La intervención militar en Brasil (o la prevención al Viagra-Temer)
>Mario Maestri
Plantearemos nuestra hipótesis de trabajo yendo de lo general a lo particular, mundo-continente-país.
En el plano general tenemos, por un lado, el programa del capital hegemónico de descalificación general y mundial de las condiciones de trabajo y de vida de la población; por el otro, la disolución de los núcleos estatal-burgueses ruso y chino, reduciéndolos a la situación semi colonial. El primer movimiento ha sido impulsado en todo el mundo desde hace décadas, para cualquier país sin excepción. Y el segundo ha ganado velocidad en los últimos años, en la confrontación directa prácticamente ya con Rusia, y con China en forma secundaria.
La victoria de este programa garantizaría al capital hegemónico, en etapa senil, largas décadas de supervivencia en el contexto de la reorganización semi-barbárica de los trabajadores y de la población, no sólo de los países periféricos como en el pasado. Actualmente eso es Haití, pero lo vemos en forma todavía relativa aunque creciente, también en USA, Suecia, Alemania, Bélgica, Italia, etc. Es innecesario decir que esta propuesta ya está colocando al mundo al borde de un enfrentamiento nuclear, en el mejor de los casos.
En Brasil, en 2016, el golpe institucional buscó-y alcanzó- realizar un salto de calidad en el nivel de explotación creciente de los trabajadores en particular y de la población en general, que el PT - partido burgués con base electoral popular - no estaba en condiciones de hacer. Fue su objetivo, también alcanzado, someter al Estado, ya bajo el control superior del imperialismo estadounidense, al proyecto de este último que hemos señalado.
El posible derrocamiento de Maduro con el fin del chavismo venezolano se convertiría en la concreción del proyecto que no estaría ya tan sólo en el horizonte. Eventualmente, se haría a través de golpe militar interno apoyado desde fuera de fronteras especialmente por el ejército brasileño y colombiano. El viaje de Temer a Roraima y el reciente pronunciamiento del secretario de Estado de EEUU, Rex Tillerson, contra la influencia de Rusia y China en Centro y Sudamérica señalan una posible aceleración de ese proyecto, ya que Venezuela es el principal aliado de Rusia y China en las Américas.
En los últimos años en Brasil, a través del golpismo, se construyó un régimen de formato conservador -en buena parte en un contexto de la colaboración irresponsable petista- de cuatro grandes brazos económico-institucionales: los grandes medios; el Parlamento fisiológicamente conservador; la Justicia, con destaque de sus instancias superiores; y la alta oficialidad de las fuerzas armadas. El quinto brazo Ejecutivo, esencial para el proyecto, fue conquistado con el golpe de 2016, lo que permitió su implantación plena.
Tenemos que e destacar que el golpismo y la disolución acelerada de la hegemonía de las clases dominantes burguesas sobre el país, es un proceso político que viene de antes en el plano económico-social: el agravamiento en las últimas décadas del carácter neocolonial de Brasil en un violento proceso: privatización de las empresas públicas; desnacionalización de la producción; dependencia tecnológica; retroceso relativo de la producción industrial; explosión general del endeudamiento público, etc.
La voracidad de los intereses golpistas, en todos los niveles, exigiendo todo aquí y ahora, asociado al equipo presidencial constituido por trepadores asaltantes de caminos, efectivizaron la planeada degradación inmediata de las condiciones de trabajo y de existencia de la población. Todo esto dado sin mayor resistencia, debido a las condiciones estructurales del mundo del trabajo en Brasil y a la acción desmovilizadora de enorme parte de la izquierda, no sólo petista, enfocada en mantenerse como parte de la representación política institucional, por elecciones que incluso ya estaban viciadas.
Sin embargo, ese movimiento resultó en una gran degradación social y económica del país, que ahora el golpismo tiene dificultades en administrar ante las próximas elecciones, a las que deberían seguir modificaciones institucionales esenciales para marginar a la población de la farsa electoral misma. Y esto viene además con las grandes privatizaciones - Petrobrás, CEF , BNDES, etc.
El golpismo no tiene todavía un candidato mínimamente viable. Y el gobierno Temer resultó al revés, terminó siendo un gigantesco Viagra, un levantamuertos capaz hasta de sacar de su tumba a dos que allí se pudrían: Lula y el PT.
Actualmente, el golpismo comprende que ya perdió el timing para la prisión de Lula da Silva, que no puede dejar de realizar aunque fuese por algunos días o semanas. Pero teme la eventual reacción popular contra la prisión, que puede sobrepasar de lejos las filas del petismo y aliados en reorganización. Teme también una explosión popular al estilo de 2013, y esa posibilidad parece reforzada por las demostraciones anti-gobierno en el Carnaval. Esta situación eventualmente explosiva se fortalece con la defección, aunque todavía pasiva, de enormes facciones semi-golpistas, fenómeno muy semejante al ocurrido después del golpe de 1964, durante el gobierno liberal de Castelo Branco (1964-1967).
La intervención militar en el Estado más politizado de Brasil se inserta armoniosamente en ese escenario. Desvía la atención, tal como se ha propuesto, del fracaso del gobierno en la imposición de la destrucción ("reforma") de la previsión social. Reconquista, aunque fuese transitoriamente, el apoyo de los sectores medios pero no solamente ellos, que se acoplan a la tesis de los medios de comunicación de que habrá un fin de la violencia, y que eso se logrará por la imposición de la violencia militar. Destaquemos aquí el silencio y las críticas recortadas de Marcelo Freixo (diputado del PSOL), e incluso de la dirección nacional del PSOL hacia la intervención militar, temiendo confrontar con esos segmentos de opinión pública.
Sobre todo, la intervención militar coloca, por primera vez desde el fin del golpe de 1964, una enorme región bajo autoridad militar, dificultando al mismo tiempo eventuales manifestaciones en Río de Janeiro, cuando ocurra la ya posiblemente muy próxima prisión de Lula da Silva. Facilita el eventual apoyo al golpe en Venezuela.
Y, antes que nada, la intervención crea las condiciones para una redefinición de los poderes civiles y de las fuerzas militares en el nuevo orden post-2018, que se mantendrá en forma creciente, a través de la represión directa a la izquierda, a los trabajadores, a la población.
>Mario Maestri
Plantearemos nuestra hipótesis de trabajo yendo de lo general a lo particular, mundo-continente-país.
En el plano general tenemos, por un lado, el programa del capital hegemónico de descalificación general y mundial de las condiciones de trabajo y de vida de la población; por el otro, la disolución de los núcleos estatal-burgueses ruso y chino, reduciéndolos a la situación semi colonial. El primer movimiento ha sido impulsado en todo el mundo desde hace décadas, para cualquier país sin excepción. Y el segundo ha ganado velocidad en los últimos años, en la confrontación directa prácticamente ya con Rusia, y con China en forma secundaria.
La victoria de este programa garantizaría al capital hegemónico, en etapa senil, largas décadas de supervivencia en el contexto de la reorganización semi-barbárica de los trabajadores y de la población, no sólo de los países periféricos como en el pasado. Actualmente eso es Haití, pero lo vemos en forma todavía relativa aunque creciente, también en USA, Suecia, Alemania, Bélgica, Italia, etc. Es innecesario decir que esta propuesta ya está colocando al mundo al borde de un enfrentamiento nuclear, en el mejor de los casos.
En Brasil, en 2016, el golpe institucional buscó-y alcanzó- realizar un salto de calidad en el nivel de explotación creciente de los trabajadores en particular y de la población en general, que el PT - partido burgués con base electoral popular - no estaba en condiciones de hacer. Fue su objetivo, también alcanzado, someter al Estado, ya bajo el control superior del imperialismo estadounidense, al proyecto de este último que hemos señalado.
El posible derrocamiento de Maduro con el fin del chavismo venezolano se convertiría en la concreción del proyecto que no estaría ya tan sólo en el horizonte. Eventualmente, se haría a través de golpe militar interno apoyado desde fuera de fronteras especialmente por el ejército brasileño y colombiano. El viaje de Temer a Roraima y el reciente pronunciamiento del secretario de Estado de EEUU, Rex Tillerson, contra la influencia de Rusia y China en Centro y Sudamérica señalan una posible aceleración de ese proyecto, ya que Venezuela es el principal aliado de Rusia y China en las Américas.
En los últimos años en Brasil, a través del golpismo, se construyó un régimen de formato conservador -en buena parte en un contexto de la colaboración irresponsable petista- de cuatro grandes brazos económico-institucionales: los grandes medios; el Parlamento fisiológicamente conservador; la Justicia, con destaque de sus instancias superiores; y la alta oficialidad de las fuerzas armadas. El quinto brazo Ejecutivo, esencial para el proyecto, fue conquistado con el golpe de 2016, lo que permitió su implantación plena.
Tenemos que e destacar que el golpismo y la disolución acelerada de la hegemonía de las clases dominantes burguesas sobre el país, es un proceso político que viene de antes en el plano económico-social: el agravamiento en las últimas décadas del carácter neocolonial de Brasil en un violento proceso: privatización de las empresas públicas; desnacionalización de la producción; dependencia tecnológica; retroceso relativo de la producción industrial; explosión general del endeudamiento público, etc.
La voracidad de los intereses golpistas, en todos los niveles, exigiendo todo aquí y ahora, asociado al equipo presidencial constituido por trepadores asaltantes de caminos, efectivizaron la planeada degradación inmediata de las condiciones de trabajo y de existencia de la población. Todo esto dado sin mayor resistencia, debido a las condiciones estructurales del mundo del trabajo en Brasil y a la acción desmovilizadora de enorme parte de la izquierda, no sólo petista, enfocada en mantenerse como parte de la representación política institucional, por elecciones que incluso ya estaban viciadas.
Sin embargo, ese movimiento resultó en una gran degradación social y económica del país, que ahora el golpismo tiene dificultades en administrar ante las próximas elecciones, a las que deberían seguir modificaciones institucionales esenciales para marginar a la población de la farsa electoral misma. Y esto viene además con las grandes privatizaciones - Petrobrás, CEF , BNDES, etc.
El golpismo no tiene todavía un candidato mínimamente viable. Y el gobierno Temer resultó al revés, terminó siendo un gigantesco Viagra, un levantamuertos capaz hasta de sacar de su tumba a dos que allí se pudrían: Lula y el PT.
Actualmente, el golpismo comprende que ya perdió el timing para la prisión de Lula da Silva, que no puede dejar de realizar aunque fuese por algunos días o semanas. Pero teme la eventual reacción popular contra la prisión, que puede sobrepasar de lejos las filas del petismo y aliados en reorganización. Teme también una explosión popular al estilo de 2013, y esa posibilidad parece reforzada por las demostraciones anti-gobierno en el Carnaval. Esta situación eventualmente explosiva se fortalece con la defección, aunque todavía pasiva, de enormes facciones semi-golpistas, fenómeno muy semejante al ocurrido después del golpe de 1964, durante el gobierno liberal de Castelo Branco (1964-1967).
La intervención militar en el Estado más politizado de Brasil se inserta armoniosamente en ese escenario. Desvía la atención, tal como se ha propuesto, del fracaso del gobierno en la imposición de la destrucción ("reforma") de la previsión social. Reconquista, aunque fuese transitoriamente, el apoyo de los sectores medios pero no solamente ellos, que se acoplan a la tesis de los medios de comunicación de que habrá un fin de la violencia, y que eso se logrará por la imposición de la violencia militar. Destaquemos aquí el silencio y las críticas recortadas de Marcelo Freixo (diputado del PSOL), e incluso de la dirección nacional del PSOL hacia la intervención militar, temiendo confrontar con esos segmentos de opinión pública.
Sobre todo, la intervención militar coloca, por primera vez desde el fin del golpe de 1964, una enorme región bajo autoridad militar, dificultando al mismo tiempo eventuales manifestaciones en Río de Janeiro, cuando ocurra la ya posiblemente muy próxima prisión de Lula da Silva. Facilita el eventual apoyo al golpe en Venezuela.
Y, antes que nada, la intervención crea las condiciones para una redefinición de los poderes civiles y de las fuerzas militares en el nuevo orden post-2018, que se mantendrá en forma creciente, a través de la represión directa a la izquierda, a los trabajadores, a la población.