Rosa. Verdad y mentira del "levantamiento espartaquista" (I-Planteamiento)

A cien años de su asesinato - Una opinión personal


"¡Actuar! ¡Actuar! Con coraje, resolución y consistencia, ese es el deber y la 'maldita' obligación de los dirigentes revolucionarios y los líderes de un partido socialista sincero. Desarmar la contrarrevolución, armar a las masas, ocupar todas las posiciones de poder. ¡Actuar rápido! La revolución obliga. Sus horas cuentan como meses, sus días como años, en la historia mundial. ¡Que los órganos de la revolución estén al tanto de sus altas obligaciones!" 
Rosa Luxemburgo, ¿Qué están haciendo los líderes, 7 de enero de 1919


Como era de esperar, a los 100 años del asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht (15 de enero) abundan los homenajes y las notas que los recuerdan. Lo que sigue ausente es ir al fondo del problema. Que es, en nuestra opinión:

- Si la revolución socialista proletaria que ellos y muchos otros plantearon es una necesidad histórica ¿por qué cien años después sigue sin realizarse?

- Mucho puede decirse sobre este tema, pero ¿qué aporta en esto el pensamiento de Rosa?

En esta serie de notas que hemos iniciado (Rosa, la botánica) debemos hacer algunos ajustes a nuestro plan original. Dedicaremos una nota especial a Liebknecht, haciendo énfasis en su antimilitarismo consecuente, que tiene enorme vigencia hoy, y aquí. No podemos pasar por alto que el crimen fue ejecutado por fuerzas paramilitares como las que existen hoy en varios países de nuestro continente, y su discurso emerge en el nuestro, pero en ese caso actuando bajo órdenes de un gobierno socialdemócrata. Por eso, primero es necesario ubicar históricamente los acontecimientos.

En muchas de las notas publicadas en estos días se habla de "levantamiento espartaquista", "intentona revolucionaria", etc. Nos parece imprescindible dejar clara la verdad histórica. De otra forma, el homenaje no tiene sentido.

Vamos a desarrollar los siguientes temas:

1) Contexto internacional de la Revolución Alemana del 9 de noviembre de 1918
2) Desarrollo de ésta hasta el Congreso Fundacional del Partido Comunista Alemán.
3) Planteo de Rosa en ese Congreso (30 y 31 de diciembre, 1 de enero)

En una próxima nota veremos específicamente los acontecimientos de 5 y 6 de enero de 1919, las secuelas y los crímenes del 15 de enero, y las conclusiones.


En lo que sigue retomaremos en gran parte el trabajo en co-autoría escrito con Gabriela Sarasúa en 2012, publicado luego en la revista argentina Herramienta. (En el principio era el hecho). 

En noviembre de 1917, con la Revolución Rusa se abre un período histórico. No hay una opinión única sobre su cierre. Pero no puede decirise que ese período se abriera con el triunfo de esta Revolución y nada más. Lo que realmente marca la historia de ese momento y lo que luego vendría, es la bifurcación de los “dos noviembres” :el triunfo de la Revolución Rusa junto al fracaso paralelo de la Revolución de Noviembre (1918-1919) en Alemania. No el triunfo bolchevique, sino el triunfo bolchevique aislado. Aislamiento que es feedback negativo, distorsiona la revolución rusa y devuelve la distorsión ampliada al movimiento revolucionario mundial. 

Durante ese año, surgen levantamientos en varios países europeos, como Hungría y su breve Comuna de1919; sin embargo, aun en el improbable caso de haber sobrevivido, no podría haber aportado el auxilio proletario y complemento industrial necesario para los bolcheviques. Este debía provenir de Alemania. Esta expectativa revolucionaria era vieja. En febrero de 1848, el Manifiesto del Partido Comunista destaca la inminencia de la revolución en Alemania, que estallaría al mes siguiente, y fracasaría. 

Según el modelo de la Revolución Francesa, las revoluciones burguesas anunciadas en el continente derrocaría los antiguos regímenes; se esperaban repúblicas acordes al desarrollo capitalista burgués que había madurado en el seno de la vieja sociedad. Pero Europa había cambiado, el modo capitalista de producción había mostrado sus límites y contradicciones internas, y como consecuencia de su desarrollo, la clase de los proletarios modernos entraba en escena. La esperanza era que el cambio político abriese la puerta a un cambio social más profundo, que desbordara el límite burgués. Y en ningún otro lugar, como en Alemania. 

Acertado y equivocado. Se produjo la revolución en Alemania y la débil burguesía no alcanzaba para constreñirla al orden burgués. Aunque, por esto mismo, fue inconsecuente con el programa democrático; prefirió el matrimonio de conveniencia con las viejas clases dominantes, que también prefirieron adaptarse que desaparecer. Abortada la revolución, una simbiosis entre la burguesía industrial y el militarismo prusiano conduciría a Alemania a la unificación de sus muchos estados heredados del feudalismo, y en forma vertical, hacia un rápido desarrollo capitalista. 

El modelo de revolución permanente que Marx y Engels esperaban ocurrió en Rusia setenta años después, mientras que allí se esperaba en cambio una revolución democrático-burguesa al estilo francés, ni los bolcheviques pensaron otra cosa. Lenin, rápidamente, cambió a medias y con grandes resistencias ese esquema en abril de 1917; la visión difusa de Trotsky de 1905 había quedado enterrada hasta por él mismo, aunque Luxemburgo también había adelantado una idea parecida. 

La burguesía rusa era mucho más débil, inmadura e inconsecuente que la alemana de 1848;l as contradicciones del capitalismo mundial se habían profundizado, y el proletariado, además de haber entrado en escena, ya disputaba un rol protagónico. El orden burgués se hundió llevando el país a la ruina. Los hechos pusieron a Rusia ante una revolución solitaria, para la cual no tenía condiciones; los bolcheviques esperaban el refuerzo de la revolución alemana. 

Esa contingencia también había sido prevista en cierta forma por Marx y Engels tanto en el prefacio a la edición de 1872 del Manifiesto del Partido Comunista como en la respuesta de Marx a los populistas rusos, cuando las relaciones sociales capitalistas en Rusia no habían madurado aún. Una revolución democrática, pensaban ellos, podía terminar llevando a Rusia al comunismo, siempre y cuando fuese complementada por la revolución obrera en Europa. 

En 1917, Rusia ya había dejado atrás el tiempo de la comuna rural y entraba irreversiblemente en el capitalismo, pero éste, débil y dependiente, no pudo darle un nivel de autosuficiencia productiva. Seguía faltando ese complemento. La hipótesis de Marx de revolución en un país atrasado de comunas campesinas, complementada por la solidaridad proletaria de un país industrial más avanzado, se cumpliría más tarde y de otra forma, cuando la Revolución China de 1949 recibió -por un breve período- el aporte de la URSS industrializada. Y no fue que el desarrollo industrial condujo, en Rusia, a una revolución obrera, sino que la revolución obrera abrió un camino no capitalista de desarrollo industrial. Pero en 1917, habiendo dado la señal, los rusos esperaban que la clase obrera europea se levantase para ayudarlos a salir del atraso y el aislamiento. 

En 1923, dice Zinoviev, presidente de la Internacional Comunista: “La revolución proletaria está llamando a la puerta de Alemania... tendrá la ventaja de contar con la experiencia rusa, y no repetirá [sus] errores” . 

Sí, hoy hablamos con el diario del lunes en la mano. Pero las palabras de Zinoviev ceden a esa ingenuidad tan común: ver solo un equipo en la cancha. 

Tomaremos algunas partes del discurso de Luxemburgo ante el Congreso fundacional del KPD (Partido Comunista de Alemania). Queremos, primero, recuperar su pensamiento, pero no como doctrina o polémica abstracta, sino como protagonista vivo de lucha. Y además analizar los conceptos que plantea: situación revolucionaria, socialdemocracia, contrarrevolución preventiva, especificidad de la revolución proletaria, partido, masas, espontaneidad y auto-actividad [Selbsaktivität], organización, y la alternativa inexorable de socialismo o barbarie. Pero no viéndolos como cosa juzgada, sino como se los ve desde la escena en plena lucha. Un pensamiento no tiene vigencia, sino a condición de cobrar vida en la lucha presente. 

No cualquier ojo nos servirá para eso, sino aquel que haya podido ver en el momento, más allá de los hechos inmediatos, todo el paisaje, hacia atrás y adelante. No había solo un bando en Alemania, y fue la burguesía quién más pronto aprendió de la experiencia rusa y previno los errores. El régimen imperial se hundía. Pero la burguesía alemana no era vasalla de algún capital extranjero, sino dueña de sí; ella y el militarismo, en vez de agotarse hasta el último aliento como en Rusia, guardaron la reserva para hacer frente a la revolución social que vieron venir. La “democratización” fue su repliegue defensivo. También en los aliados estuvo la inquietud de no empujar a Alemania al “bolchevismo”. 

La paz, esquivando la capitulación total, guardó al alto mando alemán también una reserva moral para atribuir, luego, la derrota a la “puñalada a traición del socialismo”. Se delegó la represión más dura a los Freikorps (paramilitares) y se logró conservar –no sin problemas– la cadena de mando. La Revolución de Noviembre que derribó al Kaiser fue un “febrero sin octubre”, porque si no pudieron detener la revolución en Rusia, en Alemania sí. 

El 9 de noviembre asume el gobierno el SDP y el USPD. Hay movilizaciones de masas y se crean espontáneamente consejos de obreros y soldados, pero estos reconocen la autoridad de ese gobierno. La Liga Espartaco era muy minoritaria y funcionaba como fracción dentro del USPD. Al negarse la dirección del partido a convocar un congreso, la Liga rompe con el USPD;y luego, junto con el grupo más pequeño de comunistas internacionalistas (IKD), forman el KPD. Tan a las apuradas se hacían las cosas, porque la realidad los corría, que mientras el Congreso se reunía en una sala, en el cuarto contiguo se hacía la reunión para negociar esa unificación. 

El Congreso fundacional se reúne el 30 de diciembre de 1918. Rosa Luxemburgo era partidaria de participar en las elecciones a la Asamblea Nacional que se anunciaba para enero, pero la mayoría se oponía. Salvo indicación en contrario, las citas son de su discurso del 31 de diciembre. 

Para Luxemburgo, la situación revolucionaria en Alemania colocó nuevamente en escena “la tarea inmediata de la revolución proletaria [...] una situación similar a la de Marx y Engels cuando escribieron su Manifiesto Comunista” y planteó una revolución política que produjo una transformación social radical. 

Siguiendo sus pasos, Rosa señala que los textos de Marx entre 1872 y 1895 critican su visión del ‘48 porque el desarrollo capitalista en Europa era, por entonces, muy incompleto, y la estructura posterior del Estado burgués pondría fin a la era de las revoluciones por arriba de tipo jacobinas. Esos textos proponen para el nuevo tiempo el trabajo político y partidario de largo aliento, despertando la conciencia de las masas obreras. 

En Alemania el crecimiento industrial y la expansión capitalista trajeron un proletariado moderno: tres cuartos del país, concentrado, organizado, calificado y culto. Con ello, un vasto movimiento obrero; sindicatos de dos millones de afiliados; y un gran partido socialista de masas que inauguró el formato de máquina piramidal del partido político moderno con un millón de afiliados,doscientos periódicos, una red de asociaciones cubriendo todas las esferas y funcionarios rentados, profesionales y electivos. Pero en vez del gen jacobino era el prusiano. Ese movimiento obrero no tenía una tradición revolucionaria de masas que heredar. Su práctica era burocrática, oportunista y conservadora, de apego a las conquistas parciales, cada vez más integrado a la expansión capitalista. 

Era el Programa de Erfurt (1891): división entre el programa máximo, “el socialismo como lucero distante”, y el programa mínimo que realmente cuenta,“la mezquina lucha cotidiana sindical y local”. No solo se descarta la lucha callejera del ‘48, sino todo enfrentamiento radical con la burguesía; “parlamentarismo y nada más que parlamentarismo”. Eso lleva al colapso del 4 de agosto de 1914, cuando la socialdemocracia vota los créditos de guerra, traicionando el compromiso internacionalista. 

Si la burguesía alemana incorporó la tecnología industrial más moderna, el partido obrero alemán hizo lo suyo con la última palabra de la cultura obrera: el marxismo. Pero, según Rosa Luxemburgo, un “marxismo sustituto”, una forma ideológica degenerada hacia el evolucionismo positivista. 

Volver a la perspectiva de 1848, pero “con la ventaja adicional de setenta años de desarrollo capitalista... y también del movimiento obrero socialista”. “También vuelve el verdadero marxismo [que estuvo] cavando como un topo bajo los cimientos de la sociedad burguesa”. En este sentido, la nueva revolución no puede repetir el viejo modelo de la revolución política por arriba en la que la irrupción de las masas era un acontecimiento inorgánico y momentáneo sobre el que se apoyaba una elite organizada y centralizada. 

Lo que en 1872 era perspectiva futura, en 1918 es realidad presente. Las grandes masas entran en escena. La revolución por abajo es un fenómeno orgánico con su forma propia, instrumento de decisión y acción descentralizada: los consejos de obreros y soldados. 

Luxemburgo había expuesto en 1904 la diferencia entre el método y estilo organizativo heredados de la revolución burguesa y la línea de masas propia de la revolución proletaria, polemizando con Lenin en “Problemas organizativos de la socialdemocracia rusa”. Resulta notable además que, aquí, su discurso señale las insuficiencias del texto de Engels de 1895, la “Introducción” a Las luchas de clases en Francia de Marx. Ella ignoraba que dicho texto que había sido censurado por August Bebel, quien había suprimido las referencias a la futura lucha insurreccional. Porque con el planteo de Rosa, el original y sin censura de Engels coincide plenamente: 

"La época de los ataques por sorpresa, de las revoluciones hechas por pequeñas minorías conscientes a la cabeza de las masas inconscientes, ha pasado. Allí, donde se trate de una transformación completa de la organización social, tienen que intervenir directamente las masas, tienen que haber comprendido ya por sí mismas [...] por qué dan su sangre y su vida [...] Y para que las masas comprendan lo que hay que hacer, hace falta una labor larga y perseverante. Esta labor es precisamente la que estamos realizando ahora”.  

Por tanto, la primera cuenta a saldar es programática (sigue Rosa) :“Nuestro programa se opone deliberadamente al principio rector del Programa de Erfurt [...] liquidamos un proceso de setenta años declarando que no conocemos programas máximos y mínimos; solo conocemos una cosa,el socialismo; esto es lo mínimo que vamos a conseguir”. 

Por lo general, se ha tomado a Luxemburgo como una abanderada de la espontaneidad, negando o desmereciendo, así, su acción organizada. Sin embargo, al comienzo de la revolución, con el auge espontáneo de las masas desbordando los partidos conservadores, es decir, cuando el momento parecía darle la razón a la idea de lo puramente espontáneo, la encontramos fundando un partido político revolucionario y discutiendo su programa, estrategia y táctica. Y aun quedando en minoría por las propuestas políticas que deduce, se centró en el otro aspecto, la “insuficiencia y debilidad” del movimiento espontáneo y las tareas necesarias para su superación. 

"La revolución vino después de cuatro años de guerra [y] tutela de la socialdemocracia y los sindicatos […] No podríamos esperar que apareciera repentinamente una revolución gloriosa, inspirada en una conciencia de clase definida, dirigida hacia un objetivo concebido con toda claridad […] Lo que ocurrió fue una movilización más o menos caótica, desprovista de un plan razonado, apenas un poco más que la caída del sistema imperialista existente […]

“El único principio persistente y salvador fue la consigna:“Por consejos de obreros y soldados”,que distingue tajantemente a nuestra revolución de todas las revoluciones anteriores, las revoluciones burguesas, [y] une internacionalmente a nuestro movimiento[… Pero] la revolución era tan insuficiente, débil, con falta de iniciativa y de claridad, que el 10 de noviembre, nuestros revolucionarios permitieron que escaparan de sus manos casi la mitad de los instrumentos de poder […] la dirección pasó a manos de individuos que pocas horas antes […] habían resuelto que su principal deber era […]tratar de imposibilitar su realización. 

“Es esta contradicción, entre el impulso revolucionario espontáneo y primordial, y las limitaciones de insuficiencia y debilidad, la que define el drama del momento. 

“Las semanas que transcurrieron entre el 9 de noviembre y el día de hoy están plagadas de toda clase de ilusiones. La primera ilusión de los obreros y soldados que hicieron la revolución fue creer en la posibilidad de unidad bajo la bandera de lo que se hace llamar socialismo […] Hubo otra ilusión, que afectó a la burguesía: que mediante el gobierno autotitulado socialista realmente podrían frenar a las masas proletarias y estrangular la revolución socialista. 

“En estos dos elementos está el nudo gordiano de la coyuntura. Para las masas proletarias el gobierno socialdemócrata es el encargado de llevar adelante la revolución, para la burguesía, en cambio, es el régimen de excepción con la que se intenta contener a las masas.” 

El fin de esas ilusiones marca el punto de giro.“Una tras otra, se han disipado”. “Esto señala el fin del primer acto... la desilusión es mutua, universal”. En este sentido, “los obreros han perdido la ilusión [en que ese fuese] un gobierno socialista”. Por tal motivo, la autora de Huelga de masas, partido y sindicatos parafrasea aquí la vieja frase de Wilhelm Liebknecht “Se ha demostrado que la bandera del 'socialismo' no es sino la hoja de parra que le da visos de decencia a la política contrarrevolucionaria”. 

Luxemburgo recibe la desilusión como “un gran aporte”, “nada hay más dañino que una ilusión, nada sirve tanto a la causa revolucionaria como la verdad desnuda”. Dramáticamente agrega: “Existe un procedimiento revolucionario definitivo mediante el cual se libera al pueblo de las ilusiones, pero, desgraciadamente, la cura exige sangrías”. Desgraciadamente no es aquí una mera palabra. Quince días después sería su propia sangre. 

“… podría pensarse que bastaría derribar al viejo gobierno, poner un gobierno socialista a la cabeza, y proclamar el socialismo por decreto. ¿Otra ilusión? El socialismo no puede ser ni será creado por decreto; lo deben crear las masas, lo debe realizar cada proletario. Distamos de hallarnos en una situación en la que la caída del gobierno garantice el triunfo del socialismo.[Aparecen las características del nuevo capítulo de la revolución:][…] se han producido algunas huelgas, en buena medida espontáneas. Se extenderán más y más, hasta constituir el foco de la revolución. Una revolución económica y, junto con ello, una revolución socialista. Las luchas económicas se intensificarán enormemente [...] la revolución adquirirá ciertos aspectos que para la burguesía no son broma”. 

Con agudeza, muestra la perspectiva final del gobierno del SPD, tal vez de todo tipo de socialdemocracia:“descubren con tristeza que la burguesía ya no los necesita más”.

En las tareas tácticas, lo fundamental es: “No dirijamos nuestra atención hacia la cumbre, sino a la base. Debemos socavar el gobierno destrozando sus cimientos mediante la movilización revolucionaria masiva del proletariado”.
 Los ejes son tres:
i. Extender el sistema de consejos obreros; que asuman todo el poder estatal, ejecutivo y legislativo. Con la educación de las masas porque “[…] aun donde los consejos de obreros y soldados ya existen, no comprenden por qué existen”.
ii. Trabajo político hacia los soldados, armamento de las masas, desarme de la contrarrevolución, democratización del ejército. “El cuerpo de proletarios en uniforme [no es] inaccesible a la influencia socialista”. El gobierno intentó “con la ayuda de los soldados que volvían del frente [...] controlar a los obreros y reprimir toda manifestación de la lucha de clases socialista. […] ¿Qué han logrado? Han reprimido unos cuantos disturbios sin importancia [y] la hidra de la revolución ha levantado su cabeza con más decisión que nunca”.
 iii. Trabajo hacia el campo, crear consejos de asalariados rurales y campesinos pobres.Lo más importante es el concepto de educación de masas: “Nuestro evangelio dice: En el principio era el hecho... Las masas deben aprender a ejercer el poder, ejerciendo el poder. No hay otro camino”. 
 "El socialismo es inevitable, no solo porque los proletarios ya no están dispuestos a vivir bajo las condiciones que les impone la clase capitalista, sino porque si el proletariado no cumple con sus deberes de clase, si no construye el socialismo, nos hundiremos todos juntos. El desarrollo capitalista en gran escala ha llegado tan lejos en setenta años, que hoy nos podemos proponer seriamente liquidar al capitalismo de una vez por todas. No solo estamos en condiciones de cumplir esta tarea, no solo es un deber para con el proletariado, sino que nuestra solución le ofrece a la humanidad la única vía para escapar a la destrucción".
Hasta aquí, entonces, los antecedentes que los hechos del 5 y 6 de enero de 1919, a los que se los conoce falsamente como "levantamiento espartaquista". En una próxima nota veremos esos hechos, las secuelas, y las conclusiones que pueden derivarse. Antes de eso, y porque tiene una importancia fundamental, veremos al otro líder espartaquista asesinado: Karl Liebknecht

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