Rosa: Verdad y mentira del "levantamiento espartaquista" (III)

A cien años de su asesinato - Una opinión personal

En enero de 1919 asistí a un acto de KPD donde hablaron Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht. Me dio la impresión de que ellos eran los líderes intelectuales de la revolución, y decidí que debía matarlos. Siguiendo mis órdenes, fueron capturados. Uno tiene que decidir ir más allá de la ley ... Esta decisión de matar a ambos no fue fácil para mí ... Sostengo que la misma es moral y teológicamente legítima.
Cap. Waldemar Pebst, 1962

... no sólo la nueva clase lucha para poder vencer a los representantes de la vieja sociedad que no quiere confesarse decididamente superada, sino para vencer también a los grupos novísimos que afirman ya superada la nueva estructura surgida de las transformaciones iniciadas en 1789, y demostrar así su vitalidad en el enfrentamiento con lo viejo y lo nuevo.
Antonio Gramsci. Quaderni del carcere

Alemania ha sido hasta ahora la tierra clásica de la organización. Nosotros somos aquí fanáticos de la organización y hacemos alarde de ello. Todo debe ser sacrificado a "la organización": buen sentido, nuestros objetivos y la capacidad del movimiento de actuar. ¿Qué vemos hoy? En momentos decisivos de la revolución, este cacareado talento para la organización falla, en la forma más lamentable.
Rosa Luxemburgo, 8 de enero de 1919


Con nuestra nota Rosa, la botánica iniciamos una serie en que buscamos, al cumplirse 100 años del asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, ver las características singulares del pensamiento y acción política, en especial de la primera. Obviamente no somos los únicos en recordar a esta luchadora, pero hemos visto más homenaje que recuperación reflexiva de su legado. La repetida mención, al hablar de aquellas circunstancias, de un "levantamiento espartaquista", nos hace ocuparnos de ese tema, ya que viene de una falsificación deliberada que se hizo en ese momento para desencadenar la feroz represión, que incluyó el asesinato de ambos. Y la confusión perdura. El marco histórico y las circunstancias previas lo vimos en dos notas, I y II.

Resumiremos la situación con esto que dice Jörn Schütrumpf en Rosa Luxemburgo: El precio de la libertad:

"A pesar de su trabajo abnegado contra la guerra, el »Grupo Espartaco«, que durante años se había comprometido con la revolución, influía si acaso marginalmente en esta revolución. Apenas podía actuar, cuando todo ya había pasado: el emperador había huido, la guerra había terminado, la república había sido proclamada, la jornada de ocho horas de trabajo se había introducido, el sistema electoral de tres clases había desaparecido en Prusia. El movimiento de los soldados se desintegró tan rápido como surgió; se convirtió en esposos e hijos, que solo querían una cosa: irse a casa. La izquierda alrededor de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, con la mira fija en un proletariado cansado, en cuya conciencia revolucionaria había creído durante un corto tiempo, entendió demasiado tarde que la clase trabajadora en su mayoría no solo no quería una revolución, ni tampoco sabía realmente qué hacer con la república que dejó el movimiento de los soldados como herencia. Esta república no era la hija del movimiento obrero. La dirigencia del SPD, a la que le bastaba la repartición del poder, no la había anhelado. Tampoco la quería el USPD, con la mirada fija en el fin de la guerra. Ni tampoco quería esa república el »Grupo Espartaco«, enfocado en la revolución anticapitalista."

Hay algunas cosas a tener en cuenta cuando "la historia se repite dos veces" (como Rusia 1917 y Alemania 1918). Por ejemplo, que el que perdió en la primera vez ya está avisado en la segunda.

Tanto en Rusia como en Alemania había un régimen autocrático heredado de un feudalismo totalmente perimido, que debía caer. Los dos países habían sufrido el espantoso precio de la guerra en términos humanos y materiales, con el desgaste político y la marea de la rebelión popular.

Pero Alemania, país europeo de punta, tenía una burguesía desarrollada que podía implantar una república burguesa, e incluso hacer las concesiones necesarias a la clase obrera como para contener su rebelión. Tenía una estructura militar derrotada en la guerra, pero entera. Rusia, periferia europea atrasada con un débil capitalismo, no tenía nada de eso. Su fuerza de los siglos anteriores había sido la fuerza de lo viejo, que ahora moría.

La burguesía rusa no pudo contener la rebelión obrera. La burguesía alemana tenía los recursos para hacerlo, y haber visto además la experiencia en cabeza ajena le dio la capacidad y voluntad política necesaria. Es en eso en lo que la historia tiende a no repetirse.

Retomemos la definición de Rosa Luxemburgo sobre la revolución que estaban viviendo, en el discurso ante el Congreso de KPD, 15 días antes de su muerte.

“La historia no va a facilitamos la revolución como facilitó las revoluciones burguesas [en que] bastó con derrocar el poder oficial central y entregar la autoridad a unas cuantas personas... Es una característica de la revolución proletaria moderna que no debamos conquistar el poder político desde arriba sino desde abajo”. 

Este es el núcleo de su pensamiento político.

Pero el hecho singular de ese momento histórico es que se desplegaban en el mismo escenario dos revoluciones, la revolución burguesa y la revolución proletaria, una contra la otra. Para la revolución proletaria, lo que tenía enfrente era una contrarrevolución. Para la revolución burguesa, lo que tenía enfrente era un desborde salvaje y perturbador que tenía que ser eliminado. Contra lo viejo se alzaban al mismo tiempo lo nuevo (relativamente nuevo y relativamente continuador de lo viejo también) y lo novísimo, a decir de Gramsci referido a la Comuna de París.

Y en Alemania no hubo 80 años entre las dos revoluciones, la burguesa se intento en 1848 y fracasó, se retrasó 70 años y llegaron así al mismo tiempo los que querían dar un paso adelante y sólo uno, y los que ya, en esta nueva época, querían dar dos. Entonces, lo novísimo tenía que pensarse a sí mismo dentro de ese proyectarse hacia el porvenir, pensarse y repensarse de nuevo, descubrirse en el espejo de la realidad, del estallido de la realidad. Y eso no podía sacarse de ningún manual. Si repasamos los trabajos de Rosa en esos días veremos como se iba construyendo esa concepción de la revolución en marcha que se hacía a sí misma, a medida que se pensaba a sí misma a partir de la acción. "El recién nacido siempre llora", decía Rosa.

A las dificultades de las contradicciones ideológicas entre las masas, que veían una lucha entre dos fracciones socialistas, hay que sumar la formación muy de último momento de la organización independiente de la vanguardia revolucionaria. Recién en diciembre Espartaco rompe con el USPD, del cual era hasta entonces una fracción interna. Es cuando se resuelve convocar a elecciones para la Asamblea Constituyente, a celebrarse en febrero. Esto provoca una dura lucha política, ya que estaba claro que las nuevas instituciones de tipo parlamentario significaban el desmantelamiento de los consejos de obreros y soldados, el desarme de los obreros, la "normalización" de la disciplina en el ejercito y la marina, etc. Espartaco exigió la convocatoria a un Congreso partidario, la dirección se niega de plano, y se produce la ruptura. Espartaco se acerca a otros grupos obreros revolucionarios y se encaminan a toda marcha a la creación del futuro KPD. Este carácter de ultimo momento es producto de la mentalidad partidista arraigada que tenían los espartaquistas, la socialdemocracia era el partido de la clase obrera, y tenían un serio temor a quedar aislados de las masas si lo abandonaban.

Broué cita al historiador estadounidense Carl Schorske: "... así se privaron a sí mismos de un instrumento organizativo por el cual las acciones de masas espontáneas de la revolución, una vez iniciadas, podrían ser unificadas y consolidadas en una única fuerza política de combate. La experiencia frustrante de ayer había cegado a los líderes revolucionarios de mañana."

Pero no es tan simple. Veamos como ocurrieron los hechos.

Los regimientos militares se desmoronaban o se sublevaban. De ninguna manera podían usarse para reprimir la rebelión popular, porque eso sería encender la pólvora. Lo que hizo el gobierno es formar de apuro los Freicorps, cuerpos de voluntarios financiados directamente por empresarios capitalistas, o sea paramilitares, escuadrones de la muerte.

Emil Eichhorn, un miembro del USPD del ala radical, se había convertido en jefe de la policía de Berlín en la revolución del 9 de noviembre, y contaba con amplio respaldo entre las tropas y entre los obreros. A fines de diciembre la derecha empezó una campaña de difamación contra él acusándolo de recibir "oro de Moscú", tráfico de armas, etc. El 4 de enero lo destituyen, pero en forma irregular y sin seguir la cadena de mando y antes de que pudiese presentar sus descargos, por lo que se niega a abandonar su puesto. Para el 5 y 6 de enero todas las organizaciones sociales y políticas de Berlín, incluyendo el USPD y el KPD, convocan a una manifestación en su apoyo. Las demandas eran además de su respaldo, desarme de los Freicorps, armamento de los obreros, control de los mandos militares por los organismos representativos, etc. De ninguna manera estaba planteado el derrocamiento del gobierno.

Recordando el discurso de Rosa el 1 de enero en el Congreso fundacional del KPD, dice Frölich: "...era un llamado a apreciar de manera realista la situación, a una encarnizada preparación del camino de la revolución, y a crear los requisitos sociales para las luchas decisivas. Pocos días más tarde se desencadenaron en Berín las luchas callejeras que han recibido en la historia el nombre de insurrección espartaquista. Combates que condujeron a la derrota de la clase trabajadora y a despejar el camino de la contrarrevolución. ¿Cómo explicar este cambio repentino?... La verdad es la siguiente: nunca hubo una insurrección espartaquista."

Continuando con los hechos. La demostración desbordó todas las expectativas, 200 mil manifestantes armados, con pancartas exponiendo las demandas. Se formó un comité de delegados (el de "los líderes deliberaron y deliberaron") en el que el KPD tenía dos delegados en alrededor de doce (porque la composición iba y venía), Kark Liebknecht y Wilhelm Pieck (que más tarde sería el primer presidente de la RDA). Había allí distintas posiciones, como era lógico esperar. También, en los días siguientes, algún cuestionamiento desde la base a algún libretazo inconsulto de su delegado.

Liebknecht estaba en el ala "pasar a la ofensiva". Con el gran respeto que se había ganado entre los soldados incluyendo generales de primera importancia por su postura contra la guerra, prisión inculida, tenía esperanzas en la formación de un gobierno provisional que derrocase al de Ebert, y convocase a una relección de delegados de los consejos de obreros y soldados. Otros opinaban como Rosa, que eso daría lugar apenas a una efímera "Comuna de Berlín" aislada del resto del país. Y todos los entreveros y matices.

Y ocurrió un hecho que no es demasiado raro, pero que tendría fuertes consecuencias. Un grupo de manifestantes toma por la fuerza la sede de Vorwärts, el periódico del SPD. Frölich aporta pruebas sólidas de que se trataría de la acción de agentes provocadores identificados, Broué no lo descarta pero sostiene que un provocador no consigue nada si no hay un clima propicio. 

El 6 de enero Liebknecht propone esta resolución: "El gobierno de Ebert-Scheidemann se ha hecho intolerable. El Comité Revolucionario abajo firmante que representa a los trabajadores y soldados revolucionarios (Partido Socialdemócrata Independiente y Partido Comunista) lo declara depuesto, y asume provisionalmente las funciones de gobierno. ¡Camaradas! ¡Trabajadores! ¡Cerrar las filas alrededor de las decisiones del Comité Revolucionario!". Nunca fue aprobado, pero quedó una hoja con el borrador que fue encontrada por la policía y usada para las persecusiones posteriores. 

En otro episodio, 300 hombres armados toman el Ministerio de Guerra en nombre del Comité Revolucionario, el subsecretario del ministerio pide una orden escrita y el jefe de los rebeldes va a buscarla. Pero primero se toma una siesta, y cuando llega de nuevo ya su gente se había dispersado. 

Eso comienza a ocurrir con el movimiento en su conjunto. Entre los manifestantes, según las estimaciones, no habría más de 10 mil realmente dispuestos a tomar las armas contra el gobierno. El Comité Central de los Consejos acepta al fin la destitución de Eichhorn, el USPD se inclina por la negociación, el gobierno exige primero la desocupación de los edificios en manos de manifestantes, Noske prepara los Freicorps para el contraataque. 

En el KPD también las cosas se complican. Jogiches y Radek (delegado de los bolcheviques, en la clandestinidad) quieren que el partido desautorice lo actuado por Lmiebknecht y Pieck por su cuenta. Radek trae a colación el ejemplo de los bolcheviques en julio de 1917, cuando llamaron a las masas al repliegue. Rosa se niega, porque entiende que eso solamente facilitaría la capitulación del USPD, y entiende además que eso sería poner a Liebknecht como chivo emisario. Su planteo es en términos de "cuestión de honor".

"Los obreros revolucionarios se vieron obligados a tomar las armas, porque se enfrentaron a la violenta provocación de Ebert y Scheidemann. Era una cuestión de honor revolucionario repeler ese ataque de inmediato, con todos sus fuerzas, si no querían que la contrarrevolución se sintiese alentada a dar un nuevo paso adelante, si no querían que las filas de los revolucionarios proletarios y el crédito de la revolución alemana en la Internacional fuese sacudido". 

Posteriormente, Clara Zetkin lo explica así:

"El joven Partido Comunista, dirigido por Rosa Luxemburgo, estaba por esta situación frente a una tarea difícil, fuente de numerosos conflictos. No podía hacer suyo el objetivo de la acción de masas -el derrocamiento del gobierno-, tenía que rechazarlo, pero al mismo tiempo no podía desligarse de las masas que habían emprendido la lucha. A pesar de sus reservas, tenía que permanecer con las masas, entre las masas, para fortalecerlas en su lucha frente a la contrarrevolución y activar el proceso de toma de conciencia y maduración revolucionaria durante la acción". 

Esa "cuestión de honor" era más que un planteo teórico. Esto nos dice ​​​Schütrumpf:

 "... ante la alternativa de posicionarse en favor o en contra de esta acción sin esperanza, se decidió por el apoyo propagandístico igual que Karl Marx en 1871 durante la Comuna de París. Sin embargo Karl Marx lo hizo desde un refugio seguro. El vivía en Londres, mientras Rosa Luxemburgo les cayó en las manos a sus asesinos en el barrio de Wilmersdorf."

Efectivamente, varios trataron de convencerla que abandonase Berlín, pero ella se negó. Dice Frölich:

"Rosa parecía ignorar el peligro. Cuando abandonaba la casa [de la redacción del periódico del KPD] había una patrulla de tropas gubernamentales delante de la puerta. Rosa los miró detenidamente, decidió que solamente el hambre podía haber llevado a esa gente al bando enemigo y comenzó inmediatamente a mostrarles su error. A duras penas pudo su acompañante alejarla de tan peligroso grupo. Poco después Hugo Erbelein la encontró en medio de una multitud que discutía enérgicamente justo al lado del campo de batalla; casi tuvo que emplear la violencia para llevársela".

Y esto nos dice Broué:

"Se refugiaron primero en Neukölln del 12 al 13 de enero, y luego en el departamento de un simpatizante en Wilmersdorf. Aquí fue donde Luxemburg descubrió al leer Vorwärts que Liebknecht había firmado el notorio documento del Comité Revolucionario. Ella le dijo: 'Karl, ¿es ese nuestro programa?' El silencio cayó entre ellos". 

Porque ella discrepaba abiertamente con la idea de un golpe de mano para apoderarse del poder de esa manera, era algo incompatible con su manera de pensar. Lo que resalta entonces es que la solidaridad estaba por encima de esa diferencia. Esta es la conclusión de Broué:

"La dirección del Partido Comunista no había podido evitar el aplastamiento del movimiento que había ayudado a desencadenar, y que no había hecho nada para prevenir o controlar. Sin duda, hace tiempo se le había escapado la posibilidad de una lucha por un frente unido de clase unido contra los gobernantes aliados con los generales. pagarían caro por la acción de ultra izquierda que habían emprendido sin la adecuada reflexión, Liebknecht y la mayoría de los delegados revolucionarios, siendo muchos de ellos los mismos que, unos días antes, criticaban a los espartaquistas por su 'táctica golpista'".

Fue en este departamento donde fueron arrestados (junto con Pieck), trasladados, interrogados por el mencionado Capitán Pabst, y trasladados a la cárcel, nunca llegaron. El 16 de enero los periódicos anunciaban en grandes titulares que ambos estaban muertos, Liebknecht cuando habría intentado escapar, y Rosa linchada por desconocidos durante su traslado. El cuerpo de Liebknecht estaba en la morgue, pero el de Rosa no había sido recuperado.

La verdad emergió poco a poco. Fueron los soldados quienes los mataron después de haberlos torturado durante el interrogatorio. Liebknecht fue golpeado con un rifle en la cabeza, arrojado sangrando a un automóvil, y luego asesinado. Dejaron el cuerpo en una sede policial como  "un cadáver no identificado". Rosa, muy malherida, fue golpeada de la misma manera, y la mataron. Pusieron piedras en su cuerpo y lo arrojaron al canal, fue hallado meses después. Siempre quedaron sospechas sobre Pieck, quien salió con vida.

Esa sangre estuvo siempre entre los socialdemócratas y los comunistas. El joven KPD fue privado de su principal líder político y de su voz más prestigiosa, conocidos por todos los trabajadores alemanes y que gozaban de gran reputación en todo el movimiento internacional. Solo ellos, de todos los comunistas fuera de Rusia, tenían la estatura para discutir como iguales con los líderes bolcheviques, y de haber sido un contrapeso a su autoridad en la Internacional que pronto se fundaría.


Concluye ​​​Schütrumpf: 

"Los nazis todavía en 1933 ordenaron el retiro de la estrella roja del monumento de la revolución, diseñado por Mies van der Rohe que estaba a un lado de las tumbas de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht en el cementerio en Berlín-Friedrichsfelde; en 1935 demolieron todo el momumento y aplanaron las tumbas. Las lápidas se encuentran hoy en el museo. Los enemigos de su propio campo tuvieron que emplear más energías. Cuando Stalin empezó a »depurar« el movimiento obrero y la idea del socialismo de cualquier elemento de democracia, substituyéndolas por el »centralismo democrático«, un eufemismo para el sistema estalinista de obediencia ciega, Rosa Luxemburg experimentó un honor especialmente curioso. Stalin se acordaba de un constructo que había creado uno de sus anteriores rivales, el presidente de la Internacional Comunista, Grigori Zinoviev: el luxemburguismo. [...] No obstante, los estalinistas sí sabían que hacer con el cadáver de Rosa Luxemburgo porque en contraste con el todavía no asesinado Trotsky, la revolucionaria Rosa Luxemburgo »liberada« de su obra les fue útil – como ícono mudo –. El bloque oriental, aunque con tendencia a la baja, conservó esta esquizofrenia hasta 1989. En la RDA, los manipuladores de la causa de Rosa Luxemburgo se presentaron año tras año el segundo domingo de enero en una tribuna… y tenían que desfilar decenas de miles de personas. Desde 1990, el segundo domingo de enero, se guarda silencio en memoria de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, de luto por las dos víctimas del terror blanco, y en muchos personas, que vienen de cerca y de lejos, el luto se mezcla con la tristeza por el fracaso de la izquierda en el siglo XX...  en 2006 se instaló [en la Rosa-Luxemburg-Platz en Berlín] una »señal como recuerdo« en memoria de Rosa Luxemburgo. Respetando sin duda su pensamiento, conscientemente no fue colocada arriba de un pedestal, a sabiendas de que en ese lugar no habría molestado casi a nadie. En vez de eso se insertaron cien frases de ella con letras de metal en el suelo. A dios gracias quienes promovieron y crearon este monumento no tendrán que saber si Rosa Luxemburgo no hubiera soltado tremendas carcajadas ante la idea de ver fundidas en bronce sus afirmaciones para la eternidad". 

No vamos a escribir nada en bronce, pero en las próximas notas iremos a buscar su pensamiento sobre muchos problemas que siguen siendo cruciales. Porque pienso en esto como Frölich:

"Cuando el cuerpo de Rosa Luxemburgo se hundió en el canal, una leyenda recorrió los barrios proletarios; no era cierto que hubiese sido asesinada, vivía, había podido salvarse y volvería a ocupar la cabeza del movimiento revolucionario cuando llegase el momento... Y en esa creencia está la verdad".

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