Jubilaciones A, B y C y la «especificidad» militar
>Una opinión personal
El Senado acaba de aprobar, solamente con los votos del Frente Amplio, el proyecto de reforma de la caja militar, que pasa a Diputados. Mantiene en esencia los privilegios escandalosos de los militares, apenas les hace una pequeña quita. Se tiene, como lo dijo el propio miembro informante de la bancada, Juan Castillo, “miramientos” hacia las Fuerzas Armadas “que nunca se tuvo” hacia otros sectores de la población. Al mismo tiempo se prepara el proyecto de una nueva "ley orgánica" militar.
La primera de tres cosas que deben señalarse aquí es precisamente la comparación de la actitud que se tiene, por un lado con la jubilaciones militares, y por el otro con la jubilaciones en general para las cuales también está planteada una próxima reforma.
Lo segundo, obviamente, es el tema de las fuerzas armadas en el país y el papel que cumplen, algo que surge inevitablemente también en esta discusión en el Senado, que es el terna de fondo y que ingresa ahora en la agenda parlamentaria.
Por último la política de la izquierda en este tema. Vayamos pues por partes, y no agotaremos hoy el terna, que tiene para rato.
Las reformas regresivas de las jubilaciones que se impulsan hoy en todo el mundo son un tema que merece atención prioritaria y la tendrá, aquí sólo daremos una idea general.
Decir qué el problema es que la gente hoy vive más, es escandaloso, vaya «problema». Si vernos en perspectiva la larga historia de nuestra especie, la extensión del tiempo de la vida humana ha sido (con períodos problemáticos como excepción) una constante, y las sociedades siempre se ocuparon de mantener a quienes ya no trabajaban, o trabajaban diferente (como a los que todavía no trabajaban), y sólo en casos muy extremos (como a veces entre los esquimales, y otros) se los abandonaba a morir. Es realmente indignante que hoy se plantee hacer eso (porque es eso) como una consecuencia del progreso.
La verdadera causa del desequilibrio social entre activos y pasivos es la falta puestos de trabajo, y la disminución de la remuneración, calidad y estabilidad del trabajo. Y la causa de eso, a su vez, es la necesidad capitalista de compensar, por medio de la súper explotación del trabajo, la tendencia a la disminución de la tasa de ganancia. Es simple, si los trabajadores ganasen más y tuviesen mayor estabilidad (totalmente posible dado el aumento de la productividad del trabajo), aportarían más, y de ahí saldrían mejores jubilaciones. La reforma regresiva de la jubilaciones es para mantener la mayor explotación del trabajo. El peso muerto no son los ex trabajadores sino los explotadores, que cada vez concentran una parte mayor de la riqueza.
Tocamos acá este tema solamente para hacer visible la diferencia esencial entre la situación de la jubilaciones en general y la jubilación de los militares, pero esta comparación sin duda nos dará argumentos para pelear por jubilaciones dignas.
Es evidente que no puede plantearse para estas fuerzas armadas un gran aumento de efectivos en actividad, ni tampoco un aumento masivo de sueldos; únicas medidas que permitirían recuperar el equilibrio de las cuentas de previsión social de los militares (aunque tampoco, como veremos a continuación) sin descargar el déficit sobre el presupuesto nacional. Pero son medidas impresentables porque obviamente lo afectarían igual, generarían un déficit presupuestal mucho mayor que en vez de salir de un bolsillo del Estado saldría del otro. Aunque no hubiese déficit en ese sistema previsional que tenga que cubrir el Estado porque el sueldo del soldado diese los aportes suficientes, el sueldo del soldado lo paga el Estado.
Un déficit de 400 millones de dólares anuales.
El problema esencial entonces, imposible de resolver en ese marco, es que los militares no producen, son improductivos y por lo tanto siempre deficitarios. El sueldo del trabajador de UTE, ANCAP, etc. sale también del Estado pero su trabajo CREA la riqueza del Estado.
Lo mismo en los servicios gratuitos necesarios que el Estado provee, y cobra indirectamente. Gran ruido se ha hecho porque alguna vez los soldados salieron a recoger la basura en una huelga de municipales. ¿Por qué lo hicieron? Porque es un servicio necesario que no se puede abandonar. ¿Y por qué no se recurrió a policías, maestros, médicos de ASSE? Porque tienen otras cosas para hacer, imprescindibles, que tampoco se pueden abandonar, y no tienen disponibilidad de tiempo inútil.
Hemos incluido en el título de esta nota la palabra «especificidad» tomada del planteo de Javier García, Partido Nacional, en el Senado, pretendiendo justificar la diferencia que se hace con los militares, diferencia escandalosa que llama la atención aun con las quitas a los privilegios militares que el proyecto trae, y a las que se opone, además, ese partido.
Los privilegios de las jubilaciones militares respecto de todas las otras son una nueva versión de las "categorías A, B y C" de la dictadura.
El tratamiento propuesto para la caja militar es el más "benevolente" de los de las cajas paralelas reformadas, y además se han demorado acá veinte años.
Los militares, que hoy al jubilarse siguen cobrando el 100% de su sueldo pasarían a cobrar el 85%, y sería de cualquier manera casi el doble de lo que es para un trabajador común y corriente.
Tampoco se avizora que para la reforma general de la jubilaciones que se prepara se quiera aplicar un criterio de «gradualismo» que retrasaría sus efectos en más de una década como es el caso del gran cuidado que se tiene con los militares.
Tomemos el tema de la edad de jubilación en que ponen también pequeñas reformas, y acá vernos ese "aunque tampoco" que dejamos esperando. Y como lo señala un conocido intelectual, el historiador Guillermo Vázquez Franco, hasta en el lenguaje diferente que se usa se nota la condición de resabio de "señorío feudal" de los militares. Vos y yo nos jubilamos, ellos se "retiran".
"Tampoco", dijimos, porque si se aumentasen los sueldos de los soldados (muy bajos, como correctamente se señala) en grado suficiente como para que su aporte cubriese el déficit que originan los soldados jubilados, igual al jubilarse los actuales activos generarían de nuevo ese déficit. Y eso se debe al sistema de jubilaciones tempranas, la reforma aprobada en el senado apenas hace una modificación menor de este sistema pero en esencia lo mantiene. Si alguien empieza a trabajar a los 20, se jubila a los 60 y vive hasta los 80, tendremos (sin contar la quita feroz que se nos hace a los seres comunes y corrientes por la tasa de remplazo) dos años de aportes por cada uno de jubilación. Pero si un soldado aporta desde los 20, se jubila a los 40 y vive hasta los 80 (además cobrando el 100%, o el 85%) tendremos al revés, un año de aportes por DOS de jubilación.
Que un soldado se jubile bastante más joven que un trabajador corriente se explicaría (de acuerdo a la doctrina que aducen) porque el soldado viejo no sirve para la guerra.
Pero a contramano de esa doctrina se han propuesto ahora dos medidas significativas: extender la edad de jubilación, y no llenar las vacantes que se van produciendo. Estas dos medidas indican que nadie piensa seriamente en que el soldado tenga alguna vez que ir a la guerra, de otra manera no se plantearía una reforma militar que implica no sólo achicar, también terminar teniendo un ejército de viejos. Es una confesión de que se descarta totalmente que ese ejército vaya a pelear una guerra.
Pero no tenemos necesidad de exprimirnos el cerebro para sacar estas conclusiones. Los propios jefes militares se lo dijeron abiertamente a Tabaré Vázquez cuando él pensó, dentro de su locura, en una posible guerra con Argentina. No, jefe. Iríamos pero no volveríamos, no somos capaces de hacer una guerra.
No sabemos que es peor, si la locura de pensar que Uruguay pueda ir a semejante guerra, o la desfachatez de decir que para la guerra no sirven.
La especificidad de los militares, de estos militares, es que son incapaces de cumplir con la especificidad de los militares.
El problema hoy es que lo que la vaca gorda bancaba, la vaca flaca ya no aguanta.
La parodia de un ejército para defender el territorio nacional en guerras que nunca ocurrían y que de ocurrir de nada serviría, se ha sostenido durante más de un siglo. Por eso, porque esa relación insostenible de activos/pasivos es estructural en tanto se mantenga el sistema de jubilaciones tempranas, si se aumentasen los activos o se les subiese el sueldo, el déficit volvería a aparecer. Pero si se elimina el privilegio militar de las jubilaciones tempranas se estaría confesando abiertamente que no se pretende tener un ejército para pelear una guerra. No es "específicamente" para eso.
El sistema de dominación burguesa en el país ha venido evolucionando, pero la hipertrofia del aparato militar ha sido una característica constante desde comienzos del siglo XX, cuando el estado burgués se asentó con el monopolio de la fuerza. Hoy, sin embargo, cuando el mundo capitalista entero vine ajustando a la baja, ese peso parasitario desproporcionado resulta demasiado.
Y así, el impulso esta reforma no ha venido de sectores del ala izquierda del partido de gobierno sino, todo lo contrario, del Ministerio de Economía, no por motivación ideológica sino pragmática, y es significativo que haya encontrado tantas resistencias.
Revanchismo, radicalismo, motivación ideológica y sesgada, han sido algunas de las expresiones que el proyecto del gobierno ha merecido por parte de la oposición. Como si se dijera sedición, atentado contra el orden instituido. Y vamos a ver entonces de qué orden instituido se trata.
Si estas fuerzas armadas no son capaces de enfrentar a ninguna otra fuerza de algún país del mundo, ¿para que están, por qué es tan importante mantener sus privilegios, por qué se las debe conservar intactas? No ha de ser para recoger basura de vez en cuando.
Una de las cosas que han hecho estas fuerzas armadas y que definen su condición, es espiar continuadamente actividades de la sociedad civil, pues en verdad la sociedad civil es su enemigo, y deben también mantener sus actividades encubiertas de ese enemigo. Esto, como tantas otras cosas similares, es porque las fuerzas de defensa del Estado uruguayo son para defenderse de la sociedad uruguaya.
Por eso no es correcto que estás fuerzas armadas hipertrofiadas sean una herencia de la dictadura. Es como decir que el huevo es herencia de la gallina. Porque como la gallina, la dictadura militar vino como producto orgánico de su genética, las fuerzas armadas. Su contenido fue producto del programa burgués para esa coyuntura y no de la corporación militar misma; pero su forma sí lo fue.
Esa condición hipertrofiada es previa y estructural, y es producto de la función que cumplen dentro del sistema de dominación y las condiciones en que la cumplen. El dilema actual de ese sistema es que ya no las puede sostener, pero tampoco las puede descartar ni siquiera "reformar", un pequeño recorte y ya tiene una rebelión política interna.
Adaptarlas más expresamente a la función de represión interna, es una de las soluciones propuestas a ese problema de darles algo que hacer para que se ganen el sueldo. Buscar que hagan algo, ya que es demasiado evidente que no sirven para la guerra, justificar su existencia contra toda lógica.
Al final, queda el sincerarse. Proponer que intervengan directamente en la represión interna, no solamente tenerlas como disuasión pasiva y recurso de última instancia. Matar así dos pájaros de un tiro porque también se refuerza la filosofía punitiva como método de combate del delito, como se ha venido haciendo reiteradamente, no para combatir el delito sino para impulsar mecanismos de control social desde el poder y para alentar y utilizar la guerra entre pobres. Por supuesto que un sinceramiento completo es políticamente peligroso y por eso tiene su resistencia dentro de las propias filas del poder.
Por ejemplo, decir qué los militares que hayan cumplido servicios en la "misiones de paz" en el exterior estarían preparados para esa función interna porque lo han hecho en otros lados, es un ejemplo de sinceramiento peligroso. Invadir otros países es aprender a invadir el propio, a la vista tenemos el ejemplo de Brasil. El retorno de la derecha descarnada en el continente viene acompañado de una nueva ola de militarismo.
Las "fuerzas de paz" nunca cumplen funciones de combatir el delito, a no ser el "delito" político de resistencia, como fuerza de represión abierta contra la protesta. Tal fue el caso de la MINUSTAH en Haití, donde la participación uruguaya no fue muy "honrosa".
La propuesta de patrullaje de fronteras, aduciendo que los países vecinos la están haciendo para combatir el contrabando, no tiene ningún sentido. La primera medida para eso sería coordinar con la fuerzas de los vecinos. Una coordinación bien típica de fuerzas policiales y no militares. Porque se trata un problema policial.
Y así todo. La superposición de todo esto plantea para la izquierda una oportunidad única para saldar su propia deuda interna en este tema. Abandonar por fin el seguimiento servil al paradigma de estado-nación, que viene aquí con esta parodia y un ejército que no sirve para defenderse. Porque en estas condiciones de achique económico, es un lujo de la miseria.
La actitud el Frente Amplio en la materia ha sido vergonzosa, una solución que no soluciona nada, y al mismo tiempo pone en evidencia sus contradicciones internas.
La actitud de Unidad Popular, hasta ahora, no ha sido mejor sino peor. Una resolución de su Coordinador de hace poco más de un año (confirmada cuando bloquearon el impuesto a las jubilaciones militares el año pasado) anunciaba su voto contrario al proyecto que en entonces se preparaba y hoy se concreta, y planteaba como contrapropuesta "una reducción de efectivos, sin lesionar las tareas propias de la defensa nacional, que concebimos con un sentido antiimperialista y con participación popular".
Es como decir que concebimos que la tarea propia del zorro es cuidar el gallinero, o que no queremos que el ratón se lesione y no pueda defendernos de los lobos.
Al igual que UP, los sectores del ala izquierda del FA hablan también solamente de reducción, y no de soluciones de fondo. En la izquierda extrafrentista se mantiene la lucha contra la impunidad, contra las "misiones de paz", y todas las manifestaciones reaccionarias del militarismo. Pero ¿no nos quedaremos en tratar el síntoma e ignorar la enfermedad?
Y esa reducción de la que todos hablan y nadie pone en números ¿qué sería?
En relación a su población Uruguay tiene cuatro o cinco veces más efectivos que los países vecinos. Reducir en esa proporción las fuerzas armadas significa llegar al límite en qué sería mejor suprimirlas del todo. Y por el contrario, para llegar a un nivel en que puedan -teóricamente- ser efectivas para enfrentar a otro ejército, habría que llegar a grados imposibles de militarización para este país. Reducción con profesionalización es otra cosa de la que se habla, y solamente se habla. Eso sería tecnificación y modernización al grado de la técnica militar actual, implicaría un costo insostenible, y ni aún así sería efectivas. Recordemos que incluso los actuales equipos viejos se caen por falta de mantenimiento.
En definitiva, todos estos intentos de cuadratura del círculo sólo son formas de poner en evidencia que lo único corresponde es la eliminación total de las fuerzas armadas. Uruguay no las necesita para nada.
Un par de aclaraciones. Primero, cuando hablamos de desmantelar las FFAA no estamos diciendo dejar a casi 30 mil personas en la calle. Eso es lo que pasa, por cierto, cuando se desmantela cualquier industria en este país, y al Parlamento no se le mueve un pelo. Pero si nosotros no admitimos esa barbaridad en un caso, tampoco estamos proponiendo hacerla en el otro. Lo que decimos es quitarles a los militares su condición de tales, y asimilarlos como civiles en servicios estatales productivos, transfiriendo al mismo tiempo, también, todos los recursos materiales que tengan utilidad para fines civiles.
Porgamos por caso el Hospital Militar, que cuenta con una muy buena estructura de servicios y con personal especializado. Pues se transfiere a ASSE, quedando accesible para todos. Ninguno de los trabajadores que allí cumplen el servicio de salud quedará sin trabajo, ninguno de los usuarios de hoy quedará sin atención. Pasará a ser un servicio civil, que abrirá sus puertas para todos.
Los cuarteles se transformarán en complejos habitaciones para cubrir el déficit de viviendas, los comedores de los cuarteles, al INDA con cocina y cocinero. Los servicios de logística pasarán a la órbita civil. Por supuesto, las cosas improductivas cesarán, los gastos en armamentos también, los sueldos abultados de los altos oficiales se topearán. Los viáticos al exterior para fines secretos, el servicio de espionaje y todo eso, a la mierda ya y sin ningún "miramento". "Civilizar" a los militares, si se puede decir así.
Y lo segundo, sí, hay que tener en cuenta los "derechos adquiridos". Para eso, y para contemplar sus intereses en la transición de igual forma que los demás trabajadores, ni más ni menos, derecho de sindicalización de la tropa. Que hablen por sí mismos, y no que otros pretendan hablar por ellos. Que sean ellos los que defiendan esos derechos en la misma dinámica de negociación colectiva que cualquier gremio trabajador.
De la misma forma, porque esto es ida y vuelta, los mismos derechos adquiridos por el soldado deben ser para todo trabajador. Jubilarse con el 85% del sueldo, reclamar eso para todos, y no jubilaciones A, B y C.
Y es hora también de que la izquierda vaya al hueso consigo misma. Esa defensa servil del paradigma del estado-nación, que hace que no se atreva a algo tan "fuera de tono" para esa forma de pensar como el desmantelamiento de las fuerzas que lo "defenderían", aunque sea totalmente claro que no lo defienden de otra cosa que del propio pueblo, es hija de la vieja y caduca idea de que es posible y progresivo un capitalismo de "liberación nacional", democrático, y con un desarrollo capitalista propio. Si hay un país en el mundo en que eso no tiene sentido, es Uruguay.
Son esas, como decía Marx, "las ideas muertas que oprimen como una pesadilla el cerebro de los vivos".
Una cosa buena, para terminar. No toda la izquierda se dejó oprimir por esas ideas de pesadilla.
Existen tres iniciativas parlamentarias bien notorias de eliminación de las FFAA, siendo sus autores en tres momentos diferentes nada menos que Emilio Frugoni, Julio César Grauert, y Carlos Quijano. La propuesta además ha sido sustentada por un amplio espectro político, académico y social. El antimilitarismo es de larga tradición en Uruguay, también podemos mencionar a Carlos Real de Azúa, Miguel Soler Roca, etc. El antimilitarismo existe en Uruguay incluso entre los militares, si bien no siempre en una forma tan radical (Pedro Montañez, Víctor Licandro, etc.).
Vamos a citar a Quijano en setiembre de 1930, en la Cámara de Representantes, mucho antes de la eliminación del ejército en Costa Rica por el gobierno de Figueres en 1948:
"No creo de ninguna manera en la utilidad y necesidad del actual ejército nacional, que me parece una organización retrógrada y reaccionaria; y me parece que el mantenimiento de esa organización, a base de sueldos altos conspiraría contra el progreso del país... mi posición es radicalmente contraria a este presupuesto, para ir a la supresión del ejército nacional o a otra organización distinta... de acuerdo con el principio democrático, me quedaría con la organización ciudadana y no con el ejército mercenario".
La posición de Emilio Frugoni sobre el tema es ampliamente conocida. Sostenía que la defensa de un país se basa en su solidez social. Un pueblo hambriento y carenciado en escuelas, hospitales, y fuentes de trabajo no puede defenderse, y mantener un oneroso ejército lo debilita y no lo fortalece. Su caracterización de las FFAA la hizo en su personal estilo: "Perros que ladran a los de afuera y muerden a los de adentro".
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El Senado acaba de aprobar, solamente con los votos del Frente Amplio, el proyecto de reforma de la caja militar, que pasa a Diputados. Mantiene en esencia los privilegios escandalosos de los militares, apenas les hace una pequeña quita. Se tiene, como lo dijo el propio miembro informante de la bancada, Juan Castillo, “miramientos” hacia las Fuerzas Armadas “que nunca se tuvo” hacia otros sectores de la población. Al mismo tiempo se prepara el proyecto de una nueva "ley orgánica" militar.
La primera de tres cosas que deben señalarse aquí es precisamente la comparación de la actitud que se tiene, por un lado con la jubilaciones militares, y por el otro con la jubilaciones en general para las cuales también está planteada una próxima reforma.
Lo segundo, obviamente, es el tema de las fuerzas armadas en el país y el papel que cumplen, algo que surge inevitablemente también en esta discusión en el Senado, que es el terna de fondo y que ingresa ahora en la agenda parlamentaria.
Por último la política de la izquierda en este tema. Vayamos pues por partes, y no agotaremos hoy el terna, que tiene para rato.
Las reformas regresivas de las jubilaciones que se impulsan hoy en todo el mundo son un tema que merece atención prioritaria y la tendrá, aquí sólo daremos una idea general.
Decir qué el problema es que la gente hoy vive más, es escandaloso, vaya «problema». Si vernos en perspectiva la larga historia de nuestra especie, la extensión del tiempo de la vida humana ha sido (con períodos problemáticos como excepción) una constante, y las sociedades siempre se ocuparon de mantener a quienes ya no trabajaban, o trabajaban diferente (como a los que todavía no trabajaban), y sólo en casos muy extremos (como a veces entre los esquimales, y otros) se los abandonaba a morir. Es realmente indignante que hoy se plantee hacer eso (porque es eso) como una consecuencia del progreso.
La verdadera causa del desequilibrio social entre activos y pasivos es la falta puestos de trabajo, y la disminución de la remuneración, calidad y estabilidad del trabajo. Y la causa de eso, a su vez, es la necesidad capitalista de compensar, por medio de la súper explotación del trabajo, la tendencia a la disminución de la tasa de ganancia. Es simple, si los trabajadores ganasen más y tuviesen mayor estabilidad (totalmente posible dado el aumento de la productividad del trabajo), aportarían más, y de ahí saldrían mejores jubilaciones. La reforma regresiva de la jubilaciones es para mantener la mayor explotación del trabajo. El peso muerto no son los ex trabajadores sino los explotadores, que cada vez concentran una parte mayor de la riqueza.
Tocamos acá este tema solamente para hacer visible la diferencia esencial entre la situación de la jubilaciones en general y la jubilación de los militares, pero esta comparación sin duda nos dará argumentos para pelear por jubilaciones dignas.
Es evidente que no puede plantearse para estas fuerzas armadas un gran aumento de efectivos en actividad, ni tampoco un aumento masivo de sueldos; únicas medidas que permitirían recuperar el equilibrio de las cuentas de previsión social de los militares (aunque tampoco, como veremos a continuación) sin descargar el déficit sobre el presupuesto nacional. Pero son medidas impresentables porque obviamente lo afectarían igual, generarían un déficit presupuestal mucho mayor que en vez de salir de un bolsillo del Estado saldría del otro. Aunque no hubiese déficit en ese sistema previsional que tenga que cubrir el Estado porque el sueldo del soldado diese los aportes suficientes, el sueldo del soldado lo paga el Estado.
Un déficit de 400 millones de dólares anuales.
El problema esencial entonces, imposible de resolver en ese marco, es que los militares no producen, son improductivos y por lo tanto siempre deficitarios. El sueldo del trabajador de UTE, ANCAP, etc. sale también del Estado pero su trabajo CREA la riqueza del Estado.
Lo mismo en los servicios gratuitos necesarios que el Estado provee, y cobra indirectamente. Gran ruido se ha hecho porque alguna vez los soldados salieron a recoger la basura en una huelga de municipales. ¿Por qué lo hicieron? Porque es un servicio necesario que no se puede abandonar. ¿Y por qué no se recurrió a policías, maestros, médicos de ASSE? Porque tienen otras cosas para hacer, imprescindibles, que tampoco se pueden abandonar, y no tienen disponibilidad de tiempo inútil.
Hemos incluido en el título de esta nota la palabra «especificidad» tomada del planteo de Javier García, Partido Nacional, en el Senado, pretendiendo justificar la diferencia que se hace con los militares, diferencia escandalosa que llama la atención aun con las quitas a los privilegios militares que el proyecto trae, y a las que se opone, además, ese partido.
Los privilegios de las jubilaciones militares respecto de todas las otras son una nueva versión de las "categorías A, B y C" de la dictadura.
El tratamiento propuesto para la caja militar es el más "benevolente" de los de las cajas paralelas reformadas, y además se han demorado acá veinte años.
Los militares, que hoy al jubilarse siguen cobrando el 100% de su sueldo pasarían a cobrar el 85%, y sería de cualquier manera casi el doble de lo que es para un trabajador común y corriente.
Tampoco se avizora que para la reforma general de la jubilaciones que se prepara se quiera aplicar un criterio de «gradualismo» que retrasaría sus efectos en más de una década como es el caso del gran cuidado que se tiene con los militares.
Tomemos el tema de la edad de jubilación en que ponen también pequeñas reformas, y acá vernos ese "aunque tampoco" que dejamos esperando. Y como lo señala un conocido intelectual, el historiador Guillermo Vázquez Franco, hasta en el lenguaje diferente que se usa se nota la condición de resabio de "señorío feudal" de los militares. Vos y yo nos jubilamos, ellos se "retiran".
"Tampoco", dijimos, porque si se aumentasen los sueldos de los soldados (muy bajos, como correctamente se señala) en grado suficiente como para que su aporte cubriese el déficit que originan los soldados jubilados, igual al jubilarse los actuales activos generarían de nuevo ese déficit. Y eso se debe al sistema de jubilaciones tempranas, la reforma aprobada en el senado apenas hace una modificación menor de este sistema pero en esencia lo mantiene. Si alguien empieza a trabajar a los 20, se jubila a los 60 y vive hasta los 80, tendremos (sin contar la quita feroz que se nos hace a los seres comunes y corrientes por la tasa de remplazo) dos años de aportes por cada uno de jubilación. Pero si un soldado aporta desde los 20, se jubila a los 40 y vive hasta los 80 (además cobrando el 100%, o el 85%) tendremos al revés, un año de aportes por DOS de jubilación.
Que un soldado se jubile bastante más joven que un trabajador corriente se explicaría (de acuerdo a la doctrina que aducen) porque el soldado viejo no sirve para la guerra.
Pero a contramano de esa doctrina se han propuesto ahora dos medidas significativas: extender la edad de jubilación, y no llenar las vacantes que se van produciendo. Estas dos medidas indican que nadie piensa seriamente en que el soldado tenga alguna vez que ir a la guerra, de otra manera no se plantearía una reforma militar que implica no sólo achicar, también terminar teniendo un ejército de viejos. Es una confesión de que se descarta totalmente que ese ejército vaya a pelear una guerra.
Pero no tenemos necesidad de exprimirnos el cerebro para sacar estas conclusiones. Los propios jefes militares se lo dijeron abiertamente a Tabaré Vázquez cuando él pensó, dentro de su locura, en una posible guerra con Argentina. No, jefe. Iríamos pero no volveríamos, no somos capaces de hacer una guerra.
No sabemos que es peor, si la locura de pensar que Uruguay pueda ir a semejante guerra, o la desfachatez de decir que para la guerra no sirven.
La especificidad de los militares, de estos militares, es que son incapaces de cumplir con la especificidad de los militares.
El problema hoy es que lo que la vaca gorda bancaba, la vaca flaca ya no aguanta.
La parodia de un ejército para defender el territorio nacional en guerras que nunca ocurrían y que de ocurrir de nada serviría, se ha sostenido durante más de un siglo. Por eso, porque esa relación insostenible de activos/pasivos es estructural en tanto se mantenga el sistema de jubilaciones tempranas, si se aumentasen los activos o se les subiese el sueldo, el déficit volvería a aparecer. Pero si se elimina el privilegio militar de las jubilaciones tempranas se estaría confesando abiertamente que no se pretende tener un ejército para pelear una guerra. No es "específicamente" para eso.
El sistema de dominación burguesa en el país ha venido evolucionando, pero la hipertrofia del aparato militar ha sido una característica constante desde comienzos del siglo XX, cuando el estado burgués se asentó con el monopolio de la fuerza. Hoy, sin embargo, cuando el mundo capitalista entero vine ajustando a la baja, ese peso parasitario desproporcionado resulta demasiado.
Y así, el impulso esta reforma no ha venido de sectores del ala izquierda del partido de gobierno sino, todo lo contrario, del Ministerio de Economía, no por motivación ideológica sino pragmática, y es significativo que haya encontrado tantas resistencias.
Revanchismo, radicalismo, motivación ideológica y sesgada, han sido algunas de las expresiones que el proyecto del gobierno ha merecido por parte de la oposición. Como si se dijera sedición, atentado contra el orden instituido. Y vamos a ver entonces de qué orden instituido se trata.
Si estas fuerzas armadas no son capaces de enfrentar a ninguna otra fuerza de algún país del mundo, ¿para que están, por qué es tan importante mantener sus privilegios, por qué se las debe conservar intactas? No ha de ser para recoger basura de vez en cuando.
Una de las cosas que han hecho estas fuerzas armadas y que definen su condición, es espiar continuadamente actividades de la sociedad civil, pues en verdad la sociedad civil es su enemigo, y deben también mantener sus actividades encubiertas de ese enemigo. Esto, como tantas otras cosas similares, es porque las fuerzas de defensa del Estado uruguayo son para defenderse de la sociedad uruguaya.
Por eso no es correcto que estás fuerzas armadas hipertrofiadas sean una herencia de la dictadura. Es como decir que el huevo es herencia de la gallina. Porque como la gallina, la dictadura militar vino como producto orgánico de su genética, las fuerzas armadas. Su contenido fue producto del programa burgués para esa coyuntura y no de la corporación militar misma; pero su forma sí lo fue.
Esa condición hipertrofiada es previa y estructural, y es producto de la función que cumplen dentro del sistema de dominación y las condiciones en que la cumplen. El dilema actual de ese sistema es que ya no las puede sostener, pero tampoco las puede descartar ni siquiera "reformar", un pequeño recorte y ya tiene una rebelión política interna.
Adaptarlas más expresamente a la función de represión interna, es una de las soluciones propuestas a ese problema de darles algo que hacer para que se ganen el sueldo. Buscar que hagan algo, ya que es demasiado evidente que no sirven para la guerra, justificar su existencia contra toda lógica.
Al final, queda el sincerarse. Proponer que intervengan directamente en la represión interna, no solamente tenerlas como disuasión pasiva y recurso de última instancia. Matar así dos pájaros de un tiro porque también se refuerza la filosofía punitiva como método de combate del delito, como se ha venido haciendo reiteradamente, no para combatir el delito sino para impulsar mecanismos de control social desde el poder y para alentar y utilizar la guerra entre pobres. Por supuesto que un sinceramiento completo es políticamente peligroso y por eso tiene su resistencia dentro de las propias filas del poder.
Por ejemplo, decir qué los militares que hayan cumplido servicios en la "misiones de paz" en el exterior estarían preparados para esa función interna porque lo han hecho en otros lados, es un ejemplo de sinceramiento peligroso. Invadir otros países es aprender a invadir el propio, a la vista tenemos el ejemplo de Brasil. El retorno de la derecha descarnada en el continente viene acompañado de una nueva ola de militarismo.
Las "fuerzas de paz" nunca cumplen funciones de combatir el delito, a no ser el "delito" político de resistencia, como fuerza de represión abierta contra la protesta. Tal fue el caso de la MINUSTAH en Haití, donde la participación uruguaya no fue muy "honrosa".
La propuesta de patrullaje de fronteras, aduciendo que los países vecinos la están haciendo para combatir el contrabando, no tiene ningún sentido. La primera medida para eso sería coordinar con la fuerzas de los vecinos. Una coordinación bien típica de fuerzas policiales y no militares. Porque se trata un problema policial.
Y así todo. La superposición de todo esto plantea para la izquierda una oportunidad única para saldar su propia deuda interna en este tema. Abandonar por fin el seguimiento servil al paradigma de estado-nación, que viene aquí con esta parodia y un ejército que no sirve para defenderse. Porque en estas condiciones de achique económico, es un lujo de la miseria.
La actitud el Frente Amplio en la materia ha sido vergonzosa, una solución que no soluciona nada, y al mismo tiempo pone en evidencia sus contradicciones internas.
La actitud de Unidad Popular, hasta ahora, no ha sido mejor sino peor. Una resolución de su Coordinador de hace poco más de un año (confirmada cuando bloquearon el impuesto a las jubilaciones militares el año pasado) anunciaba su voto contrario al proyecto que en entonces se preparaba y hoy se concreta, y planteaba como contrapropuesta "una reducción de efectivos, sin lesionar las tareas propias de la defensa nacional, que concebimos con un sentido antiimperialista y con participación popular".
Es como decir que concebimos que la tarea propia del zorro es cuidar el gallinero, o que no queremos que el ratón se lesione y no pueda defendernos de los lobos.
Al igual que UP, los sectores del ala izquierda del FA hablan también solamente de reducción, y no de soluciones de fondo. En la izquierda extrafrentista se mantiene la lucha contra la impunidad, contra las "misiones de paz", y todas las manifestaciones reaccionarias del militarismo. Pero ¿no nos quedaremos en tratar el síntoma e ignorar la enfermedad?
Y esa reducción de la que todos hablan y nadie pone en números ¿qué sería?
En relación a su población Uruguay tiene cuatro o cinco veces más efectivos que los países vecinos. Reducir en esa proporción las fuerzas armadas significa llegar al límite en qué sería mejor suprimirlas del todo. Y por el contrario, para llegar a un nivel en que puedan -teóricamente- ser efectivas para enfrentar a otro ejército, habría que llegar a grados imposibles de militarización para este país. Reducción con profesionalización es otra cosa de la que se habla, y solamente se habla. Eso sería tecnificación y modernización al grado de la técnica militar actual, implicaría un costo insostenible, y ni aún así sería efectivas. Recordemos que incluso los actuales equipos viejos se caen por falta de mantenimiento.
En definitiva, todos estos intentos de cuadratura del círculo sólo son formas de poner en evidencia que lo único corresponde es la eliminación total de las fuerzas armadas. Uruguay no las necesita para nada.
Un par de aclaraciones. Primero, cuando hablamos de desmantelar las FFAA no estamos diciendo dejar a casi 30 mil personas en la calle. Eso es lo que pasa, por cierto, cuando se desmantela cualquier industria en este país, y al Parlamento no se le mueve un pelo. Pero si nosotros no admitimos esa barbaridad en un caso, tampoco estamos proponiendo hacerla en el otro. Lo que decimos es quitarles a los militares su condición de tales, y asimilarlos como civiles en servicios estatales productivos, transfiriendo al mismo tiempo, también, todos los recursos materiales que tengan utilidad para fines civiles.
Porgamos por caso el Hospital Militar, que cuenta con una muy buena estructura de servicios y con personal especializado. Pues se transfiere a ASSE, quedando accesible para todos. Ninguno de los trabajadores que allí cumplen el servicio de salud quedará sin trabajo, ninguno de los usuarios de hoy quedará sin atención. Pasará a ser un servicio civil, que abrirá sus puertas para todos.
Los cuarteles se transformarán en complejos habitaciones para cubrir el déficit de viviendas, los comedores de los cuarteles, al INDA con cocina y cocinero. Los servicios de logística pasarán a la órbita civil. Por supuesto, las cosas improductivas cesarán, los gastos en armamentos también, los sueldos abultados de los altos oficiales se topearán. Los viáticos al exterior para fines secretos, el servicio de espionaje y todo eso, a la mierda ya y sin ningún "miramento". "Civilizar" a los militares, si se puede decir así.
Y lo segundo, sí, hay que tener en cuenta los "derechos adquiridos". Para eso, y para contemplar sus intereses en la transición de igual forma que los demás trabajadores, ni más ni menos, derecho de sindicalización de la tropa. Que hablen por sí mismos, y no que otros pretendan hablar por ellos. Que sean ellos los que defiendan esos derechos en la misma dinámica de negociación colectiva que cualquier gremio trabajador.
De la misma forma, porque esto es ida y vuelta, los mismos derechos adquiridos por el soldado deben ser para todo trabajador. Jubilarse con el 85% del sueldo, reclamar eso para todos, y no jubilaciones A, B y C.
Y es hora también de que la izquierda vaya al hueso consigo misma. Esa defensa servil del paradigma del estado-nación, que hace que no se atreva a algo tan "fuera de tono" para esa forma de pensar como el desmantelamiento de las fuerzas que lo "defenderían", aunque sea totalmente claro que no lo defienden de otra cosa que del propio pueblo, es hija de la vieja y caduca idea de que es posible y progresivo un capitalismo de "liberación nacional", democrático, y con un desarrollo capitalista propio. Si hay un país en el mundo en que eso no tiene sentido, es Uruguay.
Son esas, como decía Marx, "las ideas muertas que oprimen como una pesadilla el cerebro de los vivos".
Una cosa buena, para terminar. No toda la izquierda se dejó oprimir por esas ideas de pesadilla.
Existen tres iniciativas parlamentarias bien notorias de eliminación de las FFAA, siendo sus autores en tres momentos diferentes nada menos que Emilio Frugoni, Julio César Grauert, y Carlos Quijano. La propuesta además ha sido sustentada por un amplio espectro político, académico y social. El antimilitarismo es de larga tradición en Uruguay, también podemos mencionar a Carlos Real de Azúa, Miguel Soler Roca, etc. El antimilitarismo existe en Uruguay incluso entre los militares, si bien no siempre en una forma tan radical (Pedro Montañez, Víctor Licandro, etc.).
Vamos a citar a Quijano en setiembre de 1930, en la Cámara de Representantes, mucho antes de la eliminación del ejército en Costa Rica por el gobierno de Figueres en 1948:
"No creo de ninguna manera en la utilidad y necesidad del actual ejército nacional, que me parece una organización retrógrada y reaccionaria; y me parece que el mantenimiento de esa organización, a base de sueldos altos conspiraría contra el progreso del país... mi posición es radicalmente contraria a este presupuesto, para ir a la supresión del ejército nacional o a otra organización distinta... de acuerdo con el principio democrático, me quedaría con la organización ciudadana y no con el ejército mercenario".
La posición de Emilio Frugoni sobre el tema es ampliamente conocida. Sostenía que la defensa de un país se basa en su solidez social. Un pueblo hambriento y carenciado en escuelas, hospitales, y fuentes de trabajo no puede defenderse, y mantener un oneroso ejército lo debilita y no lo fortalece. Su caracterización de las FFAA la hizo en su personal estilo: "Perros que ladran a los de afuera y muerden a los de adentro".
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