MICAEL ZARAMELLA
En 1914 nació la Sociedade Esportiva Palmeiras. Aunque se conocían sus orígenes desde las asociaciones culturales y clubes de barrio formados por inmigrantes italianos, la historia oficial suele silenciar la participación de militantes anarquistas, antifascistas, sindicatos radicales y deportistas negros en aquel proceso. El libro No gramado que o luta espera o: antifascismo e a disputa pela democracia no Palmeiras, publicado por la editorial Autonomia Literária, es una obra imprescindible del historiador Micael Zaramella. En sus páginas, el lector se introduce en la compleja memoria de luchas de la Sociedade Esportiva Palmeiras, que el pasado mes de agosto cumplió 108 años. Zaramella habla de la participación de minorías, oprimidos y militantes en la construcción de uno de los clubes de fútbol más populares y exitosos del mundo. A partir de una extensa investigación para su tesis maestría, ahora transformada en libro, Micael Zaramella saca a la luz las luchas democráticas y las disputas antifascistas que se dieron en el Palmeiras (entonces Palestra Italia) durante los años 20, 30 y 40, ampliando el enfoque del club de orígenes italianos mucho más allá del recorte específico del fascismo histórico. El autor contempla hechos ocurridos a lo largo de todo el siglo XX como el Jogo Vermelho de 1945 —en el que Palmeiras y Corinthians disputaron un partido amistoso para recaudar fondos para las campañas electorales del Partido Comunista—, los experimentos democráticos de autogestión del equipo liderados por los deportistas durante los años 60 (anticipando prácticas que adquirirían mayor visibilidad décadas después con la llamada Democracia Corinthiana), la celebración de bailes negros en el gimnasio del club durante la década de 1970, la existencia de grupos de hinchas que orientaban cuestiones políticas en la década de 1980 —como la organizada Anarquía Verde— y las prácticas políticas actuales de grupos de izquierda como Palmeiras Antifascista, Porcomunas y Palestra Sinistro, entre otros. El resultado es una obra necesaria, que afirma la relación entre política y fútbol en todas sus dimensiones, con especial énfasis en la trayectoria histórica del club, en sus más de cien años de vida y más de diez millones de aficionados.
A continuación traducimos un fragmento del libro, extraído del primer capítulo de la obra, que nos presenta la diversidad social y política que rodeó la fundación de Palestra Italia en 1914.
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El 26 de agosto de 1914, un grupo de personas —en su mayoría de origen o ascendencia italiana— se reunió en el Salón Alhambra, un conocido local de reuniones y fiestas de la época, situado en la calle Marechal Deodoro, Nº 2, para crear conjuntamente una nueva asociación deportiva y social, llamada entonces Società Sportiva Palestra Italia. Según el historiador Alfredo Oscar Salun, eran «elementos de clase media, empresarios, trabajadores», que se reunieron con el objetivo de formar una asociación deportiva guiada por la etnia, en este caso identificada con la nacionalidad italiana.
Las asociaciones de este tipo, formadas para diversos objetivos y fines, constituyeron un notable fenómeno asociativo en la ciudad de São Paulo desde finales del siglo XIX, compuesto por una gran variedad de sociedades de ayuda mutua, asociaciones de categorías laborales, sindicatos y clubes de barrio formados por inmigrantes italianos. Tales iniciativas se guiaron inicialmente por el objetivo de promover la agrupación comunitaria frente a las condiciones de una nueva vida atravesada por el desarraigo, por el distanciamiento y por las tensiones cotidianas entre los diversos grupos sociales que habitaban la capital: así lo demuestran historiadores como Jeffrey Lesser.
Según él, en las décadas que van del siglo XIX al XX, las experiencias de «discriminación social, cultural y racial» en relación con los inmigrantes italianos eran recurrentes en la vida cotidiana de la capital paulista, lo que les llevaba a separarse con frecuencia de los brasileños. A partir de 1904, cuando se celebró el Primer Congreso de Sociedades e Institutos Italianos, se intensificó la incidencia de una cierta noción de italianidad en la formación de asociaciones, que pasaron a ser entendidas como importantes instrumentos para la consolidación de la nacionalidad italiana.
Esto se produjo, fundamentalmente, debido al reciente proceso de unificación italiana (consolidado efectivamente en la década de 1870) que coincidió prácticamente con la emigración masiva de italianos a América, lo que provocó la ausencia de una identificación nacional consolidada. Como señala el historiador João Fábio Bertonha, los inmigrantes italianos
[…] a menudo no se veían como compatriotas, sino como venecianos, calabreses, lombardos o sicilianos, con grandes dificultades de comunicación e innumerables prejuicios y barreras lingüísticas y culturales que impedían una mayor unión entre ellos.
Así, parte de la construcción del sentimiento nacional de italianidad tuvo lugar fundamentalmente en el entorno de la diáspora italiana, y los inmigrantes asentados en diversos países de América (como Argentina y Estados Unidos, además de Brasil) se erigieron en protagonistas de este proceso de elaboración identitaria.
Un militante anarquista en la presidencia del clubEn 1914, la visita de los equipos italianos Pro Vercelli y Torino FC a la ciudad de São Paulo —jugando partidos amistosos contra los clubes locales— propició el surgimiento de varias asociaciones orientadas por el aspecto étnico italiano. Entre estas diversas iniciativas se encuentra el llamamiento realizado por el periodista Vincenzo Ragognetti en el periódico ítalo-paulista Fanfulla para la fundación de un equipo de fútbol de la colectividad italiana en la ciudad. A partir de esta convocatoria se produjo la reunión que culminó con la creación del Palestra Itália, en la que participaron 48 personas, entre ellas Ezequiel Simoni, Luigi Cervo, Vincenzo Ragognetti y Luigi Marzo, miembros de la junta directiva, que en los relatos oficiales de la historia del club pasaron a ser conocidos como los cuatro fundadores.
La composición de esta primera junta directiva ya apuntaba, en sí misma, a la presencia de una diversidad interna en la comunidad italiana que llegaría a reunirse en la asociación Palestrina. Ezequiel Simoni, que dirigió la reunión fundacional y fue elegido para ocupar inicialmente la presidencia del club, ya se destacaba por su participación en las actividades culturales de los trabajadores anarquistas: citado por el historiador Edgar Rodrigues como un importante organizador de actividades propagandísticas con organizaciones anarquistas de la época como el Grupo Libertario Germinal y la Federación Obrera de Santos, Simoni también habría participado en las actividades teatrales de las que informaba el periódico La Battaglia (dirigido por Oreste Ristori), y habría sido elegido para presidir inicialmente el club por su experiencia asociativa, aunque, en palabras de Vincenzo Ragognetti, no entendía «una mierda de fútbol».
Luigi Cervo, por su parte, era un joven y entusiasta atleta que en aquella época jugaba en el S.C. Internacional (un club que competía en los campeonatos oficiales del continente) pero que también circulaba entre grupos de italianos que jugaban en equipos de calle y que habían estado discutiendo la importancia de un club que uniera a los atletas de la comunidad italiana de la ciudad. Cervo, que inicialmente ocupaba el cargo de secretario y al que se suele referir en los relatos oficiales del club como uno de los principales entusiastas y articuladores de su fundación, fue también empleado de Indústrias Reunidas Francesco Matarazzo, donde seguramente reunió a otros trabajadores y los acercó a la iniciativa de fundar el Palestra Itália.
Luigi Marzo y Vincenzo Ragognetti, por último, eran ejemplos notables de las clases medias italianas de la ciudad: Marzo ocupó inicialmente el cargo de vicepresidente de la asociación y era, según la historiadora Márcia Rorato, un «intelectual circunspecto» que circulaba por los ambientes letrados de las clases medias italoparlantes, al igual que Ragognetti. Este último, a su vez, fue un caso típico de ascenso social: nacido en un conventillo de Santa Ifigenia, hijo de padres italianos, los esfuerzos de su familia le permitieron estudiar en el American School (actual Mackenzie College). Más tarde inició sus actividades como periodista, convirtiéndose en editor de Fanfulla en 1913. En esta época ya tenía vínculos con intelectuales como Guilherme de Almeida y Menotti del Picchia, y en los años siguientes también se acercó al escritor Monteiro Lobato, con quien mantuvo la amistad, y al Movimiento Modernista de 1922, publicando su poesía en la revista Klaxon.
La notable diversidad de componentes de la comunidad italiana presentes en la reunión fundacional se complementó, además, con la presencia de brasileños sin ascendencia italiana. A pesar de la centralidad ejercida por el aspecto identitario italiano en la formación del club, cabe destacar, por ejemplo, la participación de Alfonso de Azevedo y Álvaro F. Silva (este último ocupando el cargo de «primer jefe de sala» en la composición de la primera junta directiva), nombres que destacan por su diferenciación entre los apellidos italianos que componían la lista de socios fundadores.
Al mismo tiempo, en los informes de las primeras actividades del club en los meses siguientes a su fundación (publicados en la entusiasta cobertura del periódico Fanfulla) también estaba presente la participación de otros nombres brasileños sin ascendencia italiana visible, tanto en los bailes y fiestas sociales celebrados en la sede de la asociación como en las filas de los nuevos socios. Cabe señalar que, en el estatuto redactado en la reunión fundacional, el artículo 5 garantizaba el derecho de las personas de cualquier nacionalidad a afiliarse al club.
Más allá de la italianidadEs cierto que en los años siguientes a la fundación las filas de los aficionados palestrinos se ampliaron y aún se caracterizaron por una composición mayoritariamente italiana. Esto no impidió, sin embargo, que hubiera diferentes presencias en la composición de la afición, especialmente a medida que el Palestra se consolidaba como un club cada vez más popular por sus logros deportivos.
En estas primeras décadas, un caso emblemático fue el de Maria das Dores, entonces conocida como «Vovó do Pito», una mujer negra, exesclava, que se destacó como una de las principales figuras de la afición en el inicio de la década de 1930. Presentada en los informes de la época como «la más grande palestrina del país», la abuela era considerada una figura tradicional, casi folclórica de la ciudad en aquella época, habiendo fallecido en 1934 a la edad de 111 años y permaneciendo hasta entonces «fanática fervorosa» de la Palestra Italia.
Del mismo modo, la presencia de deportistas brasileños sin ascendencia italiana también aumentó progresivamente a lo largo de los años, sobre todo cuando el Palestra Italia se consolidó como una fuerza importante en el fútbol paulista. En 1918, por ejemplo, solo tres jugadores que jugaban en el Palestra eran italianos; el resto, aunque en su mayoría eran de ascendencia italiana, habían nacido en Brasil.
Ese mismo año, los seguidores del club idealizaron la composición de un himno palestrino en portugués, interpretado por la cantante Elvira Martins en el Teatro Avenida, con una camiseta del club. Esta iniciativa, concebida por Leonardo de Souza (figura activa en el circuito teatral de la ciudad) y J. Pereira Lima, demostró la creciente voluntad del club de insertarse en la sociedad paulista, sin aislarse ni limitarse a la colectividad italiana.
AntirracismoA lo largo de la década de 1920, la presencia de atletas brasileños en el equipo de fútbol del Palestra Italia se complementaría también con la progresiva introducción de atletas negros en otros deportes: en 1924, por ejemplo, el equipo de atletismo del Palestrina ya contaba con la presencia de atletas negros, complementada con la llegada del llamado «Bloque Ciclón», formado por un grupo de corredores negros e incorporado al equipo al año siguiente. En 1934, el periodista y militante negro Salathiel Campos publicó un artículo en el periódico Correio Paulistano señalando que
[…] a los elementos negros, y principalmente a Coelho Filho, el club Parque Antártico debe la mayor parte de sus glorias deportivas. ¡Se puede ver, por lo tanto, que a pesar de su aspecto colonial, Palestra no tomó en serio, o hasta ahora, el prejuicio del color, llamando a sus filas, como atletas, a elementos brasileños y negros, lo que no hicieron los llamados clubes nacionales!
La figura de Antonio Coelho Filho, mencionada por Salathiel Campos, fue crucial en el proceso, al frente del equipo palestrino de atletismo. Cabe destacar que, además de ser corredor, el atleta también jugaba al fútbol en la asociación negra A.A. São Geraldo, con sede en Barra Funda.
Los hitos de la introducción de atletas negros en el equipo de fútbol de Palestra Italia son relativamente ambiguos, ya que las narraciones oficiales de la S.E. Palmeiras presentan convencionalmente a Og Moreira como el primer futbolista negro de la asociación, incorporado oficialmente al equipo en 1942. Según Fernando Galuppo, historiador de la Sociedade Esportiva Palmeiras, hay constancia de otros futbolistas negros en las décadas de 1920 y 1930, como Tatu (1925), Friedenreich (1929), Petronilho de Brito (1930), Moacir (1938) y Macaco (1940).
Componentes socialesAdemás de las pluralidades étnicas y nacionales en la composición del club, especialmente evidenciadas a medida que el club afianzaba su inserción en la sociedad brasileña y trascendía la identidad italiana, cabe mencionar también la diversidad correspondiente a la composición social de Palestra Italia.
Desde su fundación, el club estableció notablemente un contrapunto al carácter elitista del circuito oficial de fútbol de la ciudad, cuyas ligas y campeonatos estaban formados por equipos vinculados en su mayoría a grupos económicamente dominantes. En la época de la fundación del club había algunos clubes de origen popular, como el Club Athlético Ypiranga y el Sport Club Corinthians Paulista, que competían en la liga oficial de la Liga Paulista de Fútbol (LPF). Los demás clubes de las categorías inferiores participaban en campeonatos en circuitos de fútbol paralelos a las ligas oficiales, constituyendo el entorno entonces conocido como «fútbol sala».
Este fue el caso del Palestra Italia en el inicio de sus actividades futbolísticas: el acceso de la asociación al campeonato oficial de la Asociación Paulista de Deportes Atléticos (APEA) solo se produjo a partir de 1916, cuando se esbozó por primera vez un acercamiento de las élites italoparlantes al club. Hasta entonces, Palestra se caracterizaba por un vínculo orgánico con el proletariado y las clases medias que componían masivamente la colectividad italiana instalada en la ciudad: pues si, en aquella época, «cuando se hablaba de trabajadores, se hablaba de italianos», como señala el sociólogo José de Souza Martins, la asociación Palestrina se dedicó, en sus primeros años, a permanecer accesible a esta clase.
Según el primer estatuto del club, por ejemplo, la cuota mensual que se cobraba a los socios era de 1$000, lo que explica el carácter popular del club en comparación con las cuotas mensuales que cobraban otras asociaciones del momento, como los 10$000 del E.C. Paulistano, un club vinculado a los segmentos de élite. En estas condiciones, el historiador José Renato de Campos Araújo señala que una parte importante de la clase trabajadora ítalo-paulista desarrolló rápidamente una identificación con el Palestra Italia, constituyendo una comunidad de aficionados significativamente masiva, sobre todo en comparación con los clubes de la élite paulista. Como señala el autor,
[…] la Palestra Italia no representó solo una invasión en el campo de juego de los inmigrantes italianos, en su mayoría de las clases menos pudientes, sino también una invasión en las gradas de los «hinchas italianos», aficionados que se desplazaban desde barrios periféricos y obreros, como Moóca, Brás, Barra Funda y Bexiga, para seguir las hazañas de los «italianos» como ellos contra la élite local. Abrió la posibilidad de que los inmigrantes dejaran traslucir sus orígenes y sentimientos étnicos a la sociedad receptora que, en el caso de la sociedad paulista, siempre los había despreciado.
Más allá de la dimensión anónima de su notable masividad, la popularidad de Palestra Italia entre las clases populares italoparlantes de la época también se presenta de forma emblemática en los relatos de la memoria: es el caso, por ejemplo, de la escritora Zélia Gattai, hija del anarquista Ernesto Gattai, que describe en sus memorias la popularidad de la asociación entre sus vecinos y amigos del barrio en su infancia, además de presentarse como simpatizante del club.
Esta popularidad, expresada en la masiva adhesión de los aficionados a los partidos, fue sin duda responsable de un cambio significativo en las connotaciones del fútbol en la ciudad y en las formas de vivirlo. Hasta entonces, el fútbol oficial practicado en recintos deportivos como el Velódromo Paulista, directamente vinculado a las élites y a sus modos de convivencia y socialización, se caracterizaba por una participación contenida del público (en la época conocida como asistencia). La masificación promovida por los clubes de tono popular, como el Palestra Italia, promovió a su vez un cambio en el rito futbolístico, tal y como narran atentos observadores de la época.
El memorialista Jorge Americano, por ejemplo, señala un cierto asombro ante los tranvías abarrotados que, los domingos, hacían la línea del Parque Antártico, conduciendo a multitudes colgadas de los vagones. La famosa crónica de Alcântara Machado titulada «Corintians (2) vs. Palestra (1)», a su vez, se refiere a la explosiva participación del público en los partidos, con gritos, maldiciones y cánticos dirigidos al equipo de preferencia, al rival e incluso a los árbitros. Estas formas de animar, que nos recuerdan con familiaridad las formas de asistir a un estadio hasta nuestros días, fueron objeto de críticas contundentes por parte de los vehículos de prensa vinculados a las élites.
El antropólogo Luiz Henrique Toledo identifica tales perspectivas, en la época, vinculadas al «proceso de distinción social atribuido al deporte por los estratos de la élite», condenando la «creciente participación fuera del campo de las capas populares, precozmente culpadas por el aumento de las transgresiones y la violencia». Se trataba, por tanto, de un desprecio ligado al imaginario elitista sobre el deporte y sus fines, que identificaba el acto de animar tal y como lo practicaban las capas populares de la sociedad como una práctica perjudicial para el propio fútbol.----
Fuente: Jacobin