Cien Octubres
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Las
Polémicas Sobre La Revolución, Que Aún No Terminaron, Cómo
Empezaron Entre Los Mismos Bolcheviques
-
fernando moyano -
1.-
El río y las aguas, introducción
“...
si bien el pasado es la madre del presente, tiene varios padres. Lo
que yo recuerdo no es necesariamente lo que tú recuerdas y por lo
tanto ya
en este sentido el presente también modela y remodela el pasado”.
William
R. Polk.
”Toda
revolución es, en sus raíces, una gran desconocida, aunque sea
estudiada de cerca
por autores de diversas tendencias y en diferentes épocas”.
Volin.
No
por repetido
deja de ser necesario repetirlo. La historia es un río que nos ha
traído hasta aquí, pero no
vemos
aguas arriba desde la orilla sino desde dentro de la corriente y
su torbellino.
Y si nunca nos bañamos dos veces en el mismo río, menos
aun veremos nunca
al
mirar, dos
veces la misma fuente del río. Los cien años de la Revolución de
Octubre han sido cien y
más diferentes
“Revoluciones
de Octubre”.
Cada
corriente de pensamiento tiene su representación del presente y del
pasado y
su propia Revolución de Octubre que puede ser cualquier cosa:
revolución heroica, modelo para hacer revoluciones, proyecto utópico
irrealizable, error
histórico, revolución
socialista obrera frustrada, revolución capitalista burguesa sui
generis, revolución traicionada, contrarrevolución, y hasta que
allí no pasó nada.
Y
cada una de esas visiones va cambiando, lo que ayer se veía de una
manera hoy se ve de otra. Es, por ejemplo, mi propio caso.
Este
trabajo a los 100 años es un refrito de algunos
trabajos previos.
Hace 20
años, a
los 80, presenté en un seminario en Florianópolis un trabajo sobre
Christian Rakovsky
y
“Los
peligros profesionales del poder”.
Hace 10, a los 90,
retomé
el tema.
Esos
dos trabajos referidos
a la Revolución de Octubre tienen una coherencia, reflejan un punto
de vista. Pero entre el primero y el segundo cambié mi forma de ver
algún aspecto crucial del tema. En
parte porque el río había seguido su curso y las cosas ya podían
verse en forma distinta. Lo mismo ocurre ahora.
Para
explicarme, comenzaré
por proponer una hipótesis
de trabajo
y a partir de allí desarrollaré las interrogantes que se derivan, y
ver qué dicen los hechos a
respecto.
Por
cierto,
la hipótesis puede terminar descartada. Es
una hipótesis
muy modesta:
La
Revolución de Octubre fue
el
INTENTO
de
llevar adelante una revolución obrera socialista.
¿Qué
pasó con ese intento? Ahí comienzan las interrogantes. ¿Por qué
pasó? ¿Por factores externos o circunstancias? ¿Por factores
internos? ¿Inconsecuencias o contradicciones en el propio intento?
¿Con qué fuerzas se contaba? ¿Qué otras opciones había? ¿Intento
de quién o de quiénes, pensaban todos igual, pensaron lo mismo
durante todo el proceso?
¿Y
qué importancia tiene lo que pensaban? ¿Y en qué es
ese
“quiénes”, partidos, facciones, clases, masas, dirigentes?
¿Fueron
cambiando, cómo, por qué? ¿En
Rusia, parte de Rusia, Rusia y su periferia, una parte de Europa?
Si
fue el intento de una revolución obrera socialista, se trata del
PRIMER intento en la historia que llegó a realizar una
revolución triunfante, aunque haya tenido un destino malogrado,
frustrante, una traición, una contrarrevolución interna, o algo por
el estilo.
Y
la primer revolución socialista obrera de la historia (o el intento
de) podría haber sido diferente. Tal vez, haber evitado o vencido
los problemas, haber ocurrido en otro momento y lugar, con otros
dirigentes, otros caminos, otras ideas, partido, aliados. Es tema de
discusión. Pero hay algo que no podría haber sido
diferente. El primer caso en la historia de una revolución obrera
socialista, sería necesariamente el primer caso en la historia
de una revolución obrera socialista.
Vamos
a plantearlo en términos de teoría de la historia. Si pensásemos
como Platón y el mundo en que vivimos, mundo de los hechos, fuese un
reflejo o proyección de un mundo de las ideas, esa característica
específica de esa experiencia revolucionaria tal vez no fuese lo más
importante. Si pensásemos así, lo importante sería que los
revolucionarios tuviesen la idea “correcta” de la revolución. Si
las cosas resultaron mal sería por tener ideas equivocadas. Malas
ideas o malos dirigentes, el “ismo” equivocado, producen el mal
de la revolución. Y primera o segunda o la que fuese, el problema se
plantea igual. Es un problema de lucha de ideas.
Pero
si pensamos que las ideas son construcciones racionales a partir de
la experiencia, el problema de aquellos revolucionarios es que no
tenían una experiencia previa. Lo que hicieron se hacía por
primera vez. Tenían que aprender de su propia experiencia. Es
absurdo hablar de “desviación” cuando se está abriendo el
camino en tierra virgen, y dibujando a la vez el primer mapa. Esa fue
la característica fundamental de aquella revolución.
Se
suele decir que es fácil hablar con el diario del lunes en la mano.
Como sea, el diario del lunes tiene una enorme importancia, porque es
lunes. Nosotros hoy estamos en el lunes, el partido ya terminó. Hoy
es tiempo de análisis.
Pero
aquellos que salieron de la Caverna y se encontraron con la luz del
sol, o si se quiere salieron del vestuario y del pizarrón y a la
cancha y a jugar, tienen todavía algo por decir. Y nosotros todavía
no terminamos de escucharlos. Los actores de aquella revolución se
enfrentaron a los problemas desde adentro. Y esa es la única forma
de comprender una revolución.
Christian
Rakovsky, bolchevique de primera línea y víctima del
estalinismo, no fue la primera voz de alerta entre los bolcheviques,
las hubo, y también desde otras corrientes revolucionarias. Tampoco
fue el más completo frente a otros que vinieron después. Pero su
importancia es única e indiscutible para la comprensión del proceso
degenerativo de esa revolución. Y aún no se ha superado.
Una
revolución es siempre desconocida por todo lo que dice Volín, pero
también por mucho más. Lo que vivieron los revolucionarios es
irreproducible.
2.
La(s)
revolución(es),
del dicho al hecho.
Aunque
se llama “Revolución
de Octubre” porque
a fin de octubre de 1917 –noviembre en el nuevo calendario- la
clase obrera rusa tomó el poder en Petrogrado, Moscú y otras
ciudades, un
acontecimiento decisivo como las
tomas de tierras por los
campesinos
comenzó
después
y siguió
muchos
meses. Rusia era un país cuya mayor parte del producto interno bruto
provenía de la producción agrícola, su población era en gran
mayoría campesina. Al analizar el
fenómeno histórico que fue sin
duda
una revolución
obrera
por
sus fuerzas motrices, programa y dinámica, no podemos desconocer ese
contexto.
Los
bolcheviques
no fueron los únicos actores de ese
proceso,
pero
sí
los
principales
impulsores
y conductores
políticos e intelectuales de la
revolución
obrera. Mejor
es decir que llegaron
a serlo,
no
fueron
siempre
lo mismo. El núcleo leninista original fue una vertiente que,
primero, fue integrando otras hasta
llegar a su auge.
Y
después se fue destruyendo a sí misma. La
historia de la revolución bolchevique con sus contradicciones, es
asimismo la historia de los bolcheviques.
Todos
aquellos
revolucionarios
rusos fueron una
generación excepcional. Pocas
veces se vio tal lucidez, capacidad, energía, voluntad, audacia,
coraje y abnegación junto a la honestidad intelectual ante los
problemas a los que se verían enfrentados y asumieron.
Su
actitud puede expresarse en lo que dijo
el poeta revolucionario Vladimir Maiakovski: “Espolearemos
el corcel de la historia hasta que reviente”.
La
concepción de
los bolcheviques sobre
la
revolución tampoco fue siempre igual. Todas
las corrientes revolucionarias suponían algo
más parecido a una
revolución democrático-burguesa, las polémicas previas eran
sobre el papel del proletariado DENTRO de esa revolución. Aplicando
el
modelo de la Revolución Francesa a
las revoluciones
esperadas en
los
rincones atrasados del
continente, derrocarían
los antiguos regímenes y
habría repúblicas
acordes al desarrollo capitalista burgués que maduraba
en
el seno de la vieja sociedad.
Pero
Europa había cambiado, el modo capitalista de producción muestra
contradicciones internas y límites, entra en escena la clase de los
proletarios. Se
esperaba que
el cambio político abriese la puerta a un cambio social más
profundo desbordando el límite burgués. Esa
contingencia ya había sido prevista en el prefacio a la edición de
1872 del Manifiesto, y en la respuesta de Marx a los
populistas rusos cuando las relaciones sociales capitalistas en Rusia
no habían madurado aún. Una revolución democrática podía llevar
a Rusia al comunismo siempre y cuando
se
complementase por la revolución obrera en Europa.
En
1917 Rusia ya había dejado atrás la
época
de la comuna rural entrando en el capitalismo, que,
débil
y dependiente, no pudo dar un nivel de autosuficiencia productiva. La
revolución que ocurrió fue en
muchos sentidos diferente
a la que esperaban. Las tareas propias de una revolución
democrático-burguesa radical resultaron imposibles, la
burguesía fue abiertamente contrarrevolucionaria.
Tampoco
lograron los
bolcheviques arrastrar
al resto de los partidos socialistas. Incluso habiendo logrado una
alianza con el Partido Social-revolucionario de Izquierda, la
misma duró apenas unos meses.
Supusieron
siempre que
su revolución iniciaría un proceso de revoluciones obreras en
Europa Occidental para
compensar
el atraso de Rusia en desarrollo productivo, del que eran conscientes
al
lanzarse
a
una audaz aventura histórica sin los elementos para realizar su
proyecto. Confiaban ser el disparador de la revolución en países
más industrializados.
Esa
hipótesis de Marx de revolución en un país atrasado de comunas
campesinas complementada por la solidaridad proletaria de un país
industrial más avanzado no era carente sentido. Se cumpliría en
cierta forma más tarde, cuando la Revolución China de 1949 se
recostó en la URSS industrializada. Ni en caso el chino ni en el
ruso fue el desarrollo industrial en gran escala lo que condujo a una
revolución obrera, sino la revolución obrera la que
abrió un camino no capitalista de desarrollo industrial. Los
rusos,
habiendo dado la señal, esperaban que la clase obrera europea
se levantase para ayudarlos a salir de su
atraso y aislamiento.
Y
esa oleada revolucionaria en algunos países europeos ocurrió, pero
también fue distinta
a lo esperado. Hay levantamientos en varios países, como Hungría y
su breve Comuna de 1919. Pero aun en el improbable caso de
sobrevivir,
no podría aportar el auxilio proletario y complemento industrial
necesario para los bolcheviques. Eso
debía
venir de Alemania. La
revolución alemana ocurrió, pero terminó siendo derrotada.
Durante
décadas se
dijo que en noviembre
de 1917 comenzó una nueva era; hoy mejor diríamos que allí
se abre un período, sin una opinión única sobre su
cierre. Paro sin menoscabo del impacto de la Revolución Rusa sobre
el mundo actual es necesario comprender que el período no se abre
solamente con su triunfo, sino con la bifurcación de “los
dos noviembres”, el ruso de 1917 y el alemán de 1918, que
tienen destinos muy distintos pero complementariamente vinculados.
Lo
que marca la época no es el triunfo bolchevique sino el triunfo
bolchevique aislado, y el feedback negativo
que distorsiona la revolución rusa y devuelve la distorsión
ampliada al movimiento revolucionario mundial. Los
revolucionarios rusos se
vieron así
en
una encrucijada nueva e inesperada, no prevista por la teoría que
portaban.
Pero
no retrocedieron. Las discusiones en los años ’20 entre las
distintas fracciones y dirigentes bolcheviques son de una riqueza
enorme y apasionante. Sería una pobre actitud de nuestra parte
repetir lo que dijeron sin una valoración crítica, no les haríamos
el honor que merecen.
Los
bolcheviques levantaron una consigna que era “Pan,
Paz y Tierra”,
pero
¿cuál fue la realidad? El tema del pan
fue
terrible, la hambruna mató a 20 millones, las dificultades en la
construcción de la URSS fueron espantosas. Pero la revolución logró
asegurar el pan para su gente aunque a un costo social enorme, y
durante décadas fue poco más que el pan. La industria colapsó y
tardó mucho en volver a la situación anterior a la Primera Guerra y
superarla.
La
revolución enfrentó la guerra civil y la intervención extranjera,
y las venció luego de tres años de lucha. Con un esfuerzo enorme se
construyó en una década una base industrial importante. Pero
después vino la Segunda Guerra, y hubo otros 20 millones de muertos,
otra debacle, un nuevo desmantelamiento de la URSS. Tampoco la paz
fue
fácil.
Pero
el problema crucial fue la tierra.
La revolución obrera en una nación mayoritariamente rural terminó
extrayendo el producto agrícola en contra
de
los campesinos. La alianza obrero-campesina, dicha en el papel, duró
muy poco en los hechos. Vino
una guerra en los campos,
los
campesinos escondían el trigo y las
patrullas del gobierno lo
requisaban.
Se
respondía a la
resistencia campesina con represión, asegurando
una producción agrícola estable contra de esa resistencia. Los
bolcheviques eran un partido de obreros e intelectuales, sin base
campesina.
Así
fue que se
diferenció un sector social, una burocracia estatal que llevó
adelante un proceso de colectivización vertical y forzosa y la
llamada “la
liquidación de los kulaks en tanto clase”,
campesinos capitalistas ricos que fueron masacrados, pero también
muchos campesinos medios y pobres, todo el que se resistiese a esa
colectivización. Tampoco
así
se
logró desarrollar la producción agrícola que incluso cayó,
resultado
de los métodos brutales y la impericia de la burocracia partidaria
trasplantada.
Cuando
esos recursos no alcanzaron para la inversión industrial, la novel
burocracia gobernante recurrió como única fuente posible a la
superexplotación de la misma clase obrera de donde provenía. Se
rompió así el vínculo entre el sector social dominante y la base
obrera. Se abrió un abismo, ante la pasividad de los nuevos obreros
venidos del campo sin tradiciones de lucha ni educación ni capacidad
de auto-gestionarse, sin defensa.
En
su hazaña histórica desproporcionada, la clase obrera rusa agotó
sus fuerzas
y la revolución colapsó, dando origen a este proceso de
burocratización, al mismo tiempo su negación y su forma de
sobrevivir.
Se
vieron así
ante
otro problema, que
no
estaba
previsto
por la teoría marxista de su tiempo: la
diferenciación social dentro de la clase obrera misma.
La
revolución y la guerra civil trajeron
la descomposición de la
clase. El colapso de la industria la redujo a la mitad, nuevos
contingentes vinieron incultos del campo sin tradiciones obreras.
Muchos militantes obreros formados
habían muerto en la guerra, o habían sido reclutados para otras
funciones -ejército, administración-, la clase estaba diezmada,
paralizada y hambrienta. Dentro
de ella comienza una diferenciación social entre los
militantes
administradores del poder, y el
resto de la clase.
Hasta
entonces el problema del poder en la literatura marxista era la
conquista del poder y su defensa ante
las clases enemigas, locales o del exterior. Es nuevo
lo
de preservar la naturaleza
de clase
del
poder, evitar su degeneración no por enemigos de otras clases sino
por la transformación de la propia
clase.
De
eso no había casi
nada
salvo alguna observación de Rosa Luxemburgo. En la teoría de Marx
el proletariado toma el poder y establece
su dictadura como un instrumento
relativamente
breve (ese
es el significado de
'dictadura
del proletariado')
porque
lo habilitan
las condiciones de los países capitalistas industrializados donde
Marx esperaba la revolución obrera: el desarrollo de las fuerzas
productivas permite
la extinción del Estado en un plazo no
muy
definido
pero dentro del horizonte histórico de la revolución.
Marx
no supone esa extinción automática
por el mero desarrollo de las fuerzas productivas, sin necesidad de
un programa político específico. Dice
es que ese desarrollo creará las condiciones que la harán posible.
Cómo
plasmar
ese proceso en
la política
no estaba planteado, ni
las contradicciones que generaría el propio poder, sus obstáculos
internos. La teoría marxista original era un poco “inocente” en
eso. Pero tenía en su riqueza analítica las herramientas
teóricas
para abordar este nuevo problema, como quedaría demostrado.
3.
Las Oposiciones
bolcheviques. Rakovsky.
Los
100
años de la Revolución de Octubre, son también
80
años de los “Procesos de Moscú”. En dos décadas, la revolución
más avanzada de la historia había engendrado
una de las dictaduras más sangrientas, que se cobraba la sangre de
sus propios creadores. El espectáculo de la flor y nata de la vieja
guardia bolchevique y la mayoría aplastante del Comité Central de
octubre confesando crímenes abyectos al servicio de los peores
enemigos de la causa, era algo tan inconcebible que desconcertó a
los cerebros más brillantes de ese siglo sin permitirles sacar la
conclusión más evidente que desenmascaraba toda esa vil
falsificación:
¡la
revolución socialista no pudo haber sido hecha por un grupo de
fascistas!
Pero ¿cómo fue posible que esta revolución que
buscó
tomar el cielo por asalto, terminase en ese abismo?
La
historia del Partido Bolchevique no tiene nada que ver con la leyenda
de la “unidad monolítica”, ni mucho menos con una “sapiencia”
revolucionaria.
La teoría se fue modificando sobre la marcha en la medida en que los
hechos la iban desbordando. Tampoco hubo una muralla política entre
los bolcheviques y las otras corrientes.
Pero
la historia de esas
luchas políticas sería incomprensible sin entender el proceso
degenerativo del partido, y ese proceso a su vez no puede verse como
un exclusivamente
político, ni es correcto confundir causas con consecuencias o
viceversa. Tenemos que entender esa lucha de tendencias dentro del
marco de las contradicciones sociales.
Las
diferencias entre los bolcheviques siempre existieron. Y
en el curso de la revolución fueron tomando forma. Hubo
tres tendencias
-simplificando- frente al
problema de la paz de Brest-Litovsk
con Alemania en marzo de 1918.
Aleksandr
Shliápnikov, dirigente sindical
metalúrgico, inicia en 1919 una
corriente que aboga por el control
sindical de la industria
(dejándole a los soviets los otros
temas) y
una estructura elegida de abajo arriba y así
convertir “al
trabajador de un apéndice de una inerte maquinaria económica en el
artífice consciente del comunismo”. Es
la llamada “Oposición
Obrera”, a la que se suma la dirigente de primera línea Aleksandra
Kolontái (única mujer en el
Comité Central del Partido).
Hacia
fines de 1920 se produce en el
partido una polémica muy aguda
sobre el papel de los sindicatos, Trotsky
en la extrema derecha, la Oposición Obrera a la izquierda, y Lenin
en una “centro-derecha” de cuya orientación sale la idea de los
sindicatos como “escuela de comunismo”, o en
los términos que conocemos
nosotros, “correa de trasmisión”.
A
fines del 20 en la Conferencia del
Partido (preparatoria del Congreso)
la Oposición Obrera tiene más de un 40% de los delegados. Pero
luego se desarrolla una discusión interna en
los organismos partidarios en la
que se denuncian innumerables
abusos burocráticos del tipo que nosotros
también conocemos (informes
kilométricos de los secretarios seguidos por intervenciones con
tiempo limitado, elecciones de delegados digitadas
desde arriba, etc.). Y en el X
Congreso en marzo del 21 la
Oposición obrera no llega al 10%,
sus posiciones son rechazadas y las de Lenin aprobadas por abrumadora
mayoría. Luego, el
Congreso
aprueba la prohibición “transitoria” de las fracciones internas,
que de hecho pasa a ser permanente.
Mientras
sesiona el Congreso en Moscú, se produce (en
forma espontánea) la rebelión de
los marinos de Kronstadt, frente a Petrogrado. Ocurre
luego de una ola de protestas obreras en Petrogrado, cuando ya se
estaban aquietando, y sin coordinación alguna con otras rebeliones.
Los delegados bolcheviques al Congreso (incluyendo la Oposición
Obrera) se movilizan para participar en la represión. A continuación
las acciones represivas continúan, y se hace una falsificación de
los hechos para presentar la rebelión como producto de una
conspiración contra el gobierno.
Y
el Congreso aprueba un giro radical en el curso de la revolución, la
NEP (nueva política
económica) que introduce varias
reformas que dan espacio a las relaciones de mercado, la pequeña
propiedad y comercio, etc. Muchas
de esas reformas eran demandas levantadas en las protestas
reprimidas.
La
década del 20 será escenario del gradual y cada vez más acelerado
proceso de burocratización de la revolución soviética y el
copamiento del aparato del estado y el partido bolchevique por un
grupo de burócratas mediocres y sin escrúpulos de características
cada vez más claramente gangsteriles, dentro del cual se afirma la
dirección personal de Stalin.
La
muerte de Lenin en 1924 contribuye en gran medida a facilitar el
camino de los arribistas. La democracia partidaria y soviética
desaparece rápidamente. La vieja guardia bolchevique dividida en
varias corrientes, es desplazada.
Al
profundizarse las dificultades económicas, el tema de los caminos
hacia el desarrollo económico y la industrialización divide a los
bolcheviques. Un ala encabezada por Nikolái
Bujarin
es partidaria de concesiones más amplias al campesinado, incluso a
los ricos, y a los elementos capitalistas. Aspira a un lento
desarrollo a “paso de tortuga” sin perturbar las formas de
propiedad privada en el campo. Por el contrario la Oposición
de Izquierda
se agrupa detrás de las ideas de Yevgueni
Preobrayensky,
partidario de realizar una industrialización acelerada y una
“acumulación
socialista primitiva”
a expensas de extraer el máximo de excedente posible a los
campesinos.
Ambos
son dirigentes y teóricos de primera línea, y sus ideas siguen
siendo hoy rescatadas de una manera o de otra. Vamos a centrarnos
aquí en la idea de Preobrayensky,
expuesta
en su obra “La
nueva económica”.
No
hay condiciones históricas para construir el socialismo en Rusia. El
capitalismo en su inicio utilizó métodos expropiatorios feroces, no
los normales del proceso de producción capitalista, que Marx llamó
proceso
de acumulación capitalista primitiva.
Ahora habría que hacer algo similar, una acumulación socialista
primitiva antes de estar en condiciones de construir el socialismo.
Terrible, porque significaba apropiarse del excedente de la
producción agrícola aun
a pesar de los campesinos, y sobre esa base de explotación
industrializar Rusia.
La
“troika” Stalin-Zinoviev-Kamenev dominante en la
conducción partidaria oscila zigzagueando entre estas dos
posiciones. Al profundizarse las divisiones, se alía a Bujarin para
conseguir, en 1927, la expulsión de los oposicionistas de izquierda.
Éstos
comienzan a ser confinados en distintos lugares apartados del
territorio soviético (los seguirían pronto los miembros de las
otras corrientes bolcheviques no estalinistas, y también muchos de
los propios estalinistas) en forma casi calcada de la práctica del
zarismo para reprimir a los activistas socialistas unos pocos años
antes. Rakovsky es internado en distintas regiones boreales de la
URSS en el 27, sufriendo en especial esta situación por ser
cardíaco. En 1929 Trotsky es expulsado de la URSS.
Derrotados,
presos, abrumados por el fracaso, estos revolucionarios no van a
renunciar a la lucha política. Pero antes, debían comprender la
situación en que la historia los había puesto.
Los
bolcheviques eran, tal como dijimos, la fuerza política que promovió
y encabezó esa revolución obrera. ¿Cómo puede ser entonces que
desarrollen una línea política que busca evitar que
el trabajador [sea] artífice
consciente del comunismo... [y
siga siendo] un apéndice de una inerte maquinaria
económica?
Siguiendo
nuestro camino analítico, no
es la conciencia social la que determina el ser social sino el ser
social lo que determina la conciencia social,
no
vamos a considerar que la ideología es el deus
ex machina
del cambio social, que las cosas hayan sido así porque los
bolcheviques fuesen “estatistas” o algo así.
Esa línea es un producto de las condiciones reales de la clase
obrera rusa y los problemas reales a los que se enfrenta. Eso
no quiere decir una correspondencia mecánica o un “epifenómeno”.
Los
bolcheviques expresan una contradicción entre la clase y las
instancias de representación de la clase. La
clase no es homogénea, ni siempre igual a sí misma, mucho menos aun
si estamos ante un proceso de transformación social radical que
implica también transformar la clase. Las instancias de
representación tienen su propia dinámica. Las tareas de la
revolución tienen su propia dinámica, demandan sus compromisos e
imponen su propia lógica. Esos dilemas abren posibles caminos
alternativos unos de otros, disyuntivas. Esas disyuntivas se expresan
en tendencias políticas entre los propios actores de la revolución.
En la lucha de esas tendencias, que es inevitable en el desarrollo de
la revolución, se impone la “ley del paralelogramo de las
fuerzas”, hay una fuerza resultante que no es igual a ninguna de
las fuerzas impulsoras; a su vez ese resultado modifica las bases de
apoyo de cada una de esas fuerzas y crea un nuevo “paralelogramo”,
etc. A
su vez esos actores no son bolas de billar chocando y rebotando.
Piensan, intentan prever y adelantarse, se preparan para cada nueva
jugada. No
pretendemos acá hacer un mapa de eso, solamente traer la voz de
alguien que la vio desde adentro.
Christian
Rakovsky
(1873-1941),
rumano, se integró desde muy joven a la militancia socialista.
Recorriendo toda esa convulsionada región, en 1917 pasa a ser
miembro del CC bolchevique, y preside el nuevo gobierno soviético de
Ucrania.
Ocupando
ese cargo, en 1922, en el XII congreso del Partido, es uno de los
primeros (desde el propio poder, junto con Lenin y antes que Trotsky)
en denunciar las deformaciones burocráticas del estado soviético,
manifestándose en contra de la centralización abusiva del gobierno
de la URSS. A ella no
opone una descentralización regionalista (que considera un arma de
la reacción) sino una centralización auto-gobernada apoyada en la
participación de las masas, incluyendo a los campesinos.
Fue
presidente del Sóviet de Ucrania en 1918 y líder de esta República
Soviética hasta 1923 cuando fue nombrado embajador de la URSS
en Londres y en 1925 en París. Uno
de los primeros dirigentes de la Oposición de izquierda contra el
régimen de Stalin, que fue deportado a Astrakán,
Asia central en 1928 - donde sufrió
de enfermedad, falta de atención médica y aislamiento- como
muchos otros oposicionistas.
La
correspondencia entre ellos testimonia ricas discusiones políticas
sobre la interpretación del fenómeno de perversión de la
revolución obrera, y sobre el camino a seguir. Uno de los trabajos
más famosos de ese período es una carta, en respuesta a
“Meditaciones sobre las masas” de Valentinov,
escrita por Rakovsky en 1928 desde su confinamiento. Se conocerá
mundialmente con el sugestivo título de “Los peligros
profesionales del poder”.
Contiene
el primer análisis sociológico e histórico globalizador sobre el
surgimiento de la burocracia soviética. Es evidente su influencia en
la teorización posterior de Trotsky en “La revolución
traicionada” (1936), y otros análisis ya clásicos del
fenómeno estalinista. Pero sus aportes están aún lejos de haberse
aprovechado totalmente, tanto en sus conclusiones como en su método.
Ya
en el 27 Preobrajensky había comenzado a impulsar la idea de aceptar
las condiciones denigrantes que les plantea Stalin para
“rehabilitarse”: renegar públicamente de sus ideas. Las
condiciones materiales de la URSS, razona Preobrajensky, exigen cada
vez más la aplicación del programa de la Oposición de Izquierda.
Como para el marxismo la infraestructura determina la
superestructura, la fracción estalinista se verá forzada a esto
tarde o temprano. Pero los mejores cuadros partidarios son los de la
Oposición de Izquierda, y están excluidos de la acción política.
Aceptando las condiciones del estalinismo, los oposicionistas podrían
volver al poder, y cuando el viraje se produzca serían ellos mismos
los encargados de aplicar su propio programa. Así, las
claudicaciones comienzan a ocurrir.
A
fines de la década la profecía de Preobrajensky parece cumplirse.
Las gravísimas condiciones económicas obligan al gobierno
estalinista a un viraje. Rompe con Bujarin y comienza un procesos de
colectivización vertical forzosa por métodos brutales y a impulsar
una industrialización acelerada.
En
1930, ante la realización del XVI Congreso del Partido, Rakovsky
elabora su “Llamado a la Oposición”.
En
él hace la crítica a la política de
colectivización
vertical de Stalin y propone el retorno a la NEP.
Se
opone a la actitud de los oposicionistas encabezados por
Preobrajensky, que gradualmente se van inclinando por el apoyo
crítico a la política colectivización vertical de Stalin,
considerando que que la misma tenía muchos de los elementos del
programa inicial de la Oposición de Izquierda.
Con
la Oposición debilitada, algunos de los principales dirigentes
comienzan a ceder. Preobrajensky intenta
negociar una reconciliación con el estalinismo y el reingreso al
partido. Rakovsky, el reagrupamiento de la Oposición que se niega a
claudicar. Aun discrepando con los métodos de Stalin, cada vez más
oposicionistas creen llegado el momento de deponer su actitud y
aceptar las condiciones humillantes para su reingreso al Partido.
Sin
embargo, la segunda parte de la profecía no se cumple. Los
oposicionistas reintegrados siguen siendo prisioneros impotentes,
atados de pies y manos, sin ninguna posibilidad de incidir en el
curso de los acontecimientos. Ellos mismos se ataron, al destruir con
su “retractación” el único capital político con que contaban:
su prestigio revolucionario. Por ello Rakovsky logra frenar nuevas
retractaciones por un tiempo. Pero a medida que la situación de la
Oposición se agrava y el poder de Stalin se consolida, las
defecciones recomienzan. El ascenso de Hitler
al poder en Alemania en el 33 termina por hundir a la Oposición:
muchos consideraron un deber cerrar filas tras el gobierno soviético
sin importar las discrepancias que tuviesen. El propio Rakovsky,
enfermo, confinado en situación infrahumana, termina cediendo en el
34.
Los
que no
claudican
quedan
en
un
pequeño grupo de presos políticos en durísimas condiciones. Unos
quinientos, explica Víctor Serge en carta a Trotsky en el 36:
“Pero
estos quinientos no claudicarán ya. Son hombres templados, que han
aprendido a pensar y a sentir por ellos mismos y que aceptan con
tranquilidad la perspectiva de una persecución sin fin”.
Aún
entonces las condiciones internas y externas no permitirán que la
dictadura estalinista pueda prescindir de la represión, que, como
dijimos, abarcó a las otras corrientes bolcheviques e incluso a la
propia fracción estalinista. Los verdugos de un año eran víctimas
al siguiente. Se suceden las desapariciones, las ejecuciones sumarias
en silencio, y los procesos ruidosos con acusaciones inverosímiles y
acusados forzados a confesar crímenes imaginarios. Rakovsky es
juzgado y condenado en el 38, y morirá en prisión en el 41.
Como
hemos dicho, Rakovsky fue sometido a los tristemente
célebres “procesos de Moscú” en el 37 y se confesó autor de
crímenes contra el estado soviético. Señalemos para terminar un
pequeño episodio. En una de las sesiones de su declaración Rakovsky
habla de la “Oposición”. Allí interviene violentamente el
fiscal Vishinsky y amenaza con continuar el juicio a “puertas
cerradas” si el declarante se refiere a sí mismo y a los demás
acusados como opositores políticos en vez de lo que supuestamente
serían, criminales conspiradores al servicio del imperialismo
extranjero. Luego de un momento de silencio Rakovsky se rectifica y
pide
excusas al tribunal.
Este
hecho nos trae a la memoria otro oprobioso “juicio” ocurrido tres
siglos antes, el de Galileo. El también fue obligado a abjurar
públicamente de sus ideas y a humillarse ante sus jueces. Y él
también claudicó. El imaginario popular elaboró luego
la leyenda, que los historiadores descartan por falsa e imposible, de
que Galileo, en el mismo tribunal, cuando renegó de su idea de que
la Tierra se mueve en torno al Sol, agregó “Eppur
si muove” (“Y
sin embargo se mueve”). La leyenda construyó un héroe
indoblegable allí donde había un ser humano con las debilidades de
todos, proyectando en él el deseo de resistencia de los oprimidos.
También en este caso hubo quienes justificaron la retractación para
evitar un “martirio
infructuoso”.
Nos
dice Isaac Deutscher en “El profeta desterrado”, a
propósito de Bertolt Brecht y su obra “Galileo Galilei”:
“...no fue capaz [Brecht] de llegar al rompimiento con el
estalinismo. Se rindió ante éste... [y] a través del prisma
de la perspectiva bolchevique... vio a Galileo arrodillado ante la
Inquisición por 'necesidad histórica', por la
inmadurez espiritual y política del pueblo.. El Galileo
de su drama es Zinoviev, o Bujarin, o Rakovsky con ropaje histórico.
Le obsesiona el martirio “infructuoso” de Giordano Bruno, y ese
terrible ejemplo lo induce a capitular ante la Inquisición, del
mismo modo que la suerte corrida por Trotsky indujo a muchos
comunistas a capitular ante Stalin. Y [expresa este dilema en] el
famoso diálogo de Brecht: 'Dichoso el país que
produce tal héroe' y 'Desdichado el país que necesita tal héroe'...
“.
No
todos claudicaron, sin embargo. Algunos acusados como Tujachesvsky,
fueron a la muerte sin ceder (y en este caso, ejecutaron también a
su familia).
Rakovsky
claudica, pero es
capaz aún de un tímido último acto de resistencia: nos deja un
indicio para que no nos engañemos; esas retractaciones y
confesiones, como la de Galileo, fueron obtenidas -entre otras cosas-
por la tortura (claramente aludida en la amenaza de Vishinsky de
continuar “a puertas cerradas”).
Lo
único “infructuoso” fue torturar a un sabio anciano para que
dijese que la Tierra no se mueve, o asesinar a los mejor elementos de
una revolución. Ninguna de esas dos inquisiciones logró sobrevivir.
Hayan sido sus víctimas
más fuertes o más débiles, tenido sus ideas mayor o menor
perfección, el legado de estos hombres está hoy presente en
la lucha por las emancipación de los explotados que abarca toda
nuestra época, bloqueada, desfigurada y traicionada, y que, sin
embargo se mueve.
Veamos
ahora las principales ideas teóricas de Rakovsky comenzando con su
célebre carta del 28, para luego discutir sus alcances.
4.
“Los peligros profesionales del poder”
Es
más difícil educar al pueblo en el amor a la libertad que
conquistarla.
Francisco
Babeuf.
(Citado
por
Rakovsky)
Eso
que describimos muy someramente desde hoy, vamos a verlo según lo
vio alguien que lo vivió.
4.1.
Una situación
nueva:
El
tema central de “Los
peligros...”
es
“que el proletariado debe conservar el papel
dirigente en nuestro Estado”.
Hasta el momento ese problema se había visto “en
relación con la toma y la conservación del poder político”,
pero Rakovsky (y esto es lo fundamental)
se propone abordarlo “como
asunto especial que es es, con valor propio”.
Lo
primero
es ver
la “pasividad de
las masas”,
la
“indiferencia
política de la clase obrera”,
aun ante ante hechos
escandalosos
de corrupción y despotismo (“robos,
prevaricaciones, violencias, sobornos, abusos inauditos de poder,
despotismo ilimitado, borracheras, libertinaje”)
que
ocurre en
los sectores dirigentes del estado y del partido.
Buscando
superar el abordaje “empírico” del tema, Rakovsky distingue la
situación del proletariado cuando todavía lucha por la conquista
del poder político de la “cuestión
nueva”
que plantea la conquista del poder por dicha clase. Su interés no
está en sus peligros externos (cerco capitalista, presión
pequeño-burguesa en el país, temas comunes en los análisis
anteriores y posteriores) sino en “las
dificultades inherentes a toda nueva clase dirigente que son la
consecuencia de la toma y del ejercicio del poder mismo, de su
capacidad o incapacidad para saberlo utilizar”,
las relaciones
“que se crean entre las filas de la misma clase victoriosa”.
Como
vemos, este abordaje apunta a sacar conclusiones generales de la
experiencia de la primer revolución socialista obrera de la
historia.
Luchando
por el poder, la lógica de la ofensiva cohesiona a la clase detrás
de su vanguardia. Pero “cuando una clase toma el poder, una
parte de ella se convierte en agente de dicho poder. Así surge la
burocracia. En un estado socialista en el que la acumulación
capitalista está prohibida para los miembros del partido dirigente,
dicha diferenciación empieza a ser funcional y seguidamente se
convierte en social”.
Adelantándose
en décadas al desenlace futuro de esta degeneración, agrega que
“...ciertas funciones, antes desempeñadas por el partido en
bloque, por toda la clase, ahora se han convertido en atribuciones
del poder, es decir que sólo son encomendadas a cierto número de
personas de ese partido y de esa clase”.
Ese
problema general debe ser entendido en concreto.
4.2.
Análisis social de la clase obrera.
“Partido” y “masas” no son simples abstracciones, sino
categorías que deben ser llenadas de contenido a partir de la
realidad histórica concreta. La primer constatación es que la clase
obrera ya no es la misma, “ha tenido lugar un profundo cambio en
la autonomía y en la fisiología de la clase obrera”, en la
proporción entre los obreros integrados a la industria antes de la
revolución y los llegados después, los que han tenido experiencia
en la participación activa en acciones revolucionarias de masas y el
Ejército Rojo y los que no, los que tienen trabajo estable y los que
son obreros en forma ocasional, quienes provienen de la propia clase
obrera y los que se integran a ella desde otros sectores del pueblo
(campesinos, semi-proletarios, etc.).
Así
ve Rakovsky la base social de este proceso. La penuria
económica ha abierto “grietas en el cuerpo de la clase obrera”
sumergida en un mar de sectores empobrecidos pero sin una
identidad social definida. Si luchando contra el poder burgués, el
núcleo central del proletariado logra arrastrar más fácilmente al
conjunto social de los sectores descontentos empobrecidos, atrasados
e inconstantes, luego de la toma del poder y de asumir este poder
obrero la responsabilidad de la conducción social, con las
dificultades y el empeoramiento de las condiciones de vida de las
grandes masas, la hostilidad de estos sectores se vuelca contra este
nuevo poder.
Ahora
podemos entender cuales eran los límites de esa idealización de la
clase por parte de la “Oposición Obrera”. Se planteaban tareas
históricas para las masas obreras sin ver si las masas obreras
estaban realmente en condiciones de asumirlas. A su vez vemos también
la limitación del “pragmatismo” de la cúpula bolchevique. Esas
tareas había que hacerlas, y en esa situación el Partido sustituye
a la clase. Pero no tomaron ninguna previsión, ningún mecanismo
correctivo o plan de retorno de esa sustitución. Era precisamente la
advertencia de Rosa Luxemburgo, “No hacer de la necesidad
virtud”.
3.-
La
política:
Rakovsky presta especial atención a los aspectos organizativos y
metodológicos, las prácticas y la acción de los partidos y los
dirigentes, factores que no subestima en aras de un materialismo mal
entendido como en algunos análisis pretendidamente “marxistas”.
Se apoya -cosa usual entre los bolcheviques- en la analogía
histórica, especialmente en la Revolución Francesa. En ella, la
diferenciación del “Tercer Estado” (burgueses, obreros, y
campesinos pobres) se acentuó incluso antes de Thermidor, “el
poder pasó a pasar formal, y a la vez, efectivamente a manos de un
número progresivamente más reducido de ciudadanos... las masas
populares fueron eliminadas del gobierno del país”.
Estos rasgos serán aun más acentuados en la Revolución Rusa. En
ambas “el
poder... desintegró masas sociales más o menos homogéneas
[y] la
especialización funcional... sacaba de sus propias filas (de la
clase) los círculos de altos funcionarios”.
Las diferencias se agrandan por efecto de “la
presión contrarrevolucionaria”.
También
ocurre un proceso degenerativo del partido jacobino. En su
aislamiento de las masas, que prepara su caída, incide
fundamentalmente “la eliminación gradual del principio
electivo, remplazado por el proceso de designación”.
Es crucial la responsabilidad de Robespierre (como la de los
bolcheviques) en la hipertrofia de esta práctica que es legítima e
indispensable como mecanismo de defensa de la revolución, pero de
la cual se abusó (sustitución vertical de autoridades medias),
terminó por “reforzar la burocracia y ahogar la iniciativa
popular... y facilitó el trabajo de las fuerzas antidemocráticas”.
Robespierre (como los bolcheviques) es víctima de esta situación
cuando es condenado y atraviesa París cubierto de sangre sin que sus
enemigos (salidos de filas de la propia Revolución Francesa, como el
estalinismo de la de Octubre) temiesen una reacción de las masas.
Rakovsky no reduce el problema (como erróneamente hacen otros) a
aspectos institucionales y organizativos, el “principio de
designación” solo acelera otros factores (penuria económica
de la revolución y perturbaciones por la transformación del régimen
de propiedad).
Para
complementar, tomo
estos conceptos de un reciente comentario de Boris Kagarlitsky:
“El
autoritarismo inevitable de la Revolución de Octubre no se ha
generado por errores o coincidencia de circunstancias, sino por la
lógica del proceso revolucionario. El hecho es que los problemas
básicos y fundamentales, sociales y económicos de la revolución,
tanto en la Inglaterra del siglo XVII, en Francia bajo Robespierre, y
en Rusia bajo los bolcheviques se resuelven precisamente con una
dictadura, y eso no por accidente. La dictadura revolucionaria
proporcionó exactamente la concentración de fuerzas sociales y la
voluntad política, sin la cual el giro histórico y los principales
problemas, simplemente no habrían sido resueltos y, por desgracia,
es imposible hacerlo de cualquier otro modo. El reconocimiento de
este hecho no es una justificación del autoritarismo, sino la
comprensión de la trágica dialéctica de la historia, que a menudo
no nos deja soluciones cómodas y moderadas”.
Y
sobre el resultado último del proceso:
“En
una dictadura es relativamente fácil entrar (a pesar de que hay una
gran cantidad de problemas en el caos social y económico, en que ni
siquiera los autoritarios logran 'cruzar la calle').
Pero de de una dictadura es cada vez más difícil salir, y las
estructuras creadas para mantener el poder en circunstancias graves y
excepcionales de la revolución, se transformaron en problemas,
factor reaccionario cuando los eventos entran en curso diferente, más
pacífico”.
4.-
Conclusiones de Rakovsky: “La burocracia de
los Soviets y el Partido es un hecho de nuevo cuño... una nueva
categoría social”. Y agrega: “La función ha
modificado al órgano, es decir la
psicología de los que se encargan de las diversas tareas de la
dirección en la administración y la economía del estado ha
cambiado hasta tal punto, que no sólo objetiva sino subjetivamente,
no sólo material sino moralmente han dejado de formar parte de la
misma clase obrera”. Además “la estructura social del
Partido es mucho más heterogénea que la del proletariado” ya
que a la diferenciación interna de la clase se suma la tendencia del
aparato partidario de aceptar “tránsfugas de otras clases”.
Otorga
especial atención a los problemas de “reeducación” de
las masas. A diferencia de otros como Bujarin, advierte que también
los dirigentes están lejos de haberse “reeducado” ellos mismos,
y por eso no prestan atención al problema de “los métodos de
dirección” (a los que en carta simultánea a Radek llama “la
cuestión de las cuestiones”). Critica la adopción de las
tradiciones y métodos burocráticos de dirección del estado burgués
y de los partidos burgueses (claques en los congresos, manipulación
electoral, etc.) La pasividad de las masas es corolario de esto y de
la falta de educación revolucionaria de los nuevos miembros del
partido.
Bajo
el capitalismo los obreros forman su conciencia en la lucha contra
él. En el nuevo régimen, en vez de promover esta conciencia en la
participación en la construcción del socialismo, la burocracia
promueve la pasividad; si ocurren acciones espontáneas de masas en
respuesta a los bajos salarios, peores condiciones de trabajo, y de
desocupación, “dicha conciencia será hostil al estado
socialista”. Estas palabras parecen adelantarse en décadas a
los acontecimientos.
Totalmente
pesimista sobre la burocracia, afirma: “Toda reforma del partido
que se apoye sobre la burocracia, se revelará como utópica”.
“Esta burocracia no cambiará por una depuración... no se trata
únicamente de cambiar el personal, sino de cambiar el método”.
Por ello propone llamativas medidas: “reducir la talla y las
funciones de dicha dirección”, de la cual propone echar a
“las tres cuartas partes del aparato”, y ponerle a las tareas
de lo que quede “límites estrictamente determinados”.
Como vemos, un lenguaje nada usual para un dirigente político.
5.
Los últimos materiales.
En
1921 en la polémica sobre los sindicatos, enfrentando la posición
de Trotsky quien define al estado soviético como “estado obrero”
y negaba la autonomía de los sindicatos en la defensa de los
intereses obreros particulares, Lenin le opone una descripción más
realista, “estado obrero apoyado en una base obrero-campesina
y con fuertes deformaciones burocráticas”. De allí sale
la etiqueta tan traída y llevada de “estado obrero deformado”,
discutiremos eso más adelante en nuestro balance. Pero aquí tenemos
que mencionar nuevamente a nuestro pionero.
Rakovsky
dirá en el 30, en su Boletín que publica clandestinamente
hacia la Oposición: “De un estado proletario con deformaciones
burocráticas -como Lenin definió la forma política de nuestro
estado- estamos en vías de pasar a un estado burocrático
con resabios proletarios comunistas. Bajo nuestros ojos se
formó y continúa formándose una gran clase de gobernantes
con sus propias divisiones interiores, que crece por cooptación
directa o indirecta (promoción burocrática, sistema ficticio de
elección). Lo que une a esta clase original es una clase original
también de propiedad privada, a saber 'la posesión del poder del
estado'. La burocracia posee el estado como su propiedad.”
En
1932, comentando la nueva Constitución soviética, habla de “una
casta de funcionarios que ha remplazado al proletariado y al
partido”. Rakovsky le niega a esa “casta”toda capacidad de
fundar nuevas relaciones de producción colectivista, y muchos menos
que sea históricamente progresiva. Su rechazo a la política de
colectivización forzosa de Stalin está basado precisamente en la
idea del absurdo de pretender fundar nuevas relaciones de producción
en forma voluntarista, sin apoyarlas en el desarrollo de las fuerzas
productivas. Denuncia el carácter burocrático de esta
colectivización como regresivo, no dejándose llevar por el fetiche
de las formas de propiedad. La motivación de la burocracia es
ampliar su base social.
Este
modo de análisis se adelanta a estudios muy completos y posteriores
que confirman su hipótesis. Recordemos que el propio Trotsky cedería
al fetiche de las formas de propiedad cuando considera que la
invasión soviética a Polonia y Finlandia tiene un aspecto
progresivo al expropiar por la fuerza a la burguesía e introducir
formas de “propiedad socialista”.
El
balance de todas estas discusiones es un tema muy amplio, y para ello
vamos a venir más aguas abajo, más hacia hoy.
Pero
antes. ¿Cuál es el rasgo
distintivo de la concepción de Rakovsky?
Prestar
atención preferencial a los aspectos universales
del fenómeno burocrático, y sentar las
bases de un programa político antiburocrático.
Rakovsky analiza la génesis de la deformación burocrática a partir
de la relación de las masas con los dispositivos de ejercicios del
poder y la diferenciación social que este ejercicio introduce en la
propia clase, de como se reproducen estos dispositivos, como se
retroalimentan, y como evolucionan en el tiempo de acuerdo con las
condiciones históricas generales.
Comprende
perfectamente la incidencia
del atraso económico y el aislamiento de que hablará
luego Trotsky,
por ejemplo, en “La
revolución traicionada”,
pero les atribuye el papel
de de factores que contribuyen a profundizar la diferenciación y la
concentración
del poder, que ya viene
ocurriendo
como un fenómeno interno al propio proceso revolucionario.
Los
factores externos actúan como una manifestación de las
contradicciones internas.
Y es a estas contradicciones
internas que presta atención preferencial. No espera pasivamente a
que la degeneración burocrática se reabsorba por la dinámica
espontánea del desarrollo económico y la extensión del socialismo
en el mundo, no confía en el “progreso” como correctivo
automático de estos males, sino que propone atacarlos con una audaz
política antiburocrática consciente, dando prioridad a métodos de
dirección democráticos y participativos, al autogobierno de las
masas, a la educación política tanto de las masas como de los
dirigentes, no solo teórica sino también en las prácticas
colectivas reales.
Explicar
la deformación burocrática exclusivamente por las circunstancias
externas desfavorables, lleva en última instancia a justificarla
como “inevitable” y a esperar pasivamente que estas
circunstancias se reviertan por sí mismas, o incluso a colaborar con
la burocracia para “contribuir” a este cambio. Las versiones
vulgarizadas del marxismo no están exentas de esta versión que se
pretende “científica”, y sobre la cual Marx ya había advertido.
6.
Trotsky, comparando
Es
imposible abordar estos temas sin pasar por Trotsky. Veamos su
concepto sobre la URSS, y veremos en qué estos dos revolucionarios
coinciden, y de allí saldrán las pequeñas diferencias, pero
resaltarán en su importancia.
Para
Trotsky el estalinismo es consecuencia del atraso y aislamiento de
Rusia y de las condiciones de escasez. Pone (en La revolución
traicionada) el ejemplo de la panadería : cuando hay escasez
de pan se genera una cola para organizar la distribución del
producto escaso. Si la cola se alarga aparece un gendarme para
mantener el orden. La burocracia es un fenómeno parasitario de
usurpación y abuso de privilegios, producto de condiciones de
precariedad transitoria, pero no específicamente un fenómeno de
explotación. “La retaguardia pesó más que la vanguardia”.
Ante
esto propone la revolución política: derrocar a la
burocracia usurpadora conservando la estructura social de
propiedad colectiva, que considera válida y vigente. Niega
pues que estemos ante una nueva clase social diferenciada de la clase
obrera, con viabilidad histórica propia.
Hacia
fines de los años 30 mantiene una polémica muy interesante con un
ala del partido trotskista de EEUU encabezada por Burnham y
Shachtman. Luego Burnham evoluciona hacia la derecha y es autor
del concepto de 'revolución gerencial' y 'clase gerencial', junto
con otros que ven un proceso de burocratización general de las
sociedades, socialistas o capitalistas. Trotsky polemiza con este
concepto de una manera admirable, pero viéndolo en perspectiva se
pueden comprender sus errores.
En
general, si
los
marxistas presentamos una teoría, es para justificar una propuesta
de acción, no por mera interpretación. Y como esa acción está
inscripta en un contexto histórico, se hace con un pronóstico
posible del futuro inmediato. Muchos
pronósticos inmediatos de los grandes marxistas estaban equivocados,
aunque
acertasen
en
su visión a largo plazo y sus elementos analíticos.
Marx
se equivocó profetizando una revolución obrera en Alemania. Los
bolcheviques se equivocaron al esperar que la Revolución de Octubre
se extendiese a Europa occidental. Trotsky se equivocó al suponer
que el proceso de burocratización de la URSS iba a ser abolido por
una revolución política.
En
general los marxistas somos gente optimista
y
activista,
no
porque la teoría marxista convierta en eso a la gente, sino al
revés, porque es
atractiva para los
que tienen
la característica de optimistas y activistas. Llega a ser incluso
contradictorio. Una
caricatura del marxismo, la teoría del 'determinismo
histórico',
entiende que la clase obrera está destinada a construir el
socialismo como una ley natural de la historia; y esto se une a un
voluntarismo político activista, lo que produce discursos de este
tipo: “Nosotros estamos destinados a vencer en el sentido general
del socialismo, pero además nuestro grupito político particular
está también destinado a vencer porque tiene la verdad concreta, a
diferencia los otros. Pero si faltás a una reunión o dejás de
hacer una tarea vas a ser responsable del fracaso de la Historia de
la Humanidad.” Es un fatalismo positivista optimista y al mismo
tiempo una especie de delirio de omnipotencia invertido: soy tan
poderoso que si hago algo mal soy responsable de que se derrumbe el
Mundo.
Las
razones de Trotsky para negar que ese estamento social fuese una
clase social dominante, y hablase de una excrescencia
temporaria
dentro del proyecto socialista que desaparecería por el desarrollo
de éste, son de dos tipos. Por un lado la caracterización
objetiva de ese sector social: no
tiene la propiedad jurídica de los medios de producción ni
derecho de herencia,
y
no
puede constituirse en clase social. Son razones muy discutibles.
Podemos ver clases sociales dominantes en la historia que no tenían
derecho a herencia. Los curas en la Edad Media constituían una clase
dominante y ni siquiera podían tener hijos, menos herencia.
Aclaremos:
No
podían tener hijos oficialmente.
Una
cosa es la
formalidad
jurídica y otra
la
realidad
sociológica. Porque si consideramos que la falta de la propiedad
jurídica impide la apropiación privada del plusvalor, cuando vemos
las formas de corrupción que aparecen y permiten esa apropiación
privada podemos quedarnos en su apariencia de elementos accesorios
accidentales, y definir el modo de producción realmente existente
haciendo abstracción de esa realidad.
No
todas las clases sociales dominantes tienen la misma condición, ha
habido muchas formas de clases dominantes y muchas formas de
explotación; pero lo fundamental es la forma de extracción de
plustrabajo. Una clase dominante existe históricamente porque existe
un modo
de extracción de plustrabajo,
un modo
de dominación
que
sustenta lo anterior, y un mecanismo de reproducción
de esas relaciones sociales
que
le da continuidad histórica. Estos
conceptos los retomaremos más adelante.
Pero
Trotsky negaba esta condición, además, por una razón de tipo
subjetivo:
su confianza en la capacidad del proletariado de hacer la revolución
socialista. Dice:
“Pero
si dijésemos que esto es una clase social nueva, estamos diciendo
que el proletariado no es capaz de hacer la revolución socialista.”
Si
el proletariado es capaz de hacerla, necesariamente debemos concluir
que esta degeneración es un fenómeno temporal y va a desaparecer
por el propio proceso revolucionario.
Es
el optimismo
histórico
que
lleva a Trotsky a negar que pudiese generarse un nuevo modo de
producción entre el capitalismo y el socialismo, que una nueva clase
social dominante aparezca en el proceso de construcción del
socialismo, pues eso sería decir que la clase obrera es incapaz de
conducir su propia revolución, y ese estamento usurpador y
parasitario sería históricamente necesario y progresivo.
Voy
a tomar aquí otro
ejemplo
didáctico
de Trotsky en aquella discusión, el del
mecánico sentimental:
“Cuando
un mecánico sentimental examina un coche en el que, pongamos por
caso, unos gangsters
han escapado de la policía por una mala carretera, y se encuentra
con los neumáticos reventados, el chasis roto y el motor medio
engripado, puede exclamar: 'Esto
no es un coche, ¡vete a saber lo que es!'.
Una estimación de este tipo carecerá de carácter técnico o
científico, pero expresará muy bien la legítima reacción del
mecánico ante la obra de los gángsteres. Supongamos que el mecánico
tiene que reconstruir ese objeto que ha denominado
'vete-a-saber-lo-que-es'.
En ese caso, tendrá que empezar por reconocer que lo que tiene
delante es un coche estropeado. Determinará qué partes están
todavía bien y cuáles es preciso reparar, para decidir por dónde
empezar el trabajo. El trabajador con conciencia de clase debe
adoptar una actitud similar hacia la URSS. Tiene perfecto derecho a
decir que los gangsters
de la burocracia han transformado el estado obrero en un
'vete-a-saber-lo-que-es'.
Pero en cuanto supera la primera reacción y se enfrenta
políticamente con el problema, se ve obligado a reconocer que tiene
ante sí un estado obrero estropeado, con el motor de la economía
engripado, pero que todavía anda y que puede arreglarse sólo con
cambiar algunas piezas.”
Es
un texto brillante por su capacidad didáctica de explicar un tema
complejo con ejemplos sencillos. Pero no sé si algunos habrán
tenido la experiencia –tal vez Trotsky no– de tener un auto viejo
y desvencijado que ya no sirve, y cuando lo llevo al mecánico me
dice. “No tiene arreglo, no tires la plata”. Y uno tiene un
problema sentimental, y dice: “Si no lo arreglo me quedo a pie”.
Pero el mecánico dice: “Ya estás a pie”. Este es el problema:
en realidad ese estado obrero estropeado ya
era irrecuperable.
Veamos
aquí
ahora
el gobierno del Frente Amplio. ¿Es recuperable, o está totalmente
estropeado? Esto
está en debate en el país desde hace más de diez años. Hay
un aspecto crudamente objetivo, pero también
involucra la afectividad y angustia de la gente. Angustias
así
y mucho
mayores deben haber vivido
aquellos revolucionarios cuando se vieron ante la
realidad del
momento
histórico muy difícil, veían el pacto entre Stalin y Hitler, el
reparto de Polonia, la traición a la revolución española, o los
procesos de Moscú en los años 36 y 37. Pero las
conclusiones a
las podemos
llegar hoy, no
eran
fáciles
en
aquel entonces.
Tomemos
pues
a
Trotsky y
su “mecánico sentimental” del que quiere tomar distancia y tener
una visión “objetiva”. ¡Es obvio que el que tiene esa atadura
sentimental es él!
En
vísperas de la Segunda Guerra prevé que ésta llevará al
hundimiento del estalinismo y a una revolución política en la URSS
(y he aquí el pronóstico
que
encaja con su teoría
y
su propuesta)
y escribe:
“La
alternativa histórica, llevada al límite, es la siguiente: ¿es el
estado estalinista un desgraciado incidente en el proceso de
transformación de una sociedad del capitalismo al socialismo, o es
el primer paso hacia un nuevo tipo de sociedad basada en la
explotación? Si la segunda afirmaci6n es cierta, la burocracia se
convertirá en una nueva clase explotadora. Si el proletariado del
mundo se muestra incapaz de cumplir la misión que le ha asignado el
curso del desarrollo histórico, no nos quedará más remedio que
reconocer que el programa socialista, basado en las contradicciones
internas de la sociedad capitalista, es una utopía. Sería
necesario, en ese caso elaborar un nuevo programa ‘mínimo’, para
la defensa de los intereses de los esclavos de la sociedad
burocrática totalitaria”.
Y
refiriéndose a la guerra que se avecina hace lo que llamamos
pronóstico optimista, y adelanta con honestidad las posibles
conclusiones a partir de un resultado negativo:
“Si,
contra todo pronóstico... durante la guerra o tras ella ... el
proletariado es derrotado en todos los frentes, tendremos que
replantearnos nuestra concepción de la época actual y sus fuerzas
motoras... la perspectiva histórica del mundo en las próximas
décadas, quizá en los próximos siglos; ¿hemos entrado en la época
de la revolución social y la sociedad socialista o, por el
contrario, en la de la decadencia de la sociedad y el totalitarismo
burocrático?”
El
optimismo extremo cae en el pesimismo extremo por el peso de su
propia lógica. Si decimos que necesariamente,
en virtud de la teoría, ganaremos, y
si
al final
los hechos dicen que no ganamos, todo lo que habíamos pensado
quedaría
desmentido.
Pero
se trata de un recurso argumental. Trotsky defiende su punto de vista
frente a sus opositores recurriendo al método de reducción
al absurdo:
si mi conclusión no es cierta entonces los supuestos de la teoría
socialista se vienen abajo. Es un razonamiento peligroso porque
excluye los grises. Porque como sabemos, “contra todo pronóstico”
el estalinismo no
solo no cayó por la guerra sino que se consolidó y expandió.
Y sin embargo eso no significó que se cerrase la época de la
revolución socialista.
No
nos
interesa hacer juicios de valor sino sacar conclusiones sobre
la teoría. La construcción conceptual de Trotsky en el corto
plazo
tenía
sus límites y los hechos lo evidenciaron. Para una evaluación
científica de éstos hay que confrontar su hipótesis de trabajo con
los testarudos hechos, como exige el método científico y él mismo
lo sugiere. Y al tiempo de no dejarnos impresionar por sus bríos
polémicos, debemos comprender que su visión de las cosas estaba
también empujada por las
ganas de que eso pase,
como ocurre con todos los revolucionarios.
Dice
también Trotsky en esa polémica del 39: “el
concepto de estado obrero degenerado [es]...
una categoría histórica llegada al borde de su propia negación.
Haría falta un acontecimiento histórico de gran importancia, un
cambio de situación en la URSS, el hundimiento de la pandilla
estalinista para que estos camaradas dijeran: Sí, teníamos hasta
ahora un estado obrero degenerado”.
Lo
que ocurrió fue precisamente lo contrario. A partir
del
“acontecimiento
histórico” del
derrumbe de la URSS, en muchos se produce la conclusión: “No,
hace tiempo que no teníamos un estado obrero degenerado”.
En
esto, entonces, Rakovsky
tenía razón.
Fue necesario que las aguas siguiesen su curso, y entonces mirar
nuevamente río arriba.
7.
¿Qué fue la URSS? El planteo de Rolando Astarita, y su
discusión.
Para
hacer un balance global de la discusión, vamos
a reducir las 100 opciones. Nos apoyamos,
dada
su
solidez,
en
un trabajo del marxista argentino Rolando Astarita, una nota
publicada en dos entregas en su blog, “¿Qué
fue la URSS?”,
que
discute las principales
interpretaciones del fenómeno histórico. Son
básicamente cuatro.
a)
Socialismo.
b)
Estado obrero deformado.
c)
Capitalismo de estado.
d)
Un nuevo modo de producción.
Astarita
sostiene que las tres primeras opciones son equivocadas, y adhiere a
la cuarta. Estoy de acuerdo con él, y solamente discrepo en un
punto: el de la clase
dominante.
Vamos
por lo tanto a dividir esto en tres partes: Descartar a, b y c.
- Justificar d. - Dentro de d,
argumentar que la burocracia soviética fue una clase
social.
1.-
Ni “socialismo”, ni “estado obrero deformado”, ni
“capitalismo de estado”.
Esto
lo vamos a ver muy sumariamente porque está muy bien desarrollado en
la nota de Astarita, aunque lo diré en mis palabras y los énfasis
son un poco diferentes.
“Socialismo”
sería la transición hacia una sociedad sin clases
(según la Crítica al Programa de Gotha y otros
pocos textos de Marx), partiendo de la sociedad capitalista, y bajo
el poder de clase obrera (un poder democrático hacia la propia clase
pero venciendo por la fuerza la resistencia de los explotadores),
eliminando gradualmente tanto las clases sociales como la necesidad
del estado, la explotación y división del trabajo entre intelectual
y manual; en esa transición los productores administran por sí
mismos los medios de producción.
Esto
fue lo que suponían ser las autoridades de la URSS, y si todos los
aspectos de este tema fuesen tal fáciles como este, las razones para
rechazar la idea de que eso esa “socialismo”, no tendríamos
tanto problema. Pero profundicemos un poco.
Ya
había un problema desde el comienzo. Marx supone que el comunismo es
el resultado de un proceso progresivo de superación del capitalismo,
y uno de sus ejes el el desarrollo de la capacidad productiva de la
humanidad que redunda en la igualdad, la libertad, y la felicidad.
Pero, como no sólo nosotros lo decimos hoy sino que los propios
actores de aquella revolución lo dijeron mientras la hacían, las
condiciones objetivas de Rusia en ese momento no permitían
ese proceso.
De
ahí surge, como hemos visto, el planteo de la sociedad de
“transición al socialismo”. Y si “socialismo” es la sociedad
de transición al comunismo, estaríamos hablando de la “transición
hacia la transición”, de la misma forma en que Zenón plantease su
paradoja de Aquiles y la tortuga; siempre habrá una transición
hacia la transición de la transición, etc. y así explicamos que
nunca se haya llegado a nada. O Bujarin hablando de avanzar al
socialismo “a paso de tortuga”, bastante lejos de espolear el
corcel . De modo que veamos el tema no en tanto qué tan rápido se
va, sino hacia dónde se va. Una transición hacia una
sociedad igualitaria supone achicar las desigualdades.
Esto
nos dice Astarita: “...
las diferencias de ingresos en la URSS, en lugar de achicarse, se
mantuvieron y consolidaron con el correr de los años... en la
década de 1970 un jefe de sector del Comité Central del Partido
ganaba en promedio cinco veces más que un obrero o empleado medio;
además de disponer de otros beneficios... en la década de los 70
había entre 450.000 y 500.000 nomenklaturistas
en la URSS.
El PCUS, que se confundía
con el Estado, poseía el monopolio de la selección de funcionarios,
y tomaba las decisiones trascendentales. La dirección del PCUS, el
Politburó, ejercía el poder real. En el plano externo la política
de la URSS era de colaboración (aunque existían tensiones) con el
capitalismo, llegando a enfrentar a los movimientos revolucionarios
que escapaba a su control”. Un
caso notorio de esto último fue España en 1936 y 37.
De
ahí que se acuñara la expresión “socialismo real”.
Según
varios estudios, hacia los años setenta se produjo un cambio
sociológico crucial. Como hemos visto, la sociedad que siguió
inmediatamente después a la Revolución de Octubre se caracterizó
por un descalabro de la clase obrera. Es sobre esa base
que se instaura la dictadura estalinista. Pero el cambio de los 70,
producto del proceso acumulativo de la industrialización, fue:
>
La clase obrera pasa a ser mayoritaria. Tanto en la industria como en
la producción agrícola en la que a que a los asalariados de los
“sovjoses” hay que agregar al menos parcialmente a los
trabajadores de los “koljoses”, porque no se los puede considerar
seriamente cooperativas campesinas al no tener ninguna autonomía.
>
A su vez, se trata de una clase obrera dinástica. Antes eran
campesinos migrados a la ciudad, ahora han pasado a ser hijos y
nietos de obreros.
>
Y otro cambio enorme es el del nivel educativo. Hay una enorme
proporción de técnicos y obreros especializados, y además muchos
de ellos con carreras universitarias, que no han podrido ser
empleados como tales.
Una
clase obrera con estas características resulta mucho más
difícil de manejar que la minoritaria, desarraigada,
inexperta e inculta de unas décadas entes. Hay, para la burocracia
muchas nuevas dificultades, pero detengámonos en esto, y en el
dilema que podríamos llamar “tratamiento del Dr. House”.
La
explicación clásica de las deformaciones propias del “socialismo”
soviético apunta al atraso y aislamiento de la sociedad rusa y su
periferia.
El
fin de la guerra, con el cual Trosky esperaba el fin del estalinismo,
trajo su consolidación, y además sin el aislamiento previo. Pero la
verdadera prueba vino con los cambios acumulados de progreso
material, industrialización, urbanización, crecimiento de la clase
obrera, desarrollo cultural. Esa “terapia” debería curar la
“excrescencia temporaria” de la deformación burocrática.
Si
el tratamiento agrava la condición del paciente y termina
provocándole la muerte, eso nos permite sacar la conclusión, como
plantea en esos casos el Dr. House, que había un 'error de
diagnóstico'.
Vamos
entonces a considerar en detalle la lógica de ese diagnóstico, el
del “estado obrero deformado”. Veamos el resumen
que hace Astarita del planteo de Trotsky.
“Trotsky
comienza distinguiendo entre la dictadura del proletariado, o Estado
obrero, y el socialismo, en el sentido que lo hacía el marxismo
clásico, y por lo tanto rechaza la tesis de Stalin, de que la URSS
había entrado en la fase del socialismo. En la medida en que en la
URSS existía un poderoso Estado represivo, y tensiones y diferencias
sociales, afirmaba Trotsky, no podía hablarse de socialismo. A
partir de aquí, presenta un análisis del surgimiento de la
burocracia sustentado en las categorías marxistas. Se inspira en la
idea -de Marx y Engels en 'La
ideología alemana'–
de que el desarrollo de las fuerzas productivas es una premisa
necesaria para eliminar a las clases sociales, porque de lo contrario
solo se generalizaría la indigencia, y volvería todo lo anterior.
Pero ese desarrollo estaba ausente en los comienzos del régimen
soviético. Encerrado en sus fronteras, y con una economía atrasada,
se generaron así las condiciones para que el Estado, controlado por
una casta, se apropiara de la parte del león de lo producido. De
aquí también que el socialismo en un solo país fuera inconcebible;
era necesario superar el desarrollo capitalista, y esto solo podía
ocurrir en una escala internacional”.
He
ahí la caracterización de la enfermedad, y sus causas. Y
por lo tanto, en base a esa lógica, el desarrollo de la riqueza
material traería la cura. La realidad fue otra, la mejoría mató al
paciente.
Para
comprenderlo hay que interpretar lo que ocurrió mirando el análisis
de Trotsky desde otro ángulo. Según Marx
en la
primera fase del comunismo el lema
no sería “de cada uno según
pos posibilidades, a cada uno según sus necesidades”
sino “de cada uno según sus
posibilidades, a cada uno según su trabajo”.
Esto,
que
viene dado por el insuficiente desarrollo de la base material,
implica formas parcialmente burguesas de
distribución
en esa primera fase. Lenin agrega que si hay una normativa de tipo
burgués, habrá también en parte un aparato represivo de tipo
burgués para hacerla cumplir. Pero todo eso se refiere a la esfera
de la distribución. ¿Qué pasa con la
producción?
El
marxista estadounidense estadounidense Harry Braverman, en su libro
“Trabajo y capital
monopolista”,
dice:
“Los
comunistas soviéticos habían tomado el poder en
un
viraje de la historia inesperado para el marxismo clásico, en un
país escasamente
capitalista donde, a excepción de unos pocos centros industriales,
la tecnología, la producción, e incuso los procesos de trabajo
organizados y disciplinados eran débiles. La Unión
Soviética
afrontó esta catástrofe hasta que pudo desarrollar la producción
y remplazar las tradiciones inculcadas del campesinado ruso por
hábitos sistemáticos de trabajo social. En esa situación [se
daba]
el respeto, incluso la admiración de los marxistas por la tecnología
científica... como una fuente de la que era necesario
aprender y pedir prestado... el mismo Lenin urgió reiteradamente
a estudiar
la 'administración científica' de Frederich
W. Taylor...”.
Recordemos
que Braverman remarca fuertemente el papel regresivo
de la reforma taylorista en la organización del trabajo, de
la cual es un enemigo sin concesiones, nada de “científica”.
Es casi el único marxista, luego de Marx, que presta atención
preferencial a los problemas del trabajo. En general los marxistas
ven
la explotación del trabajo en la extracción del plusvalor,
diferencia entre el
valor de la fuerza de trabajo que compra
el capitalista, y el valor que obtiene por el despliegue de esa
fuerza en el proceso del trabajo. Ese es un acto de intercambio,
pero para que ocurra debió primero
producirse
la fuerza de trabajo como
mercancía,
o
sea producirse
en formato
“industrial” (diferenciada, estandarizada, clasificada
en forma en que su resultado pueda ser previsible) o sea sometida
a la disciplina del trabajo al capital.
“En
la práctica, la industrialización imitó el modelo capitalista; y
conforme la industrialización avanzaba, la estructura perdía su
carácter provisional... la población trabajadora soviética lleva
todos los estigmas de
las clases obreras occidentales... La revolución contra el
capitalismo fue considerada cada vez más como un asunto de extirpar
del mecanismo capitalista altamente productivo, algunas
'excrecencias', mejorar las condiciones de trabajo, agregar a la
organización de la fábrica una estructura formal de 'control
obrero' y remplazar los mecanismos capitalistas de acumulación y
distribución con la planificación socialista”.
Miradas
las cosas así, a los mecanismos de distorsión social que denunció
Rakovsky debemos agregar esta
otra condición básica de la revolución. Una revolución obrera que
ocurre en condiciones históricas muy difíciles, que además es la
primera revolución obrera de la historia, y que además es una
revolución obrera limitada
en su alcance. No por eso deja ser una revolución obrera porque las
revoluciones son procesos históricos reales de las clases sociales
reales.
Con esto basta para
descartar lo de “estado obrero deformado”. Algunos marxistas
fueron abandonando esa caracterización y tomaron la de “capitalismo
de estado”, que aunque tiene defensores desde el principio, los fue
teniendo luego de verdadero peso teórico, como Charles Bettelheim,
y en parte Samir Amin, aunque también habla de “modo de producción
híbrido” y lo define como “capitalismo sin capitalistas”.
La idea central es
que a) Existe explotación del trabajo asalariado y plusvalor. b) El
Estado es un único propietario capitalista de los medios de
producción (a grandes rasgos, esto no descarta totalmente la
existencia de formas secundarias de propiedad capitalista) y el
explotador capitalista de la fuerza de trabajo. c) Rige la ley del
valor, que se manifiesta en los precios.
Hay varios hechos
empíricos que contradicen esta caracterización. Los precios son
administrados según el plan. Los medios de producción no se venden
en el mercado. Las unidades de producción no tienen libertad para
fijar los precios, tampoco buscan el beneficio como objetivo
prioritario, ni racionalidad de mercado, ni buscan la renovación
tecnológica.
Hay puntos correctos
que deben rescatarse para superar las limitaciones de Trotsky: a) La
burocracia explota a la clase obrera, no se trata de un simple tema
de privilegios. b) Socialismo no es sinónimo de estatización de los
medios de producción. Expliquemos esto tomando el caso las granjas
colectivas soviéticas de Ucrania. Cuando los nazis invadieron en la
Segunda Guerra Mundial quisieron hacer una restauración de la
propiedad privada y entregar la tierra a los viejos terratenientes,
pero Hitler los frenó. Solamente sustituyó la burocracia soviética
por una burocracia nazi, y dejó todo igual.
Pero lo más
importante para ver que aquello no era capitalismo, es la situación
de la clase trabajadora. No hay amenaza de desempleo; las viviendas,
la salud, los servicios básicos están asegurados, en muchos casos
en forma gratuita o casi. Las formas usuales del capitalismo
para disciplinar la fuerza de trabajo no funcionan acá.
Y allí tenemos las
motivaciones de las reformas de mercado que se intentaron en los 60,
y que vuelven en los 80 con la Perestroika. Podemos ver a la URSS
como “sociedad de transición al capitalismo”.
(*)
2. Modo de
producción específico.
Curiosamente, el
problema principal para el desarrollo de esta idea ha sido la
resistencia, dentro de las corrientes de pensamiento de la izquierda,
en aceptar que puede existir eso, un modo de producción que no es
capitalista ni socialista.
Pongamos
por caso un argumento que ha esgrimido Ernest Mandel en distintas
discusiones sobre estos temas (y
no es el único).
Si
eso fuese así -decía
para contradecir a sus polemistas-
sería la
primera vez en la historia
en que eso
pasa.
Algunas
de esas circunstancias no pasaban por primera vez, por ejemplo una
clase dominante sin propiedad privada ni derecho de herencia, o
una clase dominante que no se piensa a sí misma como clase
dominante.
Pero hay algo más trascendental:
¡Estamos
ante una primera vez en la historia!
De eso se trata precisamente el problema. No sólo es lo que pasó,
es lo que
queríamos que pasase,
una primera vez. No tiene sentido negar que algo que pasa por primera
vez implicará aspectos
que pasan por primera vez.
Modos
de producción híbridos no solo existen, no pueden no existir. No se
puede pasar de un modo de producción a otro sin pasar por un
híbrido. Es obvio que el nivel de desarrollo de las fuerzas
productivas es, en ese período, compatible con ambos. También las
relaciones de producción pueden reproducirse en ambos sentidos,
hacia atrás o hacia adelante, y también hacia “el costado”.
Negar este tipo de cosas sería “hacer
ciencia antes de la ciencia”.
El
nombre de este modo de producción.
Se lo ha llamado de varias maneras, en general en forma descriptiva.
Aunque confieso que tengo cierta inclinación afectiva por
“colectivismo
oligárquico”
que es la forma en que lo llama “Emmanuel
Goldstein”,
el personaje de “1984“
en que Orwell parodia a Trotsky, el primero propuesto y más usado es
“colectivismo
burocrático”.
Sus características
son:
> Propiedad
estatal monopólica de los medios de producción, que no tienen la
condición de mercancías (aunque hay casos de pequeña propiedad
privada de carácter secundario).
>
Sobre esa base, la explotación salarial de la clase trabajadora es
parecida a la del capitalismo, aunque en condiciones de (casi) pleno
empleo, y servicios básicos por vía remunerativa no salarial.
> La clase
trabajadora está excluida de toda forma de dirección o gestión, y
de cualquier participación política democrática.
>
Escaso
dinamismo de renovación, predominio de la producción extensiva y
problemas para lograr una alta productividad.
>
La burocracia es una minoría, pero una minoría numerosa.
Esto
también es una diferencia respecto de la burguesía. Dentro de ella
están comprendidos la élite dominante y los sectores medios, porque
no hay una diferencia estructural.
3.
¿Clase
dominante?
Nos
queda este último punto. Como dijimos, en todo lo anterior hemos
estado más o menos de acuerdo con Astarita, pero discrepamos en
esto. En
realidad no podemos discutir con él este aspecto porque no argumenta
su planteo, simplemente le quita relevancia al tema. Hay entonces,
dos cosas. Una, es sobre qué base definimos una clase social. Otra,
la relevancia de usar o no ese término.
Los
argumentos de quienes consideran que una clase dominante sólo puede
definirse sobre la base de la propiedad,
fallan en dos cosas.
>
En primer lugar la propiedad es una forma jurídica de una relación
social. Lo que importa es la relación social en sí, y no su forma
jurídica, que además es consecuencia de la relación. Si la
dominación no se manifiesta a través de una forma de propiedad y sí
por otras formas, eso no excluye su naturaleza. Ciertamente, la
propiedad confiere ciertas condiciones de estabilidad a la
pertenencia
a la clase (y en eso se basan los argumentos para negar esa
condición), pero esa estabilidad o inestabilidad es una
de las características posibles de la dominación. Y la pertenencia
a la burguesía tampoco es inamovible (se
puede perder la propiedad)
a diferencia de otras clases de la historia.
> A su vez se
reduce la propiedad a la propiedad privada. Ya Rakovsky argumentaba
tomando la idea de Hegel de que en cierta forma la burocracia “posee”
el Estado, y entonces posee las propiedades del Estado. Eso es
precisamente lo que ocurre con la burocracia soviética, es su
característica específica.
La burocracia es un
colectivo, su dominación es colectiva, y la posesión de los medios
de producción es colectiva. Por eso precisamente es que el nombre de
“colectivismo burocrático” es relativamente apropiado. Lo que
importa a aquí es:
> ¿Es la
burocracia soviética un sector social consistente? Lo es.
> ¿Se apropia
del plusproducto social a través de una explotación social? Sí.
>
¿Hay una relación de ANTAGONISMO entre
ese sector social y el de los explotados? Sí
lo hay,
y esto es crucial.
>
Y lo más importante, ¿sobre qué base se conforma ese colectivo
social como eso, como colectivo social? Se conforma sobre la relación
de apropiación
del plusproducto
para poder gestionarlo colectivamente, pero excluyendo
a los explotados. Lo que lo hace una clase social es que surge y se
conforma para explotar a los sectores que le son antagónicos en la
lucha social.
La relación de explotación crea la clase explotadora.
Esto
los lleva al tema de la relevancia.
Y hay dos puntos.
>
En lo político,
es evidente que si se hace una revolución social, y por sus
carencias y frustraciones se termina en una nueva relación de
explotación, si el nuevo sector explotador es o no es una clase
social no
es políticamente irrelevante.
>
En lo teórico,
la definición de clase social y la teoría sobre cómo se forma una
clase social, cuál es la relación entre clases, lucha de clases,
relaciones de producción, y desarrollo de las fuerzas productivas,
es un tema de enorme importancia y en
plena discusión. No puede ser de poca importancia, entonces, si eso
es o no es una clase social. Podemos
decir que sí lo es o que no es, no podemos decir que no importa.
Lo
que sostenemos (y sabemos que nos metemos en un tema bien polémico)
es que LA
LUCHA DE CLASES FORMA LAS CLASES.
En definitiva:
“Toda
la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una
historia de luchas de clases. Libres y esclavos, patricios y
plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una
palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados
en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y
abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación
revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas
clases beligerantes”.
A
esto hay que agregar: Burócratas, y trabajadores
explotados por los burócratas.
8.-
Balance del aporte de Rakosvky.
Por
último, hagamos el correspondiente balance.
Los
hechos históricos nos permiten tener hoy una visión mucho más
completa, y sacar conclusiones. Es evidente que el planteo de
Rakovsky es un aporte parcial que no cubre la totalidad del tema.
Sin
embargo, aunque hay construcciones teóricas mucho más completas del
fenómeno histórico de la “contrarrevolución dentro de la
revolución” que fue la dictadura estalinista, que está en la base
del desenlace regresivo del proceso soviético, es notable que no
hayan podido asimilar completamente ese aporte, y no lo asimilasen
precisamente en lo que los hechos lo confirmaban.
Estos
son, claramente:
a)
La formación del germen de una nueva clase social (no
fue más que eso, en su visión, y en ese momento) a partir del
desgarramiento de la clase obrera.
b)
La instauración de un estado burocrático
que ya no tiene nada de “obrero”.
El
aporte de Rakovsky tiene un valor enorme, además de ser pionero en
esos conceptos, además de lo que tiene de correcto, y además de su
metodología.
Esta
forjado desde adentro de la lucha misma.
Bibliografía
Volin:
La revolución desconocida
Marx,
Karl y Engels, Frederich.
Prefacio a la edición rusa del Manifiesto Comunista
https://pendientedemigracion.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/47mpc/p2.htm
Marx,
Karl,
Proyecto de carta a Vera Zasulich
https://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/81-a-zasu.htm
Rakovsky,
Christian.
Los peligros profesionales del poder
The Russian Opposition Replies to the Capitulators
The Policy of the Leadership and the Party Regime
On
the Five Year Plan
Five
Year Plan in Crisis
https://www.marxists.org/archive/rakovsky/1930/08/index.htm
Preobrazhenski,
Eugeny:
La nueva económica
Kolontái,
Aleksandra La oposición Obrera
Brecht,
Bertolt
Galileo Galilei
Broué,
Pierre.
Los trotskistas en la URSS
El
Partido Bolchevique
Rakovsy,
ou la revolution dans tout les pays
http://www.bnfa.fr/livre?biblionumber=16530
Trotsky,
Leon.
La revolución traicionada
En
defensa del marxismo
Programa
de transición
Astarita,
Rolando.
¿Qué fue la URSS?
Kagarlitsky,
Boris.
Revolución y política.
http://rabkor.ru/culture/books
Traducido:
https://n0estandificil.blogspo
El artículo completo puede bajarse en formato .pdf de aquí:
https://drive.google.com/file/d/0B9oy55y-84ozMFpOMlNSZW42ZGM/view?usp=drive_web
(*)
Nota:
Luego
de publicada esta nota advierto que aquí, al considerar la
interpretación de capitalismo de estado, también podría hacerse
una consideración de “tratamiento Dr.House”. Si la URSS fue un
capitalismo de estado y los problemas que llevaron a su colapso
fueron consecuencia de esa “enfermedad” o deformación, la
supresión de esa condición para entrar en un “capitalismo sano”
hubiese significado la “mejora del paciente”. En este caso no
significó la muerte (como en caso de la hipótesis de “estado
obrero deformado) pero si el agravamiento: Rusia ha retrocedido
respecto de la URSS en casi todos los terrenos. No es el lugar para
desarrollar este tema.