El debate Nin-Maurín sobre la cuestión nacional 
>Antonio Santamaría 

La discusión entre estos dos dirigentes del marxismo heterodoxo catalán puede aportar valiosos elementos sobre las alternativas a la cuestión nacional que el movimiento independentista en Catalunya ha situado en el centro de la agenda política.

Antes de la Guerra Civil la socialdemocracia –tanto en su versión españolista (PSOE) como catalanista de la Unió Socialista de Catalunya (USC)– no se implantó en Catalunya. Tampoco lo hizo el marxismo-leninismo ortodoxo del PCE. El marxismo heterodoxo, primero del Bloc Obrer i Camperol (BOC) y después del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) se impusieron, hasta la fundación del PSUC, a la insignificante sección catalana del PCE y organizaron a los sectores más cualificados profesionalmente de la clase trabajadora, muchos de ellos de lengua catalana. Todo ello frente a la amplia hegemonía entre la clase trabajadora del anarcosindicalismo organizado en la CNT-FAI.


La trayectoria de Joaquim Maurín (1896-1973) y Andreu Nin (1892-1937) nos servirá de hilo conductor. Los dos se criaron fuera de Barcelona, Maurín en Lleida y Nin en Tarragona, ambos estudiaron magisterio y ejercieron como maestros, una profesión muy adecuada en la época para los estratos inferiores de la pequeña burguesía y la aristocracia obrera. Ambos se involucraron, desde muy jóvenes, en la CNT, donde llegaron a ostentar el cargo de secretario general, aunque Nin militó antes en la Unión Federal Nacionalista Republicana (UFNR) y en la Federación Catalana del PSOE. Nin y Maurín formaron parte de la delegación cenetista en el congreso fundacional de la Internacional Sindical Roja en 1921 en Moscú y se hicieron comunistas. En la Unión Soviética se separaron sus trayectorias. Maurín volvió a Barcelona en octubre de 1921 y fue elegido secretario general de la CNT, cargo que ocupó hasta su detención en febrero de 1922 y desde donde continuó defendiendo la incorporación de la central anarcosindicalista a la III Internacional. 


En esta línea, impulsó los Comités Sindicalistas Revolucionarios (CSR) como corriente bolchevique en la CNT y fundó en diciembre de 1922 el semanario La Batalla. A principios del 1924 ingresó, con el grupo de La Batalla, en el PCE con la misión de organizar la Federación Comunista Catalano-Balear (FCCB). Encarcelado por la dictadura de Primo de Rivera, desde enero de 1925 a octubre de 1927, se exilió en París como muchos otros dirigentes comunistas. A su retorno en 1930 a Barcelona reeditó La Batalla,se opuso a la estalinización del partido y lideró la escisión de la Federación Comunista Catalano-Balear que, en marzo de 1931, se fusionó con el minúsculo Partit Comunista Català, para constituir el BOC. La nueva formación creció de forma notable durante los dos años siguientes y se convirtió en el más importante partido obrero de Catalunya, dado el apartidismo de las masas cenetistas y la escasa implantación –salvo notables excepciones– del Partido Sindicalista, constituido en 1932 por los dirigentes “trentistas” de la CNT, Ángel Pestaña y Joan Peiró, opuestos a la línea insurreccional de la FAI, la llamada “gimnasia revolucionaria”.

Nin permaneció en la URSS como alto funcionario de la internacional sindical comunista. Escritor de talento, aprendió ruso y nos ha legado algunas de las mejores traducciones de los grandes novelistas rusos en lengua catalana. El 1926 se alineó con la Oposición de Izquierda de Leon Trotski contra Stalin y fue expulsado del partido bolchevique. Probablemente, su condición de extranjero y las campañas sobre su caso en la prensa internacional le salvaron la vida, a diferencia de muchos comunistas alemanes, húngaros o polacos víctimas de las purgas estalinistas. Expulsado de la Unión Soviética en 1930, no pudo volver a España hasta mayo de 1931.


Confederación versus federación


Nin, tras mantener conversaciones con Maurín, rechazó ingresar en el BOC a causa de sus discrepancias sobre la cuestión nacional. El 6 de junio de 1931, Maurín pronunció una conferencia en el Ateneo de Madrid donde expuso el programa político de su partido que calificó de “separatista”. Al día siguiente Nin compareció en el mismo foro para refutar punto por punto las tesis de Maurín. Antes de finalizar el mes, Nin fundó la Oposición Comunista de Izquierda española que, en marzo de 1932, pasó a denominarse Izquierda Comunista de España (ICE) de inspiración trotskista (leninista-bolchevique).


Maurín y Nin fueron los primeros en aplicar en Catalunya las tesis de Lenin sobre la cuestión de las nacionalidades y el derecho a la autodeterminación. En el discurso de Maurín, a pesar de la semántica leninista, se escuchan los ecos de las doctrinas de los cantonalistas de la Primera República. Propugnaba la completa desintegración del Estado español en múltiples Estados soberanos (Andalucía, Murcia, Aragón, Canarias, Galicia, Asturias…) que después se reunirían libremente para constituir la Unión de Repúblicas Socialistas de Iberia que incluiría Portugal y Gibraltar. 


El BOC se consideraba un partido “separatista” en la medida que impulsaba la desagregación del Estado español para que sus pueblos y naciones pudiesen, desde la plena soberanía, decidir libremente sobre su destino y eventual incorporación a la confederación ibérica. Maurín expuso estas ideas en los libros La Revolución española (1932) y Hacia la segunda revolución (1935), donde reformuló la teoría de las tres fases históricas de la evolución del catalanismo que recoge las tesis de Gabriel Alomar. Según esta teoría, el movimiento nacional catalán fue dirigido, en una primera fase, por la burguesía conservadora de la Lliga, liderada por Prat de la Riba y Cambó, en el marco de la monarquía constitucional; después, en los años treinta, su dirección recayó en la pequeña burguesía radical de ERC de Macià y Companys en el marco de la república democrática. En la tercera y última fase estaría comandado por la clase obrera organizada por un partido revolucionario en el marco de la confederación de repúblicas socialistas ibéricas.

Nin criticó estos planteamientos que mostraban, a su juicio, hasta qué punto Maurín estaba influenciado por el nacionalismo pequeñoburgués. Ciertamente, Maurín invocaba el derecho a la autodeterminación pero olvidaba añadir que, para Lenin, la defensa de este principio no significaba hacer propaganda a su favor, ni mucho menos impulsar la desmembración de los Estados. 


Para Nin la correcta solución de la cuestión catalana y de las nacionalidades era una de las principales tareas de la Revolución española. Ahora bien, para fijar la posición de los comunistas respecto a los movimientos nacionalistas, primero había de analizar su composición de clase y su relación con las tareas de la revolución democrática y socialista pendientes. El origen de los movimientos nacionalistas catalán y vasco se explicaba por una serie de condiciones objetivas como la unidad territorial, económica, cultural. El catalanismo actuaba como un factor progresivo –de modernización que diría Cacho Viu– frente un Estado semifeudal, atrasado económicamente y centralista. Por el contrario, el nacionalismo vasco representaba a las fuerzas sociales más regresivas de la sociedad y era un obstáculo para la revolución española. Por tanto, los comunistas debían apoyar al primero y oponerse al segundo. 

Respecto al resto de territorios de España manifestó su radical oposición al proyecto de desintegración del Estado que implicaba crear problemas nacionales allí donde no existían, lo cual no era la tarea de los comunistas. Ciertamente, concluía, Catalunya tenía derecho a ejercer el derecho de autodeterminación, pero a diferencia del nacionalismo pequeñoburgués, los marxistas no propugnarían la independencia, sino su integración en la república ibérica, federal y socialista.

Nin expuso sus ideas sobre la cuestión nacional en numerosos artículos que sistematizó en el libro Els moviments d’emancipació nacional (1935). En la primera parte repasa las tesis de los teóricos del movimiento obrero internacional sobre la cuestión nacional empezando por Marx, Engels y Bakunin, la polémica entre Kaustky y Rosa Luxemburg y las teorías de los austromarxistas. Prosigue con una exposición detallada del problema nacional en la Rusia zarista y las soluciones de Lenin. En el último capítulo explica la organización de la URSS como modelo de unión de pueblos libres.


Para Nin la nación o nacionalidad “es un producto directo de la sociedad capitalista, tanto por cómo surge por cómo se desarrolla. La nación se caracteriza por la existencia de relaciones económicas capitalistas determinadas, la comunidad de territorio, de idioma y cultura.” Estos factores han de darse juntos para poder hablar de nación. Estados Unidos e Inglaterra hablan el mismo idioma pero son naciones diferentes; Castilla y Catalunya comparten territorio político y económico, pero no lengua y cultura. En el siglo XIX, la burguesía tiende a formar Estados nacionales ya que esta “es la forma que responde mejor a sus intereses y garantiza un mayor desarrollo de las relaciones capitalistas”, frente a los Estados feudales de carácter multicultural.


El movimiento obrero no puede menospreciar la enorme importancia y las potencialidades revolucionarias de los movimientos nacionales en el marco de la revolución burguesa; particularmente en países como España que aún ha de realizar estas tareas. “Volverse de espaldas a estos movimientos, adoptar frente a ellos una actitud de indiferencia es hacer el juego al nacionalismo opresor y reaccionario, aunque se quiera cubrir esta actitud con la capa del internacionalismo.


En este contexto, la lucha por la emancipación nacional deviene un elemento progresivo en los países que aún no han realizado la revolución democrático-burguesa.


“Cuando la formación de los grandes Estados precede al desarrollo capitalista, es decir, cuando se constituyen antes que las relaciones feudales hayan sido superadas por las relaciones burguesas, la unidad que resulta es una unidad regresiva, despótica, de tipo asiático, que traba el desarrollo de las fuerzas productivas en vez de favorecerlas.”


Nin comparte las tesis de Lenin sobre el derecho de los pueblos a disponer libremente de su destino y la obligación del proletariado a apoyarlos. No solo por el elevado contenido democrático de los movimientos nacionales, sino porque la clase obrera no puede mostrarse indiferente ante ningún tipo de opresión. En el caso catalán, sigue la teoría de las tres fases de Alomar y Maurín. La gran burguesía ha perdido su impulso revolucionario y la pequeña burguesía, que ha tomado el relevo en la dirección del movimiento nacionalista, se muestra vacilante e impotente para resolver los problemas de la revolución democrática y socialista. De modo que solo la clase trabajadora está en disposición de solucionar radicalmente la cuestión nacional y realizar lo que ni la burguesía, ni la pequeña burguesía han sido capaces de resolver. La alternativa práctica se encuentra en la organización y estructura territorial de la URSS que se aplicaría en España con la federación de las repúblicas ibéricas.


Autodeterminación y federación


A partir de 1934 Maurín y Nin aproximan posiciones en la línea de construir las Alianzas Obreras. En enero de 1935 se inicia una ronda de conversaciones de todas las formaciones que se reclaman del marxismo en Catalunya para crear un partido unificado. En las negociaciones participaron USC, FC del PSOE, dos pequeños grupos, Partit Comunista de Catalunya (PCC) y Partit Català Proletari (PCP), el BOC de Maurín e ICE de Nin. En breve, ICE y BOC se quedan solos y en septiembre deciden fusionarse para crear el POUM, lo que marcó la ruptura entre Nin y Trotski, partidario del entrismo en el PSOE. Las fuerzas que quedaron al margen de este acuerdo continuaron las conversaciones hasta que el estallido de la Guerra Civil aceleró los movimientos y las cuatro formaciones se fusionaron para fundar en julio de 1936 el PSUC, de obediencia estalinista.


Aunque el POUM fue una organización de ámbito estatal, el grueso de su militancia provenía de Catalunya, País Valencià y Asturias. En la unificación no se tuvo en cuenta la gran diferencia numérica de militantes (5.000 afiliados al BOC por 500 de IC), la composición de la dirección fue paritaria y Maurín fue elegido secretario general. Esta operación precipitó la ruptura entre Nin y Trotski. que defendía el entrismo en el PSOE. Sobre la cuestión nacional, el POUM adoptó las tesis de Nin, pero incorporó la teoría de les tres fases de Maurín respecto a Catalunya. El partido firmó el pacto del Frente Popular y Maurín obtuvo el acta de diputado en las cruciales elecciones de febrero de 1936.


En ocasiones la historia se complace en ofrecernos terribles paradojas. La guerra sorprendió a Maurín en una gira política por Galicia. A pesar su intento de llegar a Catalunya fue reconocido, detenido en Jaca y encarcelado en Salamanca a la espera del consejo de guerra, que no se celebró hasta 1944 y donde fue condenado a 30 años de prisión. En diciembre de 1946, tras diez años en las prisiones franquistas, se le concedió el indulto. Se exilió a Nueva York, donde fundó una agencia de noticias y se dedicó al periodismo, hasta su muerte en noviembre de 1973 a la edad de 77 años.


Nin, con 45 años, después de ser secuestrado en Barcelona en 1937, fue torturado, asesinado y enterrado ilegalmente por agentes del NKVD, cerca de la base militar de los soviéticos en Alcalá de Henares. El sacrificio de Nin salvó la vida a sus compañeros del POUM, pues Stalin preparaba una especie de Procesos de Moscú en Barcelona y quizás también la de Maurín, ya que regalaba a Franco un peón propagandístico, dada la repercusión mundial del caso Nin, para mostrar su benevolencia y congraciarse con los anglosajones.


Maurín y Nin aportaron una novedad substancial respecto a la hostilidad al catalanismo del republicanismo radical de Alejandro Lerroux y del movimiento libertario. Por primera vez, un sector de la clase trabajadora catalana, la denominada aristocracia obrera, la base social del POUM, asumió parte de las reivindicaciones del movimiento nacionalista a través de la aplicación a las condiciones españolas de las tesis leninistas sobre el derecho a la autodeterminación.


Maurín defendió una solución confederalista que recuerda vivamente a las actuales posiciones de Podemos. Nin se mostró partidario de una federación ibérica que guarda muchos puntos de contacto con los planteamientos del extinto PSUC, Izquierda Unida y en cierto modo del PSC. Eso sí, ambos compartieron la defensa del derecho a la autodeterminación como método para resolver la cuestión nacional en Euskadi y Catalunya, aunque en el caso de Nin oponiéndose vigorosamente a la secesión como lesiva a los intereses de la clase obrera.Todo no vale para defender lo que Rajoy y parte de la ciudadanía llaman legalidad vigente. Las opiniones de unos y otros caen ya en un terreno difícil de abonar con palabras de negociación y concordia. La buena política ha sido una vez más derrotada.

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[Antonio Santamaría (Melilla, 1959) reside en Sabadell desde 1966. Fue Redactor del Diari de Sabadell, ha colaborado en diversas revistas culturales como El Viejo Topo, Cuadernos de Alzate, Transeuropéenes o Temas para el Debate. También ha publicado diversos libros sobre cuestiones relativas a los nacionalismos y las identidades como Fòrum Babel, el nacionalisme i les llengües a Catalunya (1999), Los nacionalismos, de los orígenes a la globalización (2001), Francisco Pi y Margall. Federalismo y república (2006) o Els orígens de Convergència Democràtica de Catalunya. La reconstrucció del catalanisme conservador (1939-1980). ]
Fuente:
http://www.elviejotopo.com/articulo/debate-ninmaurin-la-cuestion-nacional/

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