Resultado de una "revolución por etapas" 
> Una opinión personal

En Venezuela, después del clímax la tormenta amainó algo. "Por ahora" como decía Chávez.

La oposición de derecha no pudo impedir la Constituyente y vuelve a dividirse. Trump no encontró la base para una agresión inmediata, y además ya tiene bastante con Corea. Y el gobierno de Maduro sigue empantanado.

Es momento de un balance. Si lo urgente aflojó es necesario darle algo de lugar a lo importante, y con eso queremos decir la perspectiva estratégica para el cambio social. De hecho, esta desatención prolongada a lo estratégico es una actitud negadora.

Vamos a tirar algunas ideas al respecto, habrá que abordar el tema en varias notas y en esta solamente lo presentamos. La experiencia de la llamada “revolución bolivariana” ha hecho suficiente camino como para aprender de ella, y lo que nos enseña es de enorme importancia.

Tiene un gran mérito: Llevar una concepción estratégica a un grado tal de desarrollo, que sus fallas esenciales rompen los ojos. 

Y un mérito más: No se siguió tal camino por aplicar en forma escolástica una cierta doctrina; el rumbo fue impuesto por los hechos. 

Los grandes eventos de la historia no pasan porque a alguien se le ocurra, líder, partido, genio o lo que sea. Pasan debido a cambios en la relación de las fuerzas sociales, y sobre esa base emergen las concepciones políticas producto de esas fuerzas sociales en disputa. Pero la concepción que ha estructurado el cauce de las acciones políticas en Venezuela -que consideramos equivocada- no es cosa de su exclusiva responsabilidad, nos toca a todos.

Contextualicemos. 

Hacia principios del siglo o un poco antes, se fue agotando políticamente en todo el continente el modelo neoliberal en democracias acotadas que vinieron a continuación de las dictaduras militares. Se fue entonces presentando de hecho, para el sistema dominante, una situación del tipo si queremos que todo siga como está es necesario que todo cambie”. 

Lo que vino entonces como fenómeno histórico fue producto de esa determinada relación de fuerzas sociales. Y tuvo formas muy diversas según el escenario concreto, a tal punto que para muchos era difícil -y aún hoy lo es- reconocer que los pájaros que volaban juntos tenían -en definitiva- el mismo plumaje, pese a diferentes matices de color y trino.

Hagamos primero un esquema aproximado del fenómeno general. Después vamos a lo particular.

La relación de fuerzas que tuvimos en nuestro continente en ese momento puede plantearse así:

> Los de arriba comenzaron a tener problemas para la continuidad de sus formas políticas tradicionales de dominio (no necesariamente todas las formas de dominio);

> y los de abajo estábamos muy lejos de poder llevar adelante una verdadera ruptura de esa dominación y del orden social (el por qué de esa debilidad ya es otro tema). 

Se produjeron entonces, pasaron por esa "ventana", una serie de recambios políticos que intentaban ir "por el medio" de esos dos rumbos polares opuestos.

En una forma amplia -con un abanico de variantes- los mal llamados gobiernos "progresistas" que fueron llegando son socialdemocracia. Regímenes políticos de continuidad del capitalismo con mejoras parciales de descompresión en las condiciones de vida de los explotados. Ese es el esquema general.

Fueron llevadas adelante, a veces pero no siempre, por fuerzas de tradición de izquierda adaptadas expresamente a esta función, que no representan los intereses de clase de los explotados aunque lleven adelante esas políticas de descompresión. Toda la "ingeniería política" desplegada es para ajustar una cosa con la otra.

En un esquema de juego de suma cero, es una situación en "punto en silla de montar": el máximo en un eje y el mínimo en el otro.

Es el punto en que un bando -los explotados- puede llegar a un "máximo," al tiempo que el otro -los explotadores- se reducen a su "mínimo" (en realidad no se reducen tanto). Los de arriba conceden y los de abajo obtienen, pero siempre dentro de los límites del "juego", el espacio compatible con la estructura social y el mantenimiento de la naturaleza de la explotación. Este "empate" relativo e inestable, producto de una coyuntura especial, se mantiene hasta que una de las dos partes se siente o bien en condiciones de, o bien forzada a, "patear el tablero".

Dentro de este esquema general -que tiene los límites de toda generalización- hay casos en que aparecen actores diferentes. Cuando la izquierda reformista histórica es demasiado débil, o ha quedado demasiado desprestigiada como para representar ese papel, lo debe jugar otro. A veces lo cumple alguna "versión mejorada" de las fuerzas burguesas tradicionales. Si esto tampoco es posible, aparece generalmente un "outsider", un "paracaidista" político que llena el vacío arrastrado por la marea e improvisando sobre la marcha. 

En estos casos, la forma política de las circunstancias nos puede recordar en algo el populismo que se dio en algunas partes de nuestro continente hace varias décadas (Vargas, Perón, a mediados del Siglo XX). Cambia el actor y el vestuario, pero las líneas fundamentales el guión se parecen, porque es un guión impuesto por la realidad de base.

Hablamos de populismo en ese sentido "ortodoxo". No como descalificación que viene bien para cualquier cosa, como es común en la actual moda "populista anti-populista" de la derecha que hace exactamente lo mismo que dice rechazar, un discurso demagógico y superficial. Populismo, en la historia de nuestro continente, ha sido el fenómeno político de desborde de la política oligárquica y sus formas liberales por una marea popular inorgánica encabezada por liderazgos políticos de tipo caudillista, pero siendo siempre un proyecto político capitalista y con esas mejoras necesarias de descompresión social.

Pero si bien el caso particular en el que ahora entraremos, el proceso bolivariano o chavismo, tiene cierto parecido con ese viejo populismo, hay diferencias evidentes y esa caracterización se le aplica sólo a medias.

Veamos primero las semejanzas: Son gobiernos capitalistas, se mantienen expresamente dentro de ese límite, llevan adelante políticas reformistas de mejora de las condiciones de los explotados no por fuera sino desde dentro del capitalismo.

Con dentro del capitalismo queremos decir: mantenimiento de la propiedad capitalista de los medios de producción, de la explotación del trabajo asalariado, y de las formas políticas y represivas del Estado burgués. Este mantenimiento se da "naturalmente".

En este caso además, y para peor, se mantiene también y bastante peor, la estructura de la dependencia. Es capitalismo, pero además capitalismo dependiente.

Pero en el cómo de ese naturalmente tenemos la diferencia, y es muy significativa. Que haya que mantenerse dentro de los límites del capitalismo se da como algo indiscutible, pero la fundamentación es muy diferente.

Aquel viejo populismo -como el "justicialismo" en Argentina- era expresamente anti-socialista. Estaba para ofrecerle a las masas explotadas otra cosa diferente al socialismo obrero revolucionario, al "socialismo" de la URSS o la socialdemocracia europea occidental. La "naturalidad" con la que se mantenía dentro del capitalismo surge de rechazar una opción de ruptura con él. y la rechaza precisamente por ser anti-socialista.

La posición política del chavismo frente a ese problema es totalmente diferente porque la época es diferente. Lo paradójico, aunque explicable, es que eso ocurre porque pertenece a otro tiempo en el que el "socialismo real" ya ha desaparecido de la escena, completamente desprestigiado

Porque el derrumbe de ese "socialismo" (del que hablaremos en notas siguientes) no trajo un "fin de la historia" con capitalismo perpetuo, todo lo contrario. Así, la demanda de un cambio social anticapitalista se unió al rechazo de aquel "socialismo" fracasado; en ese vacío y en la búsqueda de una perspectiva histórica para esa ola popular sobre la que navegaba el chavismo surgió la idea del "Socialismo del Siglo XXI" como una nueva propuesta fundante.

Pero el programa chavista nunca fue de ruptura inmediata con el capitalismo, ni siquiera en su discurso planteó sus objetivos en esos términos. ¿Cómo conciliar, entonces, la aspiración anticapitalista con la práctica real capitalista?

Pues con la teoría del "por ahora", que es la forma de presentar hoy la vieja idea de ayer de la revolución por etapas. Vamos a construir el socialismo, sí, pero primero hay que transitar por una etapa de desarrollo nacional junto a unos semi-aliados burgueses que pese a ello son en parte anti-imperialistas, por sus intereses.

Esa simbiosis entre política real y justificación política no es invento de nadie, es el formato que dictaron las condiciones históricas.

Una de las cosas más llamativas es que el aporte teórico para vestir la práctica política de la revolución bolivariana (en general producto de la precipitación de los hechos, práctica sin duda oportunista pero un cierto grado de oportunismo resulta siempre inevitable) con las viejas ropas de nuevo lavadas y planchadas de la "revolución por etapas" del manual estalinista, haya venido ahora de pensadores de trayectorias anti-estalinistas. En notas previas señalamos algún caso de conocidos teóricos trotskistas, que deberían estar en la vereda de enfrente de la "revolución permanente".

Vamos ahora por otro lado, trayendo la palabra de un "foquista". 

"...para nosotros [la etapa de liberación nacional] siempre fue un requisito determinante y previo. Estoy más cerca de Marx que de Lenin, porque no creo que una sociedad pobre, intelectualmente sometida y sin una alta capacitación pueda plantearse la construcción de una sociedad superior. De pretenderlo, se puede construir un monstruito, como ya ha pasado".

Esto lo dijo José “Pepe” Mujica, reportaje de Carlos Caillabet, julio de 2004. Es una formulación telegráfica de la teoría de la revolución por etapas. Es interesante, porque esta alusión al límite de las llamadas condiciones objetivas viene de los que sostenían "las condiciones se crean".

Subrayamos lo que nos parece clave.

> Nuestras sociedades son pobres y sometidas, no tenemos un desarrollo de recursos propios. No está en condiciones por tanto de plantearse YA la construcción de una sociedad superior, (o sea IGUALITARIA).

> Eso es determinante, no hay escape.

> Obliga a una etapa previa de liberación nacional, o, en otras palabras, un capitalismo nacional, la historia se juega en el marco de las naciones y los Estados-nación, y para enfrentar al imperialismo hay que tener una nación dentro del capitalismo mundial. Eso es lo quiere decir "liberación nacional", liberación de las capacidades de desarrollo capitalista en el marco nacional, progreso capitalista nacional.

> Y si no hacemos eso terminaremos en un MONSTRUITO, o sea: la barbarie estalinista resultante del intento revolucionario de Octubre es el producto inevitable de intentar violar esa ley de hierro.

Mujica no lo dice aquí, pero sabemos que está de acuerdo con Chávez en el otro aspecto de la fórmula aunque no haga bandera, Chávez sí, Mujica no porque no es tan bol(udo)variano y su aporte y porte es más bien la triste y filosófica resignación del preso y no la gala del milico: las fuerzas armadas patrióticas.

Aunque Chávez no repita el racismo oligárquico de Bolívar comparte con él su fórmula básica. Porque bien sabemos que nuestra pobreza, incapacidad y sometimiento intelectual no comprende apenas a los sectores subalternos de nuestra sociedad, sino a los dominantes. La burguesía es estructuralmente burguesía colonial, en doscientos años estuvo "no haciendo otra cosa que cambiar patrón" y tampoco se plantea hoy otra cosa. Chávez retoma la idea bolivariana de rellenar con milicos el vacío burgués.

No sólo las fuerzas armadas, por supuesto, pero junto con las fuerzas armadas y no contra, y junto con los sectores progresistas de la intelectualidad, los técnicos de la modernización productiva, los "líderes", todo eso dentro de la "autonomía relativa del Estado". 

O sea, si en las ideas querés estar "más cerca de Marx" ponele el nombre: bonapartismo.

Bonapartismo y aparatismo, "por ahora", dentro de los marcos del modo capitalista de producción, intentando un desarrollo capitalista autónomo, y capitaneando la "pueblada" (el estilo político verticalista ampliado). Eso es básicamente la revolución bolivariana, y es la primera vez que el esquema doctrinario de la "revolución por etapas como transición al socialismo" sale del mundo de la doctrina al mundo de los hechos.

Sale de la Caverna y se encuentra con la luz del sol, sale del vestuario y el pizarrón y pisa la cancha y a jugar.

¿Y qué pasó? SIEMPRE, en el mundo de los hechos, se va a terminar en cierta forma en un "monstruito", y en este caso vaya que sí. Querías escaparte de Drácula y te agarró Chucky.

No importa si Marini y Vania Banbirra, no importa si Amín o Gunder Frank, no importa si Mariátegui y Quijano Obregón, no vamos a repetir acá las críticas a una teoría recordando otra teoría (aunque ahora menos que nunca la vamos a dejar de lado), porque hablaron los hechos. Y no tiene sentido relativizar la relevancia de los hechos por las limitaciones de la realidad (la guerra económica, por ejemplo) porque esa es la condición de los hechos, lo "determinante". No vamos a quejarnos del sol para volver a la Caverna.

Pasó lo que pasó con los hechos. Por supuesto, muchas cosas quedan pendientes.

> Hubo previamente otras experiencias fracasadas, y a ellas tampoco volveremos.

> El problema de la construcción del socialismo igualitario a partir de una sociedad cuya formato capitalista previo se forja en condiciones de dependencia, sigue siendo un problema sin resolver.

> Los problemas de la época, estrategia, táctica, metodología, planos de la realidad, sujeto histórico, sin duda no se agotan aquí.

De modo que esto es lo que dicen los hechos:

En las relativamente mejores condiciones posibles,

> Economía rentista, sí, pero con una renta muy importante y segura y por un recurso monopólico.

> Dentro del mercado mundial, sí, pero en momento de precios internacionales muy favorables, y control estatal parcial de la redistribución.

> En un mundo dominado por el imperialismo, sí, pero en el período de decadencia de la hegemonía imperial, emerger de un nuevo multilateralismo, y momento en que afloran contradicciones internas en el propio centro imperial.

> En la periferia colonial, sí, pero en momentos en que los intentos de cambio se propagan por el continente.

> En un régimen burgués, sí, pero el momento ruinoso de formas políticas tradicionales de la burguesía, pagando las consecuencias de su misma inoperancia, que ni siquiera ahora ha podido superar.

¿Cuáles fueron los resultados?

> No se superó el esquema de monoproducción exportadora. No hubo diversificación productiva ni desarrollo industrial. Ni por asomo una soberanía alimentaria, tampoco tecnológica. No hubo logros estratégicos.

> La acumulación de la renta obtenida no logró romper la dependencia financiera del exterior; por el contrario, la deuda externa se multiplicó en grado extremo.

> El bonapartismo militarista "brazo armado" se transformó en un cáncer. Ocupó el lugar de la vieja elite política corrupta sobre cuya denuncia y escarnio ascendió el movimiento bolivariano.

> No se pudo construir un movimiento social popular autónomo del Estado, ni siquiera un doble poder. Y es en estas condiciones que el apoyo popular al proceso comienza a agotarse. También se apaga a nivel internacional la "chispa que podía enceder la pradera". Comienza el aislamiento.

Hay más, pero la dejamos por acá. ¿Por qué ha ocurrido todo esto? Dejemos de lado lo anecdótico. Ha ocurrido por entrar en el camino muerto de la "revolución por etapas", de la "liberación nacional" dentro del capitalismo.

Ni prendemos agotar el tema. Apenas estamos pretendiendo señalar por dónde habría que empezar a hablarlo. 

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