteamos las mafias de distribución y otros intermediarios, reuniendo a personas de las áreas rurales y de la ciudad.

La cooperativa es muy cuidadosa con sus procesos internos, que se basan en la democracia, el pluralismo, la transparencia, la rendición de cuentas y la politización de los militantes. Hemos visto que muchos chavistas (y no chavistas) han perdido interés en la organización popular, cuando ven que hay privilegios en la distribución de recursos. Es decir, los "representantes" de la comunidad disfrutan de acceso preferencial al estado e imponen decisiones, aplastando así el protagonismo popular.

Ahora hemos conseguido un camión, donado por la ONA [Oficina Nacional Antidrogas], y recursos para repararlo, y hemos iniciado un taller de tejido que está generando ingresos para la cooperativa y sus trabajadores. También contamos con guardería autofinanciada tres veces por semana, además de administrar una pequeña granja agroecológica. Finalmente, estamos en comunicación permanente con otros movimientos y colectivos que promueven el poder popular tanto en áreas urbanas como rurales.

Ahora, la gente está comenzando a analizar de manera crítica todo el ciclo progresista (a veces llamado "Marea rosada") que tomó forma a principios de este siglo en América Latina. Algunos analistas y grupos están concluyendo que fue un error haber probado el fruto prohibido del poder estatal. Como yo lo entiendo, no estás de acuerdo con este punto de vista.

En la actualidad hay un sector de la izquierda intelectual latinoamericana que, al hacer un balance de los llamados procesos "progresistas" de la región, concluye que "no valía la pena", porque hoy somos más dependientes, más extractivistas y menos democráticos. que antes. Ese análisis va de la mano con una especie de alejamiento del Estado. En cambio, se supone que debemos comprometernos con la comunidad y con los proyectos que surgen de los movimientos sociales.

Mi objetivo aquí no es presentar estos argumentos de manera reducionista, ya que creo que son importantes y necesarios para las discusiones internas de la izquierda. Los argumentos son mucho más complejos que los que menciono aquí. Sólo resumo la posición brevemente para explicar mi desacuerdo con la idea de alejarme del Estado. Esto se debe a que, a pesar de que hoy está claro que el poder no es lo mismo que controlar el Estado (que es la clave en una revolución); aun así, en mi opinión, el mero hecho de acumular fuerzas desde abajo no puede garantizar cambios sostenibles y estructurales.

La derecha nunca ha renunciado al poder estatal, porque el Estado sigue siendo el lugar de una densa red de relaciones de poder que atraviesa la sociedad. Alejarse del Estado es perder el juego por perder. Los procesos de cambio social deben llevarse a cabo tanto "desde arriba" como "desde abajo", sin dar la espalda a estos espacios en disputa.

Tampoco, a pesar de las enormes complejidades que significó para el proceso venezolano, deberíamos avergonzarnos de que el Estado promoviera la organización (es decir, "desde arriba"). Eso llevó inevitablemente a una tendencia a domar y controlar el movimiento popular, a menudo a través del patrocinio. Pero también debemos tener claro que se debió a este apoyo estatal, una decisión política de la Revolución Bolivariana, que esa mayor experiencia en la organización popular y la participación pudiese tener lugar.

El hecho de que los miembros de nuestro colectivo hayan tenido mucho cuidado de respetar el proceso democrático es lo que ha permitido que la cooperativa crezca y se arraigue en la comunidad. La gente se da cuenta de que la política aquí se está haciendo de otra manera. Estamos demostrando, a veces chocando con la burocracia, que en medio de la crisis es posible crecer y acumular fuerzas. Además de mejorar la dieta de las personas, estamos elevando su conciencia política a través de prácticas democráticas que son parte integral del proyecto chavista y socialista. Todo esto sin excluir a nadie.

Lo que la gente ha aprendido en este proceso de politización, incluso en esa sopa de autonomía, rebelión, patrocinio y docilidad que se ha desarrollado estos días en todo el país, es algo muy importante, muy importante. Lo mismo ocurre con el uso "político" del petróleo (administrado por el Estado venezolano) para distribuir la riqueza internamente y promover espacios de autonomía en toda la región. Como decimos en Venezuela: "nadie nos quita lo bailao", nadie puede quitarnos lo que hemos aprendido de nosotros mismos, aunque hay muchas cosas que necesitamos evaluar críticamente, y aprender de nuestra propia experiencia.

Fuente:Links

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